Después de dos años de no poder salir al exterior del país, tuve la oportunidad de viajar fuera de Guatemala. Al respecto debo manifestar las impresiones que me produjo, tanto la línea aérea, Transportes Aéreos Centroamericanos, TACA, como mi paso por aeropuertos de Guatemala, San José de Costa Rica, Lima, Perú; y Santiago de Chile, a la ida y al retorno por el de El Salvador.
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Hace 60 años abordé por primera vez un avión de Taca, en esa época eran aviones a hélice y mi primer aeropuerto internacional fue New Orleans, Estados Unidos, donde el edificio era un enorme hangar construido durante la Segunda Guerra Mundial. A la edad de 13 años viajé como menor en custodia del personal de Taca. Claramente recuerdo lo cuidadosos y gentiles que fueron, como un caballero de nacionalidad salvadoreña que me recibió en New Orleans y me colocó, sentado frente al mostrador de Taca, mientras tomaba mi siguiente conexión.
Sesenta años después, al ingresar al aeropuerto de Guatemala para partir, el personal de seguridad se comportó con enorme cordialidad, igualmente las personas que recibieron mi equipaje y me dieron los tres pases de abordar. El personal de Migración fue sumamente gentil y amable, ya no digamos el personal de seguridad que revisó mi maleta de mano, así como el vehículo eléctrico que eficientemente me transportó hasta la sala de abordar, evitándome un recorrido que mi neuropatía diabética me hubiera hecho doloroso en las piernas. El único aspecto negativo fue ingresar, antes de abordar, al servicio sanitario que a pesar de los muchos millones gastados en la remodelación del edificio no funcionaban adecuadamente y estaban con mal olor.
El vuelo a San José fue excelente. El aeropuerto más pequeño que el de Guatemala, muy concurrido. El siguiente vuelo fue impecable en puntualidad y atención. Arribamos a la hora a Perú, donde si bien existe un lindísimo aeropuerto, innecesariamente hacen que los pasajeros en tránsito pasen por una revisión de seguridad sin justificación y explicación por cuanto no ingresan a ese país sino simplemente toman aviones a sus diferentes destinos.
Mi tercer vuelo de ida, también por Taca, fue sumamente agradable, beneficiado con mi primer pisco sour, así como mi arribo al aeropuerto Benito Moreno, salí del mismo como último pasajero por cuanto una de mis maletas fue la última en salir en la faja transportadora; esto no impidió que tomara un taxi colectivo que en la madrugada del día 21 me trasladó, en menos de 25 minutos, los 30 kilómetros que median del aeropuerto a la ciudad de Santiago, a través de una excelente autopista.
En mi viaje de regreso confirmé de nuevo el excelente recurso humano, el excelente equipo y puntualidad de Taca, también se repitió ese innecesario trámite de revisión de seguridad en Lima, sólo que esta vez aproximadamente 300 personas tuvimos que hacer cola durante 55 minutos para que comprobaran que los pasajeros en tránsito no teníamos ninguna objeción de seguridad. Esta medida debería ser suprimida por el gobierno de Perú y con ello beneficiar a todas las tiendas del aeropuerto y en especial a los pasajeros internacionales a quienes les hacen desagradable el paso por su aeropuerto.
Qué positivo es comprobar cómo las líneas latinoamericanas encabezadas por Taca traen y llevan sus aviones ocupados en un 99% con esa precisión y con esa eficiencia. No sé si volveré a salir, en todo caso espero que los baños del aeropuerto de Guatemala, que también utilicé a mi regreso, así como el resto del millonario edificio, se mejoren para justificar el gasto hecho y demostrar que no somos la cola de América Latina.