Hace muchos años un columnista al empezar a exponer sus comentarios utilizaba esta misma frase de: “Si yo fuera presidente…” para luego pasar a darle consejos al primer mandatario de lo que según su criterio debiera hacer. Digo lo anterior porque al terminar de analizar la encuesta recientemente publicada por el matutino Prensa Libre dos asuntos me llamaron la atención; la primera, que el índice global de aprobación de las personas encuestadas sobre lo realizado por el gobierno del General Pérez Molina haya alcanzado el 56 por ciento. Si yo fuera presidente… no me dejaría llevar por tan halagador resultado pues si se toman en cuenta los demás puntos de que consta la citada investigación de opinión no concuerdan con el acumulado global.
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El segundo punto que me impresionó y al que le pondría la mayor de las atenciones fue que la población confíe muy poco en lo que diga en sus discursos el mandatario (el 48% cree solo un poco; 24% no le cree nada y el 28% cree todo lo que dice o la mayor parte) por lo que ese 72 por ciento es digno de tomarse en cuenta, más aun cuando nuestro Presidente se ha mantenido pronunciándolos a granel durante los dos primeros años de su mandato. Estos índices debieran representar para él algo muy lamentable y más todavía, si lo proyecta a un futuro de mediano o largo plazo, puesto que si va a continuar empleando las mismas palabras, tono, estrategia y sustentación de sus argumentos podría garantizarse que va a seguir obteniendo los mismos o peores resultados de la primera mitad del período. Es un hecho real que los guatemaltecos en gran mayoría tenemos la impresión que las promesas o compromisos, llámense como mejor lo prefiera, no se han cumplido, objetivo básico y fundamental para determinar las metas del tercer y cuarto año del período para el que fue electo.
Finalmente opino que vale la pena señalar la urgente necesidad que, para que la actual gestión gubernativa sea de beneficio para todos, debiera lucharse denodadamente por recuperar el índice de credibilidad perdido solo a base de hablar con la verdad y nada más que la verdad. Por ejemplo, en el discurso pronunciado el domingo 12 de enero en Escuintla, el presidente Pérez Molina hizo el llamado de atención a los partidos de oposición para que esperaran la convocatoria que tendrá que hacer el Tribunal Supremo Electoral oportunamente para que hasta entonces se iniciara la campaña electoral y que, de igual manera, el partido oficial haría lo mismo. Eso no concuerda con la realidad. Lamentablemente desde el primer año del actual gobierno, la población, la que no es ciega, sorda, ni tiene un pelo de tonta, ha comprobado lo contrario. A todos consta una intensa, costosa y descarada campaña electoral oficialista sin ningún recato, mesura ni prudencia, incluso con su apoyo personal.