«Sin casaca» es el reciente libro que fuera publicado por el Centro Cultural de España en Guatemala, cuya organización y edición se debe al poeta guatemalteco Alan Mills. Este texto está compuesto por 29 relatos más o menos breves, de diferentes autores guatemaltecos.
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El procedimiento de selección incluyó a, al menos, 70 escritores que mantienen cierta vigencia y producción textual en el medio nacional; de ellos, 28 aceptaron la convocatoria. Pese a la amplitud de la convocatoria, Mills aceptaría que el rango de posibles participantes era, en realidad, mayor, pero por la prisa no se pudo convocar a más.
La compilación, realizada a manera de experimento, consistía en relatos cortos, para rendir homenaje a este género que ejerció con maestría Augusto Monterroso. El título de la compilación, «Sin casaca», pretendía capturar historias escuchadas (o leídas) en alguna parte por los participantes, para lo cual como condición se debía identificar al emisor de la historia. No importaba cómo, quién, cuándo o de qué forma el escritor la haya conocido, sólo bastaba referirlo.
Ello restringía un poco la creación; pero al leer estos relatos, no lo fue tanto. La literatura casi siempre refleja la vida, y los escritores usualmente se inspiran en la vida real o en las historias escuchadas para crear sus textos.
La historia referida debía ser real, pero la técnica y los detalles podían ser libres. El hecho de ser «Sin casaca», refería a una frase común entre los guatemaltecos y guatemaltecas, que, cuando cuentan alguna historia difícil de creer, dicen «sin casaca, mano; a lo mero macho», para que el oyente crea.
Obviamente, la historia transcrita podía ser una gran mentira; la única condición: identificar al emisor, condición que se dio en la mayoría de estos relatos. Sí, sólo en la mayoría, porque hay dos o tres relatos que no cumplen esta condición y fantasearon con la historia y no ofrecieron un emisor real.
El libro está dividido en siete secciones, con sendas alusiones a bebidas espirituosas, debido a que «con los tragos la casaca fluye que es gusto…», según refiere en las palabras explicativas al texto de Alan Mills.
Y es que cada sección, con su respectiva bebida, agrupa según el estilo o la tendencia a los autores. En la primera sección, «Boj», se encuentran cuatro relatos que aluden a estructuras narrativas tradicionales. En el segundo, «Caldo de frutas, mi amor», refiere sólo un cuento de Lucía Escobar, «Gitanos en el cementerio», que refiere a una historia de Quetzaltenango, por lo que la referencia a la bebida fermentada es ideal.
La tercera, «Pasame un octavo de indita, vos, cerote», por la misma alusión revela nueve relatos, los más innovadores y agresivos, en cuanto al léxico utilizado, la historia (la mayoría con referencias sexuales) y la misma estructura del cuento.
La cuarta, «Un ron a su salud, compañeros», comparativamente, es opuesta a la sección anterior, porque vuelve a las estructuras más o menos tradicionales; los siete relatos de esta sección están unidos porque la mayoría cuenta con emisores de la tercera edad, por lo que el tono se vuelve más melancólico y hasta moralista.
La quinta sección, «Unas frías para el camino», refiere sólo un cuento, el de Julio Serrano, titulado «Chófer, chófer, más velocidad», que fue escuchado en el transcurso de un viaje de Quetzaltenango a la capital (de ahí el título de la sección y del cuento).
La sexta sección, «Un traguito de cusha y hasta ver a Cristo…», refiere relatos vertiginosos, con técnicas e historias cercanas a un «neosurrealismo», pues buscan el efecto sensorial superior. La última sección, «…Y rompope», revelan a los últimos dos escritores.
De la colección, sobresalen los cuentos de la sección «Pasame un octavo…», por la trasgresión y por la historia que cuentan. í‰sas sí, después de relatarlas, es necesario decir: «sin casaca, mano, te lo digo a lo macho», porque son asombrosas, pero sin duda creíbles, sobre todo en esta Guatemala.
Merece alusión especial el cuento «Perros violadores siembran el terror en barrios del Centro Histórico», de Javier Payeras, ya que retoma una noticia leída en el semanario La Extra, y que el participante de «Sin casaca» lo transforma hasta crear una historia jocosa y estilizada sobre el estilo periodístico tradicional en Guatemala.
Otro cuento resaltante es el ya aludido «Chófer, chófer…», de Julio Serrano, por incluir nuevas técnicas narrativas. Refiere el autor que la historia fue relatada en dos momentos: una oral, durante el viaje en camioneta, y la segunda parte, en un chat de Internet; ambas partes se unieron, pero el escritor fue lo suficientemente hábil para ensamblar dos técnicas dentro del cuento.
El texto fue distribuido gratuitamente por el Centro Cultural de España (Cuatro Grados Norte, zona 4); probablemente, aún tengan en existencia.