Preocupa ver que los alumnos serán los que sufran las consecuencias de los actos inmaduros e irresponsables de autoridades de gobierno y dirigentes magisteriales ahora que el gremio se prepara para un nuevo paro de labores que ha de repercutir en la ya tristemente célebre baja calidad educativa del país. Honestamente hablando, los alumnos son víctimas de la incapacidad de unos y otros, porque mientras los educadores pueden ser señalados como tercos y empecinados, no se puede dejar de señalar la falta de seriedad de un gobierno cuyo Presidente en persona asume acuerdos que luego son ignorados simplemente porque no fueron del agrado de la ministra.
ocmarroq@lahora.com.gt
Sólo en Guatemala puede ocurrir que el Presidente sea quien se siente a negociar directamente con un gremio que está en protestas y que el Primer Magistrado de la Nación estampe su firma en un documento para corroborar los acuerdos alcanzados con la dirigencia sindical. Pero más inaudito aún es que luego de que eso haya ocurrido, el papel firmado termine teniendo menos valor que un rollo de papel higiénico, porque simple y sencillamente todo lo actuado, todo lo suscrito no tiene ningún sentido ni obliga a nadie más que a los maestros que deben deponer cualquier actitud de protesta.
Para empezar, fue un grueso error que el presidente Berger se sentara a negociar directamente con los maestros en ausencia de la Ministra de Educación y que suscribiera acuerdos que iban mucho más allá de lo que la funcionaria había estado negociando con el gremio. Pero en este pintoresco gobierno, donde todo se maneja con el pobre criterio del antiguo administrador de finca y no con mentalidad de estadistas, es natural que se den ese tipo de fenómenos que trascienden de lo pintoresco para caer en lo burdo.
Y que luego viniera la ministra a enmendarle la plana al Presidente, informándole que él no tiene facultades para andarse metiendo en lo que no es de su competencia. Es más, hasta las viceministras han sido arrogantes explicando al Presidente que se excedió al firmar el documento y que el mismo no tiene ninguna validez, todo lo cual ha sido tácitamente aceptado por el Presidente de la República.
Y ahora, el colofón, es un nuevo problema para los alumnos, porque serán ellos los que tengan que pagar las consecuencias del paro que los maestros iniciarán la próxima semana. Al final de cuentas es una repetición de la vieja historia, en el sentido de que aquí nadie piensa en el pueblo, en los gobernados, sino que simplemente todo mundo anda viendo el derecho de su nariz. La Presidencia por su incapacidad para honrar compromisos adquiridos; el ministerio por su falta de humildad para entender que negociar implica ceder y la dirigencia por servirse con la cuchara grande cuando hizo sus planteamientos para el pacto colectivo, lo que evidenció que al final de cuentas la educación les importa un pepino, como a todo el resto de los involucrados en este clavo.
Y eso es lo más penoso de todo lo que ocurre, porque evidencia una actitud colectiva de desprecio a las cuestiones de fondo e importantes. Demuestra que los guatemaltecos tenemos un comportamiento equivocado a la hora de establecer nuestros valores y prioridades, porque en este caso cada quien está anteponiendo su propio interés, su propia visión sectaria en vez de entender que lo fundamental aquí son los alumnos y sus necesidades, en las que evidentemente nadie está pensando.