«Signos de fuego» del escritor guatemalteco Ronald Flores ofrece, como lo dice la portada, una visión panorámica de la literatura guatemalteca de los últimos 40años del siglo XX. Fue publicado el año pasado por la Editorial Cultura, como parte del premio del Certamen Permanente Centroamericano «15 de septiembre».
mcordero@lahora.com.gt
El tema de ese certamen era cualquier análisis sobre la literatura guatemalteca entre 1960 y 2000; podía ser un tema puntual, un autor, una obra, un grupo de autores, etc. Ante esta gran gama de posibilidades, Flores optó por una visión panorámica.
La historiografía literaria de Guatemala tiene algunos ejemplos de visiones panorámicas, como la «Historia de la Literatura Guatemala» de Albizúrez / Barrios y Barrios; «La identidad de la palabra» de Arturo Arias; «Visión crítica de la literatura guatemalteca» de Dante Liano, o «Historia crítica de la novela guatemalteca» de Seymour Menton.
Sin embargo, las obras anteriores no alcanzan a analizar los últimos años del siglo XX, sino que sólo llegan aproximadamente a 1980; además, los últimos años descritos ya perdían fuerza por la cercanía del tiempo en que fueron escritas esas obras.
Pasados ya algunos años del fin de siglo, corresponde empezar a ver la segunda mitad del Siglo XX en conjunto, como un bloque literario cuya coyuntura particular fue caracterizada principalmente por la guerra interna.
«Signos de fuego» se centra en esta perspectiva. Los signos a los que hace referencia el título, son las obras literarias, y el fuego está marcado por la violencia de los últimos años en nuestro país.
Ronald Flores acierta en empezar este ensayo con Miguel íngel Asturias como el punto de fuga de sus reflexiones, además de describir el contexto literario intelectual con el que empieza la década de los sesenta.
Uno de los méritos de esta obra del autor, es que se aparta de la tradicional «crítica asturiana» (si es que existe esto en Guatemala), que refiere únicamente las conocidas «Hombres de maíz»/ «El señor presidente»/la trilogía bananera. En cambio, empieza revisando las últimas obras de nuestro Nobel, para descubrir un nuevo Asturias. «Tres de cuatro soles», «Mulata de tal», «Viernes de dolores», son las obras analizadas por Flores.
A partir de la obra de Asturias, y la conmoción socioliteraria que representó el Nobel para el país, revisa la producción de Mario Monteforte y de Luis Cardoza, que formaban un tridente representativo de las letras guatemaltecas.
Sentadas las bases de su hipótesis, Flores avanza en la línea del tiempo, ofreciendo un capítulo por cada década. En los setenta, valora la obra de Severo Martínez, Ana María Rodas, Augusto Monterroso, Marco Antonio Flores y otros más.
En los ochenta, Mario Payeras, Luis de Lión, la Rial Academia, Rigoberta Menchú y Francisco Morales Santos. Para terminar en la década de los noventa, valorando a Humberto Ak»abal y Rodrigo Rey Rosa.
Como apéndices, incluye breves reflexiones sobre Francisco Alejandro Méndez y Javier Payeras, para tocar en parte la producción literaria de los primeros años del siglo XXI.
Como se mencionó al principio, «Signos de fuego» es una visión panorámica de la literatura guatemalteca. Es decir, no pretende profundizar en un autor u obra en particular.
Como era parte de un concurso literario, la obra debía tener limitaciones en el número máximo de páginas, por lo que, en una visión panorámica se convierte en una exigencia.
Ronald Flores, pues, debió ser muy hábil para condensar 40 años de literatura en cierto número de folios, lo cual no es nada fácil si se piensa detenidamente. Es difícil tener la capacidad de decir lo principal, sin dejar detalles sueltos, y sin caer en la tentación de dar más espacio a uno o a otro autor, obra o período.
Existe un tercer apéndice, en que se enumeran los libros destacados desde 1960 hasta el 2005, publicados por guatemaltecos. Obviamente, faltarán algunos libros, pero el criterio de Flores debió prevalecer para identificar cuáles eran los principales. Como cualquier lista, habrá acuerdos y desacuerdos; lo que sí no se duda es que es una recopilación valiosa de títulos. Las visiones panorámicas, usualmente, se olvidan de incluir este tipo de material.
Es de suponer, para concluir, que sólo esta publicación no basta para conocer la literatura guatemalteca reciente, pero sí se convierte en un aporte pionero para empezar a estructurar una crítica literaria de calidad para evaluar nuestras letras recientes.