Signo exterior de riqueza para la juventud dorada iraní­


Los vehí­culos extranjeros de alta gama, los únicos cuya importación está autorizada por las autoridades de Irán, se han convertido para los hijos de la clase acomodada de Teherán en un nuevo signo de un poder adquisitivo muy superior al del trabajador iraní­ medio.


«Hay que aprovechar la vida. En todo el mundo es normal tener un coche bonito. En Estados Unidos y Europa hay quien tiene aviones y barcos privados, pero aquí­ se arma un gran jaleo con los automóviles», señala Amir, que con sus 28 años, su reloj Rolex y sus gafas Gucci forma parte de esa población iraní­ para la que el coche se ha convertido en otro signo de riqueza.

Su BMW, un descapotable serie 3, le costó nada menos que 66 mil euros, que pagó al contado, mientras que el iraní­ medio gana entre 200 y 300 euros al mes.

«Naturalmente que no lo uso para ir a trabajar. Eso estarí­a mal visto», admitió el joven, ingeniero de la construcción.

Desde hace varios años, las autoridades han autorizado la importación de vehí­culos, pero sólo los de alta gama, para proteger la industria local, que produce al año más de un millón de automóviles.

En 2007, Irán importó 37 mil vehí­culos extranjeros.

En las calles de Teherán incluso se pueden ver algunos Ferrari y Lamborghini.

«Lograron un permiso especial para comprar esos bólidos, que costaron no menos de 400 mil euros», dice Abbas, propietario de una tienda de coches, al precisar que «entre esos ricachones están los hijos de papá», término que en Irán se aplica a los vástagos de los responsables del régimen.

El gobierno percibe el 100% de tasas sobre los modelos importados, de forma que estos cuestan el doble que, por ejemplo, en los paí­ses del Golfo. Además, deben ser pagados en contante.

«Los precios oscilan entre 28 mil y 210 mil euros; el modelo más caro que tenemos es un Mercedes Benz S350», explica Abbas.

Irán parece haber olvidado los lemas de justicia social de moda al principio de la Revolución Islámica de 1979, pese a que el presidente ultraconservador Mahmud Ahmadinejad ha intentado desempolvarlos.

Ahora los ricos son más ricos y los pobres logran a mala pena llegar a fin de mes.

Sin embargo, lo que ha cambiado sobre todo es la cultura social. Durante unos 30 años la consigna fue evitar mostrar la riqueza. Actualmente es lo contrario, con una nueva clase que ha hecho fortuna gracias a la subida de los precios inmobiliarios y las importaciones, que alcanzaron los 50 mil millones de dólares en 2007.

En los últimos años esa brecha social aumentó, provocando crí­ticas muy duras incluso en el seno mismo del poder, además de entre la población.

«Yo también sueño con tener uno de esos coches. Pero aunque trabaje toda mi vida, nunca lo podré comprar», dice Mohammad, mientras ve pasar a uno de sus ricos coetáneos a bordo de un vehí­culo de lujo.

El trabaja como guadia de un inmueble en construcción y gana unos 250 euros al mes. Su jefe tiene un Mercedes de 220 mil euros, o sea, el equivalente de 70 años de su sueldo.