Prácticamente todos los sectores sociales han criticado la inestabilidad que hay en el Gobierno, sobre todo en el área relacionada con la seguridad ciudadana, por la constante sucesión de los responsables de garantizar a los ciudadanos la vida y la pacífica posesión de sus bienes. Hoy se sabe que nuevos cambios se avizoran, puesto que el Viceministro de Gobernación encargado del área de seguridad, Roberto Solórzano, ha renunciado y han designado para ese cargo a la antigua directora de la PNC, la señora Marlene Blanco.
Cuando se produjo la remoción de Gándara, muchos supusieron que Solórzano sería ministro por su capacidad y conocimiento del tema específico de seguridad que es el talón de Aquiles del Gobierno, pero en vez de eso se nombró a un miembro del partido que no tiene mayores credenciales en el tema y que ha dado ya algunos notables resbalones, como cuando admitió cándidamente que en todo el gobierno de Colom no ha habido nunca implementación de un plan de seguridad, lo que dejaba al mismo mandatario muy mal parado porque es obvio que en última instancia es él el responsable de la materia.
Ahora llega la señora Blanco que tuvo una buena participación al dirigir la Policía Nacional Civil y quien tiene mucha voluntad y deseos de hacer bien las cosas, pero tendrá que supeditarse a un ministro que sigue hablando del plan elaborado durante la campaña y que no ha sido en absoluto validado por la realidad sino que persiste como un papelón inútil, de los tantos que se hacen en períodos electorales.
El problema serio es que no existe claridad respecto a cómo enfrentar el problema de la violencia que agobia a la población por la delincuencia que opera campante y sin dificultad alguna. El aporte que hicieron el Rector, el Procurador de Derechos Humanos, el Arzobispo y el representante de las iglesias evangélicas sigue pareciendo lo más concreto para trabajar, pero no es en verdad tomado en cuenta por las autoridades que siguen dando palos de ciego y eso se confirma de manera rotunda con la renuncia del Viceministro encargado de Seguridad. Hay que profundizar en las razones de su renuncia para entender qué está ocurriendo en las altas esferas y hay versiones de que no quiso seguir trabajando bajo la dirección de alguien que no tiene ni el conocimiento ni la experiencia para hacerse cargo del reto que implica darle confianza y seguridad a la población.
Es obvio que para el Gobierno la seguridad sigue siendo un tema que no alcanza la prioridad que le asigna la ciudadanía, por lo que se le merma importancia y se deja que vaya caminando a paso de chencha.