Miles de partidarios del clérigo radical chiíta Moqtada Sadr, reunidos para la plegaria de hoy, repudiaron en Bagdad la invasión de Irak por una coalición liderada por Estados Unidos, al cumplirse el sexto aniversario de la intervención.
«Expresamos nuestro rechazo a la injusticia y gritamos «fuera al ocupante»», afirmó el jeque Haidar al Yaberi, responsable del movimiento sadrista, ante una multitud de partidarios en Ciudad Sadr, su bastión popular en el noreste de Bagdad.
Al final de la oración, que se transformó en una manifestación contra Estados Unidos, los participantes quemaron y pisotearon una bandera norteamericana.
El jeque Yaberi convocó a una «gran manifestación» el 9 de abril, en el aniversario de la caída del régimen de Saddam Hussein, luego del ingreso de las tropas norteamericanas en Bagdad.
Ese día, los iraquíes derrocaron, ante la mirada aprobadora de los soldados norteamericanos, la estatua de Saddam Hussein que se encontraba en el centro de la capital.
«Los norteamericanos vinieron para librarnos de un dictador, pero destruyeron el país», dijo Qassem Zamel, un iraquí de unos 60 años cuyos tres hijos, arrestados en marzo de 2003 sin explicación, según él, siguen en la cárcel.
Numerosos chiítas recibieron con alivio el anuncio del comienzo, el 20 de marzo de 2003, de la operación «Iraqi Freedom» (Libertad iraquí).
Sin embargo, durante los meses y los años siguientes, algunos chiítas tomaron las armas dentro de milicias chiítas como el Ejército del Mahdi, de Moqtada Sadr, contra las tropas norteamericanas, que ya enfrentaban una insurrección sunita.
Exceptuando este mitin en Ciudad Sadr, el 6º aniversario de la invasión no fue objeto de celebración ni de conmemoración alguna.
El ejército estadounidense comienza a prepararse para el fin de su misión y su retirada del país. Durante los tres próximos meses, las unidades norteamericanas deberán abandonar las ciudades y aldeas, antes de una retirada masiva, en agosto de 2010, para salir completamente del país el 31 de diciembre de 2011.
En Mosul, la segunda ciudad de Irak, la violenta guerrilla fue debilitada pero no derrotada.
Un pacto militar firmado el año pasado entre Irak y Estados Unidos estipula que los soldados norteamericanos deberán haber partido de las ciudades iraquíes de aquí al 30 de junio. Este plazo da al comandante en jefe norteamericano en la provincia de Nínive (norte), y Mosul, su capital, poco tiempo para terminar con los insurgentes.
«Yo digo a mis hombres que mañana tendremos un día menos que hoy», declaró el coronel Gary Volesky en su oficina de Mosul. «No podemos perder ni un solo día», agregó.
«No sabemos lo que sucederá después del 30 de junio. Eso lo decidirán los oficiales de mayor jerarquía», dijo el coronel Volesky, comandante de la 3ª Brigada de la Primera División de Caballería, al frente de 5 mil tropas en el norte de Irak.
La invasión dirigida por Estados Unidos, ordenada por el entonces presidente George W. Bush, derrotó al ejército de Saddam Hussein, pero desencadenó una rebelión liderada por Al Qaeda y árabes sunitas que dejó al borde de la guerra civil a esta nación de unos 29,6 millones de personas pertenecientes a diversas confesiones.
«Hemos estado matando y capturando a guerrilleros en Mosul durante cinco años», añadió el coronel Volesky.
A pesar de varias operaciones militares, Mosul, habitada por una compleja mezcla de kurdos, sunitas y cristianos, y sometida a lealtades tribales, sigue bajo la influencia de los insurgentes.