En un análisis sobre el gravísimo problema humanitario que representa la condición en que están miles de niños centroamericanos, los panelistas norteamericanos dijeron que el problema tiene mucho que ver con la cuestión de la violencia y la falta de oportunidades y que por ello es que los migrantes menores de edad podrían calificar para ser tratados como refugiados en el concepto que ha utilizado muchas veces Estados Unidos para tratar a quienes sufren en sus países de origen.
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Eso llevó a considerar que Estados Unidos tiene que hacer esfuerzos por ayudar a que mejoren las condiciones existentes en Guatemala, Honduras y El Salvador, no sólo en el tema social, sino por el impacto que tiene la violencia que ellos, los panelistas, atribuyeron a las maras que proliferan aquí y que, según dijeron, tenían su origen en Los Ángeles, desde donde fueron deportados los líderes de las pandillas para sus países de origen, donde crearon y mantienen poderosas organizaciones criminales que surgen luego de esas deportaciones ordenadas por las autoridades judiciales norteamericanas.
Alguien mencionó los miles de millones de dólares que Washington gastó en el Plan Colombia y cómo ese país ha logrado fortalecer sus instituciones y superar en buena medida sus problemas de violencia gracias al apoyo que se dio para incrementar la seguridad ciudadana. Y cuando uno de los panelistas dijo que lo mismo habría que hacer en los países centroamericanos, vino una reacción inesperada de uno de los participantes.
Dijo que los contribuyentes de Estados Unidos no pueden asumir la responsabilidad que no quieren asumir las élites de los países centroamericanos, grupos que se oponen a una justa carga tributaria y que no quieren invertir en sus países para mejorar las instituciones ni la seguridad. Grupos, dijo, a los que poco importa que no haya oportunidades para los jóvenes y que éstos se vean expuestos a numerosos riesgos para emigrar en busca de mejores oportunidades.
Pensé que se iban a despachar con el tema de la corrupción generalizada que hay en nuestro entorno, pero el tema no llegó a ser importante para los que participaban en un debate que tenía como centro de interés el drama humanitario y el callejón sin salida en que se colocó el Presidente Obama con este peliagudo tema cuya solución es compleja, por donde quiera que se le vea.
Porque si hubieran dicho que además de que las élites no querían apostarle fiscalmente a la solución de problemas estructurales en estos países hubieran dicho cómo es que en todos ellos los políticos se vuelven millonarios en el ejercicio del poder haciendo negocios con las estructuras empresariales tradicionales y emergentes, seguramente que le hubieran puesto fin a todo debate sobre la posibilidad de incrementar los niveles de ayuda para que Guatemala, Honduras y El Salvador puedan desarrollar políticas que detengan el flujo migratorio.
El drama humanitario de miles de niños centroamericanos no es consecuencia de la pobreza de estos países porque en los tres hay riqueza y capacidad de producción. Son víctimas de una estructura ancestral de marginación para millones de personas que no tienen siquiera oportunidad de mejorar su calidad de vida porque ni siquiera por la vía impositiva se puede intentar la menor distribución de la riqueza.