La vida de Marie es ya una lucha en la etapa post terremoto de Haití, pero se hará aún más difícil en tres meses, cuando ella dé a luz a su primer hijo. El padre está fuera de escena. Es sólo ella y su madre, prima y hermana. Las cuatro mujeres están viviendo en una gran tienda ciudadana dentro de un refugio improvisado de sábanas que no protegen del agua.
Ellas duermen en una plataforma de piedras que han cubierto con cartón y unas cuantas mantas y almohadas. El calor en la tienda es sofocante. La cara de Marie está cubierta de sudor. El polvo de todos los escombros y humo de la basura cercana que se está quemando llena el aire.
La provisión de comida es muy poca. «El agua que recogemos de una bomba cercana no es segura para beber. Estoy durmiendo mal y estoy realmente preocupada por lo que sucederá una vez que empiecen las lluvias», dice Marie.
Las condiciones de vida son extremas para los más de mil sobrevivientes del terremoto en éste campamento, uno de los cientos que han surgido en Puerto Príncipe después del terremoto del 12 de enero. Pero la vida es más dura para las mujeres y niñas que enfrentan un conjunto de retos. Una de las preocupaciones más grandes de esta niña de 16 años es dar a luz en las condiciones antihigiénicas de este campamento sin ningún apoyo médico.
Angele tiene 18 años y es una de las vecinas de Marie del campamento. Dio a luz un bebé en su tienda recién hace cinco días. El bebé está saludable, pero ella no tiene lo que una madre que amamanta desesperadamente necesita: agua limpia y una fuente confiable de comida nutritiva.
También hay un tema de higiene personal. La gente sólo puede lavarse en público, no hay privacidad. «Yo siempre uso una camiseta cuando me lavo, porque estoy avergonzada», dice Francoise, de 20 años de edad, hermana de Marie. La menstruación es otra gran preocupación para muchas niñas y mujeres.
«No tengo dinero para toallas sanitarias», dice Francoise. «Estoy usando un pedazo de tela, pero es realmente antihigiénico».
Otro reto para las niñas y mujeres es usar el «inodoro», un hoyo en el suelo que todo el campamento está usando. No hay privacidad aquí tampoco y las condiciones son tan malas que las niñas están tan avergonzadas de mostrarse incluso a los visitantes.
Solveig Routier, una asesora de protección a la niñez de la organización Plan Internacional y actualmente enviada a Haití, dice que los incidentes de violencia sexual son más altos en los campamentos sin seguridad organizada y en los cuales las mujeres tienen que caminar una distancia considerable desde sus carpas para usar el inodoro o lavarse.
«En situaciones postdesastre, es crucial que las necesidades especiales de la niñas y mujeres sean atendidas», explica la especialista.
Cuando el sol se oculta, los campamentos son oscuros como el carbón por la falta de electricidad. Francoise está preocupada respecto a un «hombre joven ruidoso» que vaga en los alrededores del campamento en la noche.
Otra niña, Michelle de 11 años, tiene pesadillas cada noche. Como muchas de las niñas en el campamento, ella está aterrada del Lougarou, un espíritu del mal que dice se lleva a las niñas y las come.
Las madres pueden estar contando estas historias a sus hijos para mantenerlos cerca y que no estén corriendo en los alrededores del campamento por las noches. ¿Qué es lo que más extrañan Michelle y su prima Josephine, también de 11 años? «Ir a la escuela», es su rápida respuesta.
Los niños en el campamento no solo sufren de sed y hambre sino también de aburrimiento. No hay juguetes, no hay libros, tampoco un lápiz y papel para dibujar. Unos cuantos niños han construido cometas simples con bolsas de plástico, pero muchos niños permanecen solamente en las tiendas con sus familias todo el día. «Es difícil jugar afuera», dice Marianne de 13 años. «Hay escombros por todos lados y éstos dañan nuestros pies. También está muy caliente. Sólo nos contamos historias y chistes entre nosotros para pasar el tiempo».
Pero hay una esperanza. Un equipo de especialistas de Plan Internacional en Protección a la Niñez ha terminado una evaluación en éste y otros cuatro campamentos cercanos para conocer lo que necesitan más urgentemente los niños, cómo apoyarlos mejor y protegerlos con un enfoque especial en los niños vulnerables.
Hay quince casos documentados de bebés que han sido robados de los hospitales, con muchos incidentes más sin confirmar de tráfico y secuestro en medio del caos, señala Solveig Routier. Y agrega que las niñas en los campamentos están particularmente en riesgo porque son blancos potenciales para la explotación -incluyendo la sexual-, abuso y tráfico.