Con alegre serenata se iniciaron el jueves de la presente semana los festejos en honor de Nuestra Señora del Carmen, cuyo altar se encuentra en el Cerrito que lleva su nombre, Cerrito del Carmen, cuya festividad se celebró ayer viernes.
La historia de la llegada de esta bella imagen no solo a tierras guatemaltecas, sino a este entorno citadino, ha sido explicado por historiadores, por una parte, y por otra, se encuentra ampliamente descrita en la «Monografía de la Ermita del Cerro del Carmen», escrita por don Jesús Fernández en 1894, (hace 116 años), e impresa en la Unión Tipográfica – Muñoz & CIA, de la 8a. avenida Sur, Número 3-Edificio Zadik, en 1925.
En las palabras preliminares a este trabajo histórico se lee: «Â¡Recuerdos de la niñez y juventud, benditos seais! ¡Qué hijo de Guatemala no evoca en su memoria los juegos de la infancia en el Cerrito del Carmen!» Esta evocación se ha venido repitiendo a través del tiempo, pues generaciones juveniles a partir del siglo pasado han gozado de más de una diversión en el Cerrito, especialmente al descender en canoas de corozo por su falda que desciende a la actual avenida Juan Chapín, que hace algunos años llegaba hasta la mitad de la arteria, y esa diversión aún persiste.
Hace también algunos años la Feria del Cerrito se celebraba en sus terrenos, y recuerdo y un versito que forma parte de una propaganda comercial que decía: «Â¿Qué tal de Corpus don Mito./ Pues muy bien nía Meteria/, parece que el Cerrito/ ya quiere celebrar también su feria, «y continuaba. Naturalmente, aquello quedaba de sucio y algo dañado, como para contarlo. Desde hace algunos años la feria, que es una tradición cultural de nuestro pueblo, se instala en las afueras del Cerrito.
JUAN CORZ
Pero al cercado y arreglo del entorno, hay algo, que al menos al que esto escribe le agrada en gran manera, y es la colocación de la escultura de Juan Corz, a quien se debe la llegada de la Imagen de la Virgen del Carmen, «en cumplimiento de un deseo de Santa Teresa de Jesús, en el siglo XVI, quien antes de fallecer dejó el encargo a sus hijas Las Carmelitas de ívila, para que cumplieran su voluntad», los datos históricos consignados en esta Monografía expresan: «A principios del siglo XVII llegó a ívila de España, procedente de Tierra Santa, un religioso de la Orden de San Francisco, porque no fue sacerdote, llamado Juan Corz, y natural de la Señoría de Génova, que pretendía pasar a la América. Al saberlo las hijas espirituales de Santa Teresa le llamaron y le dijieron el encargo de que trajese al Nuevo Mundo la imagen de Nuestra Señora del Carmen, que para estas tierras había destinado su Santa Fundadora; Corz aceptó el encargó, y fue admitido por caridad a bordo, haciendo la travesía desde España hasta nuestras costas del Norte en la nave «María Fortaleza», trayendo consigo a la Virgen». De manera pues, que la estatua de Juan Corz en el Cerrito del Carmen, está más que justificada.