Raúl Castro cumple hoy cuatro años al mando de Cuba y mañana encabezará una sesión clave del Parlamento, que debe definir medidas para frenar el grave deterioro de la economía y responder a una creciente demanda de reformas de apertura.
El general de 79 años se abstuvo de hablar el lunes en el acto del 26 de julio, la principal fiesta de la revolución, dejando en suspenso las expectativas de los cubanos, ahora atentos a la reunión legislativa, primera de las dos anuales.
No se descarta la presencia de Fidel Castro, cuya silla permanece vacía en el Parlamento desde que enfermó y cedió el poder a su hermano Raúl el 31 de julio de 2006, aunque no acudió al acto del lunes como muchos esperaban dada su recuperación.
En su octava salida este mes, el ex gobernante, que en 13 días cumple 84 años, se reunió el sábado con jóvenes comunistas, ante quienes arremetió contra Washington por tener a cinco agentes cubanos presos por cargos de espionaje y rechazó presiones para que Cuba libere a un estadounidense que detuvo acusado de espía.
Pese a la mediática actividad pública del líder de la revolución, Raúl Castro protagoniza la política interna y la internacional al comenzar este mes la liberación de 52 presos políticos, aplaudida por la comunidad internacional.
Los cubanos casi nada conocen de esa decisión. Afectados por la escasez y costo de la vida -tienen alimentos subsidiados, educación y salud gratis, pero salario medio de 20 dólares- esperan anuncios de Raúl Castro que no sea solo de ajustarse el cinturón.
El gobernante revisará con los diputados la posible ampliación del plan piloto de arrendamiento de taxis, barberías y peluquerías, para estimular el deficiente sector de servicios; la producción y venta de agroalimentos, que son caros e insuficientes, y el mercado liberado de materiales de construcción.
«Los cubanos aspiramos a más desarrollo y más oportunidades, y para un desarrollo integral se necesitan menos restricciones a las libertades individuales y colectivas», opinó en su revista el Arzobispado de La Habana, encabezado por el cardenal Jaime Ortega, mediador de los presos políticos.
La Iglesia consideró que el dilema de Cuba no es «socialismo o capitalismo» sino «lo que funciona o no», y criticó restricciones como que los cubanos no puedan abrir pequeños negocios privados, invertir, vender o comprar viviendas y vehículos.
Académicos revolucionarios, como el economista Pavel Vidal y el politólogo Esteban Morales, critican la lentitud en los «cambios estructurales» prometidos por Raúl al asumir el poder.
«Proseguiremos con sentido de responsabilidad, paso a paso, al ritmo que determinemos nosotros, sin improvisaciones ni precipitaciones para no errar», dijo el número dos, José Ramón Machado, al dar el discurso en lugar de Raúl Castro.
Afectada por la crisis internacional, la ineficiencia, el paternalismo estatal, el embargo norteamericano y los ciclones, la economía cubana sufre una grave falta de liquidez que detuvo pagos a proveedores extranjeros, la caída de un 34% en el comercio y el desplome de varias actividades.
Desde que relevó a Fidel, Raúl Castro busca incentivar la producción, pero aún no dan resultados esperados la entrega de un millón de hectáreas de tierras ociosas en usufructo o la eliminación del igualitarismo salarial.
La burocracia persiste y el Gobierno comenzó a reubicar a un millón de empleados que sobran -20% de la fuerza laboral- en una economía 95% estatal, por lo que abrirse a la pequeña y mediana iniciativa privada sería una opción.
Aunque declarada «asunto de seguridad nacional», la producción agrícola es insuficiente y Cuba importa 1.500 millones de dólares en alimentos, muchos de los cuales se podrían cultivar en la isla.
Machado reiteró que lo dicho por Raúl Castro de que el Gobierno, sin aceptar «presiones», continuará buscando actualizar el modelo económico cubano, sin apartarse del socialismo.