Si se quiere ir al cambio…


Indiscutiblemente, este Gobierno ha dado palos de ciego en varios campos, pero también ha adoptado varias medidas importantes y en el tema de seguridad, los recientes movimientos en la Policí­a Nacional Civil parecieran ser buenos y encaminados a un cambio.

Pedro Pablo Marroquí­n

No obstante, en un paí­s tan necesitado como el nuestro y en el cual la inseguridad nos tiene de rodillas, no bastan algunas medidas positivas. Si en verdad se quiere ir al cambio como se dice, el tema de la seguridad se debe de atacar de frente y para ello se necesita voluntad, valor y entereza. No son suficientes medidas aisladas o peor aún, cosméticas.

El Presidente de la República tiene la oportunidad de enfrentarse sin tregua al crimen organizado, a las mafias, a los poderes ocultos y al narcotráfico. Ya no es un candidato haciendo promesas, ahora sí­ tiene elementos a través de los cuales puede combatir decididamente este mal que hace que el paí­s amanezca todos los dí­as de duelo.

Ya sabemos que los cuerpos de seguridad están carcomidos por esas mismas mafias, pero por ello es indispensable que el Ejecutivo forme un equipo de entera confianza que con agallas depure y ya a las fuerzas armadas. Como la criminalidad no se puede poner en pausa, es necesario que la gente que conozca del campo elija agentes del Ejército y la Policí­a honestos para que combatan el crimen y a ellos, sí­, súbanles el sueldo.

Lo mismo debe de hacer el Ministerio Público y el Organismo Judicial. Cada uno en el marco de sus deberes y dentro de la legalidad, pero deben ocuparse en dar golpes trascendentales.

Todo suena tan fácil, pero se complica cuando realizamos que para ir al cambio necesitamos voluntad de quienes además, deben armarse de valor y tomar las decisiones difí­ciles. Sabemos que no es una tarea fácil pero sí­ es su deber, sus únicas excusas son el miedo o compromisos con el crimen organizado. Si no lo pueden hacer que renuncien y si no lo quieren hacer exijámoselos.

El Presidente y su equipo de seguridad, fiscales, jueces y miembros de CICIG saben con nombres y apellidos quienes delinquen, cómo lo hacen, quien los apadrina y donde se refugian. Eso no es ningún secreto, el secreto es por que no se hace nada.

Los guatemaltecos hemos, lastimosamente, aprendido a vivir con la muerte, los hechos delictivos y las tragedias que todos los dí­as viven miles de familias en todo el paí­s. La nación colapsó hace ratos en cuanto a seguridad se refiere.

Lo preocupante es que si los funcionarios públicos, que para bien o para mal tienen el andamiaje estatal de seguridad e inteligencia atrás, se amedrentan o entran en componenda con las mafias, ¿qué podremos hacer los ciudadanos comunes y corrientes? Pareciera que nada, más que acogernos a las manos de Dios, exigir y fiscalizar.

Las escuelas gratuitas no son tan útiles si los niños o los padres no quieren que vayan por el temor de que los maten. Los programas de cohesión social se quedan cojos si en las áreas rurales los que mandan son los mafiosos. Los hospitales no sirven de mucho si sólo reciben personas heridas que después van directo a la morgue para ser identificados por los suyos.

¿Cuántas muertes más son necesarias para ir a un verdadero cambio? Ojalá no sean muchas.