Si en Guatemala la vida vale tan poco…


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En Guatemala tenemos muchos problemas, demasiados a mi parecer y varios de ellos tienen un efecto nefasto porque nos condenan a seguir siendo un país sumido en el subdesarrollo y en el que la gran mayoría de su gente, además de ser pobre, sin oportunidades y expectativas, sueña con su migración hacia Estados Unidos como la mejor oportunidad de superación personal asegurando, de paso, “la estabilidad de nuestra economía”.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Pobreza, desnutrición, carencias en salud y educación, nula inversión en la gente, un país en total abandono, impunidad a todo nivel, institucionalidad en trapos de cucaracha, tráfico de influencias y corrupción escandalosa, son solo algunos de los muchos problemas que enfrentamos como país.

¿Pero cómo vamos siquiera a unirnos o enfocarnos para enfrentar todos esos problemas, si irrespetamos lo más preciado del mundo: la vida? ¿Cómo vamos a poder combatir la danza de millones que genera la corrupción, por ejemplo, si ni siquiera nos inmuta que por Q100 una persona mate a otra?

La naturaleza del ser humano genera la necesidad de irse adaptando y esa adaptabilidad a nosotros se nos fue de las manos porque ahora la muerte la vemos como algo “normal” de nuestra cultura y diario vivir; “hay que rezar mucho”, “pobre gente” o en el peor de los casos “saber en qué estaba metido” son algunas de las expresiones que nos salen ante los hechos de violencia.

¿Se ha dado cuenta usted, que cuando ocurre una muerte violenta, solo los familiares cercanos a la víctima son aquellos a quienes les cambia la vida para siempre y estos deben vivir sabiendo que esa muerte, no nos sacudirá como sociedad? Sin decirlo abiertamente, pero en silencio agradecemos no ser nosotros los golpeados por la tragedia.

Hechos como el del adolecente de 17 años que perdió la vida a manos de irracionales del equipo contrario o la muerte de las niñas del INCA, aún nos generan una efímera indignación que  dura horas y sí mucho, días. ¿Pero por qué no nos inmutan las muertes de aquellos que por una simple venganza, por un asalto, por una extorsión, entre otros, pierden la vida?

Algo que desde hace muchos años nos ha causado mucho daño y que aplaude cierta parte de la población es el hecho de hacer justicia en propia mano en contra de malhechores, ya sea a través de la limpieza social o de los linchamientos. Pero ello ha contribuido y mucho a la cultura de la muerte que nos aqueja.

Así como alguien puede pensar que una limpieza social, sin consecuencias legales, de mareros y malhechores es el camino, ¿qué los hace pensar que los mareros y malhechores no hacen, a su manera, su propia limpia de quien “las debe”, de quien no paga la extorsión, etc.? Limpia que tampoco tiene consecuencias y esa impunidad es la que termina siendo caldo de cultivo para que nos matemos como que fuera la cosa más normal del mundo.

Hacer justicia por su propia mano no es justificable, aunque se explique porqué nuestro sistema de justicia ha sido instrumentalizado para asegurar impunidad en todo nivel y en todo sentido. Pero el camino para salir adelante no puede y no debe ser el matarnos los unos a los otros sino hay que trabajar por dejar atrás esa indiferencia para luchar por liberar de su secuestro al sistema, en especial el de justicia, para que se convierta en el camino de dirimir los conflictos.

Me leo y veo lo utópico que suenan mis líneas, pero nada ni nadie me quita de la cabeza que ese es el camino para que la vida se valore más y quien transgreda ese principio sufra las consecuencias; si no lo hacemos, si no abrazamos la vida, seguiremos siendo lo que somos al día de hoy y jamás podremos enfrentar los otros tantos demonios que nos aquejan.