Basado en una definición que está al alcance de todos y ahora que la falta de créditos está de moda, si uno busca en Internet la definición de Estado fallido encuentra en Wikipedia (y con el perdón del politólogo nicaragüense, el doctor Arturo Cruz por usar ese medio) la siguiente definición: “El término Estado fallido es empleado por periodistas y comentaristas políticos para describir un Estado soberano que, se considera, ha fallado en la garantía de servicios básicos.
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Con el fin de hacer más precisa la definición, el centro de estudios, Fund for Peace, ha propuesto los siguientes parámetros: Pérdida de control físico del territorio, o del monopolio en el uso legítimo de la fuerza; erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones; incapacidad para suministrar servicios básicos e incapacidad para interactuar con otros estados, como miembro pleno de la comunidad internacional.
Por lo general, un Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político, y económico, caracterizándose por tener un gobierno tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica.”, reza textualmente.
Y si uno analiza lo que tenemos en Guatemala, pudiéramos decir que si no somos un Estado fallido, estamos en peligro como establece el fondo citado de acuerdo al ranking que publica la revista Foreign Policy. Creo que hemos fallado en la garantía de proveer servicios básicos de salud, educación, seguridad y justicia; podemos decir que tenemos los cuatro, pero debemos reconocer que en todos la calidad es más que cuestionable, además que en ellos campea la corrupción y los intereses políticos.
Tenemos una gran pérdida de control del territorio y no digamos en Petén y el corredor del narcotráfico, sino en lugares cercanos a la capital del país; el uso de la fuerza, lo tienen también los criminales que matan para resolver todo (solo ayer aparecieron 6 cadáveres en un carro). Si aún no lo sentimos, vamos muy encaminados a ser un fracaso social porque la mitad de nuestra gente es pobre y mucha de ella desnutrida; somos un fracaso político porque nuestros partidos son unas empresas sumamente rentables a la venta del mejor postor.
Y en lo económico, tenemos una macroeconomía “sólida” pero la pregunta es por cuanto tiempo porque nuestra deuda sigue creciendo y la calidad del gasto y la transparencia brillan por su ausencia. Somos incapaces de generar suficientes oportunidades, la gran mayoría de nuestra gente es pobre y tenemos una gran cifra de desplazados (nuestros migrantes) que en gran medida mantienen nuestra economía de consumo a flote.
Y el tema más importante de todos, la corrupción. Lo que sucede es que en Guatemala se mide de acuerdo al nombre y apellido de quien se corrompe. Un mismo hecho es juzgado de forma diferente dependiendo el actor y ello hace que no nos alarmemos tanto con la corrupción de cuello blanco.
Entonces creo que sí, tanto el embajador de los Estados Unidos, como aquellos que creen que aún no somos un Estado fallido, tienen razón porque nos falta cumplir con algunos supuestos de la definición, pero estimo que en todo lo demás ya somos o nos falta que nos demos cuenta. Ojalá tuviéramos los arrestos para empezar a asumir nuestro papel ciudadano.
Yo insisto que lo más fallido de nuestro sistema es la impunidad que alienta la corrupción generalizada; también preocupa la indiferencia ciudadana que lleva aparejada. Al igual que el genocidio, decir que somos un Estado fallido genera ronchas que impiden un debate de fondo; entonces, le queramos llamar como le deseemos llamar, somos un Estado que no cumple con sus obligaciones y una sociedad que se resiste a jugar su papel que también pasa por el cumplimiento de sus obligaciones. Esa realidad es ineludible.