Yo creo que para opinar sobre la situación del país con la idea de mejorar la economía y el sistema de vida de los guatemaltecos, se debe uno despojar de los colores y adoptar una actitud neutra, ya que de no hacerlo así, puede estar haciendo una recomendación que de ejecutarse en la forma que uno lo propone podría conducir al fracaso.
Hay muchas cosas que aparentan ser buenas, pero que de no acompañarlas con otras acciones paralelas, sus resultados pueden resultar contrarios a los que se espera, por lo tanto, no se debe parquear algo pesado en una pendiente, si no se le ponen suficientes cuñas y amarres, pues de lo contrario su próximo paso lógico es irse en el barranco.
El doctor Rafael Espada dice que si los terratenientes quieren cambiar la ley que los obliga a sembrar el 10% de sus tierras, que vayan al Congreso. Lo anterior es una desafortunada declaración que demuestra su desconocimiento, no sólo de esta ley, que prácticamente fue abolida por la Constitución en vigencia, sino que demuestra la poca preparación para tomar decisiones trascendentales.
En esta ley se ordena establecer precios mínimos de los granos que supuestamente el gobierno debe de garantizar a los productores, lo cual no se ha hecho; al establecer precios de garantía significa que hay que preparar los silos para recibir la producción que quieran vender los agricultores, que no se ha hecho; preparar la estructura administrativa para comprar y almacenar la producción, que tampoco se ha hecho, ni está contemplada en el presupuesto. Como se pueden dar cuenta, esto hay que planificarlo y no es como ir a la sala de operaciones, sólo a meter cuchillo con el paciente ya preparado y bien dormido y hasta convencido de que se puede morir.
Si el precio mínimo que establezca el gobierno, no cubre los costos, nadie está obligado a realizar una actividad que le ocasione pérdidas, pero aparte de eso, hay muchas cosas que se tienen que considerar que sólo se pueden aprender de la experiencia o de asesores bien calificados que no sólo sepan decir, si señor.
Cada año cuando se llega a la época de cosecha, aunque ésta sea escasa, se observa que los campesinos mas necesitados somatan gran parte de lo producido por necesidad de pagar deudas, a pesar de que en ese preciso momento los precios están por los suelos, pero la necesidad obliga.
Si bien es cierto que al entrar a sembrar los grandes terratenientes, la producción será abundante, se ha puesto a pensar que hará el campesino cuando vea que se derrumban los precios, lo cual es seguro por no haber precios de garantía, ni tampoco silos para almacenar la producción, entonces este gobierno pasará a ser un verdadero gobierno de los pobres, pues en eso se convertirán los despezados campesinos.
Como decía en sentido de broma un señor llamado Milo Rivas Barato, «Si no tuviéramos cabeza, donde nos pondríamos el sombrero».