El gobierno de Otto Pérez Molina tiene el enorme desafío de rescatar un sistema que se ha ido perdiendo en la corrupción y que ha debilitado la institucionalidad haciendo muy difícil gobernar al país y más aún buscar soluciones serias a los problemas estructurales que parecen ser un valladar en el desarrollo nacional. En La Hora hemos sostenido que el sistema no funciona más que para facilitar negocios y trinquetes y que el resto, el giro ordinario de los asuntos públicos, es lo menos importante y trascendente en la agenda nacional que se marca desde el mismo momento en que se produce el financiamiento de los partidos políticos.
No se puede negar que a diferencia de otros gobiernos, el de Pérez Molina arrancó con acciones más definidas y algunos planteamientos, como el de cambiar la estrategia frente al narcotráfico, que son en verdad importantes no solo porque han oxigenado la imagen del gobernante, sino porque van al fondo de serios problemas que agobian al país. Pero obviamente no se puede esperar que a todo se le entre con el mismo ímpetu y por ello sentimos que hay cosas, como la lucha contra ese sistema perverso de la corrupción, en los que los avances cuestan demasiado y si no que lo diga el pobre doctor Arredondo.
La más odiosa mezcla que ha generado el sistema en Guatemala es esa combinación de impunidad y corrupción porque hace que se pueda jugar a la libre. No hay mucha gente en el sector público dispuesta a buscar cambios porque al fin y al cabo le sacan raja y lo mismo se tiene que decir del sector privado, donde se concretan los grandes negocios. No se dan cuenta, sin embargo, de que siempre vendrá alguien más poderoso que les birlará el negocio.
Cuando en tiempos de Ramiro de León Carpio se perfeccionó el negocio de la venta de medicinas, los que lo hicieron creyeron que dominarían el mercado para siempre; no les duró mucho la alegría porque poco tiempo después vino un tiburón que se hartó a las sardinas y que ahora controla el negocio y distribuye las migajas a los otros para que todos se sientan contentos y nadie proteste. Pero los que generaron la estructura controlando a Salud Pública y metiendo en el costal al IGSS y al Ejército, se quedaron silbando en la loma porque vino uno más grandote que los desplazó. Y ahora el dinero del narco aparece en escena y las empresas “honorables” acaparadoras de contratos, pronto verán que la ruta que trazaron para el trinquete la usan otros, más poderosos y agresivos y, acaso, con una miseria menos de escrúpulos.
Minutero:
Aquí funciona el Estado
para bien de los corruptos;
está tan bien diseñado
que no acepta exabruptos