Silencio


La palabra proviene del latí­n «siliere», callar, estar callado. El silencio también puede constituir una manera de comunicación, éste ha sido descrito como la ausencia de sonido, o lo que no se oye. La vida, la música, el ruido necesitan del silencio para ser distinguidos.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

El oí­do humano no capta todos los sonidos, pero aún dentro de nuestro cuerpo se encuentran de manera incesante múltiples ecos en cada célula cuando realiza sus reacciones bioquí­micas, las cuales, para nosotros son de carácter inaudible. Así­ que el silencio dependerá también de los oí­dos con los cuales se escuche.

Hay quienes gustan del silencio y otros que no; hay quienes son condenados al silencio y otros que lo eligen por vocación. Existen personas que no soportan un momento sin sonido y para otras se convierte en un momento esclarecedor, innovador y revitalizante.

Las personas silenciosas son percibidas de una manera más acogedora que las bulliciosas. En psiquiatrí­a existe una entidad diagnóstica, el mutismo selectivo, que se confiere ante todo a niños y niñas. Pero este desorden consiste precisamente en que el niño decide hablar muy poco o nada en determinados ambientes sociales, pero en otros su lenguaje y su forma de comunicación es fluida. Lo interesante de estos niños es cómo despiertan la necesidad de las otras personas de hacerlos hablar. A lo cual ellos se resisten, sin embargo, van ganando un estatus social y todo, por no hablar.

Lo anterior promueve el interés de maestros, de compañeros y ante todo de la familia porque la conducta sea regulada de la manera esperada, ante las presiones de los colegios para que el niño hable como «debe» de ser. Colocándose esta situación en un cí­rculo vicioso, en donde el niño es el que tiene el control y poder. Entonces, para qué hablar.

Quien guarda silencio tiene menos probabilidades de equivocarse, por lo que se ha descrito como una conducta sabia. Además en el mundo existen algunas situaciones que al hablar es exceder, por ejemplo en las vivencias de situaciones extraordinarias como un proceso de duelo o un evento de alegrí­a o tragedia extrema.

Estar en silencio ayuda a centrarnos en nosotros mismos, a realizar procesos de reflexión y meditación. En silencio se comunica el amor, se experimenta la capacidad de asombro, se comunican las personas de manera interna, así­ como, se consuma nuestra conversación con la vida y para quienes somos creyentes, con Dios. En la búsqueda de una iglesia para conversar con í‰l, uno de los momentos más preciados es el poder encontrar el silencio necesario para que se establezca la misma.

Se dice que nadie se ha arrepentido de callar, pero sí­ de hablar. A veces hablamos de más, o en momentos no oportunos, o nuestra manera de transmitir las cosas no llega a ser comprensible por las otras personas, tal cual nosotros, lo habí­amos planteado. Y entonces vienen los malestares, molestias y también resentimientos. Así­ que el callar se convierte en una caracterí­stica que también deberí­a ser aprendida.

Pero el silencio tendrí­a que ser una elección en la vida y no una conducta impuesta de manera forzada. En donde con amenazas directas o sugestivas nos impiden expresar lo que verdaderamente queremos, deseamos y conocemos como nuestra verdad. Por lo cual éste también puede convertirse en otra manifestación de violencia.

El silencio por vocación; existen ciertas órdenes religiosas que profesan el voto del silencio, el cual consiste en no hablar más que lo necesario (alguien dijo que si hiciéramos esto, definitivamente casi que ni moverí­amos los labios). Y cuando estas y estos religiosos se expresan de manera verbal, lo realizan de forma muy queda. He leí­do que se debe a que en ciertas órdenes religiosas antiguas, la palabra era considerada una de las herramientas del demonio para seducir a los mortales. De allí­, la creencia de que el silencio purifica el alma.

También existen circunstancias profesionales en las cuales el código deontológico norma el guardar silencio: Ejemplos de ello, la confidencialidad dentro de la relación médica/ paciente. La confidencialidad entre lí­deres religiosos y sus seguidores. El silencio requerido a un soldado y/o combatiente.

En conclusión podrí­amos distinguir que existen muchos tipos de silencio. Sin embargo, hacer silencio es parte de la comunicación entre humanos. Con el mismo, la palabra cobra más fuerza, es más placentera y obtiene mayor valor. Por lo cual, la reflexión, de que nunca es tarde para llegar a aprender éste.

Y para finalizar, quisiera hacer alusión a lo expresado por Saramago: «El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundo. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodí­a callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo da pan».