Señores polí­ticos. ¡No a la improvisación!


Milton Alfredo Torres Valenzuela

íšltimamente he estado atento a las entrevistas que en diferentes medios se han publicado en relación a los proyectos e ideas polí­ticas de los distintos candidatos que aspiran a cargos públicos, especialmente a la Presidencia de la República. Después de leerlas o escucharlas, fácilmente se llega a la conclusión que, en la mayorí­a de casos, lo que impera es la improvisación en todo lo que ellos dan en llamar, Plan de gobierno. Pero, ¿Por qué la improvisación? Porque la mayorí­a de candidatos asume que sus ideas particulares sobre determinados temas son las ideas de sus respectivos partidos, cosa que en la mayorí­a de casos es falsa, porque lo que impera en sus argumentos son opiniones coyunturales que presentan diferentes matices según sea el contexto en que las han vertido. Es decir que no hay unidad en las ideas y, por supuesto, tampoco consistencia ideológica. La causa principal de este fenómeno que evidencia la poca responsabilidad polí­tica de la mayorí­a de los candidatos reside en la debilidad de los partidos polí­ticos que los respaldan. Los idearios (proyectos o planes si es que verdaderamente los hay) no han sido el producto consensuado de los lí­deres regionales ni de sus bases. Las relaciones que se establecen entre los supuestos lí­deres y dichas bases no van más allá de las componendas, producto del tráfico de influencias e intereses electoreros en vista de la satisfacción de necesidades que tampoco rebasan el ámbito de lo personal o familiar. No hay pues un interés nacional en los quehaceres partidistas, sólo intereses electoreros y aspiraciones mezquinas de eventual empoderamiento para aprovechar dicha circunstancia a favor del enriquecimiento ilí­cito.

Pero la improvisación también tiene que ver con la formación académica de los supuestos lí­deres. Con muy pocas excepciones, los candidatos a los más altos cargos públicos no evidencian por ningún lado ningún dominio, ni siquiera el mí­nimo, de los temas clásicos que propone la Historia de las Ideas polí­ticas. En algunas entrevistas han evidenciado su precariedad en relación a su cultura universal, no podrí­amos esperar más. Pero resulta más penoso el hecho de que carezcan de un aparato intelectual sólido que les permita tener una cosmovisión coherente en el ámbito de la Polí­tica. No importarí­a si su formación en ese sentido fuera autodidacta, pues claro está que este es un procedimiento legí­timo que puede muy convenientemente ayudar a la autoformación de quien se aplica al ámbito de lo público, pero como que lo de la formación o autoformación no les interesa. De esa cuenta, lo que impera es puramente lo empí­rico, aquello que exige soluciones inmediatas, pero inconsistentes, salir de los apuros inmediatos sin tener nunca en cuenta la visión de conjunto. Repetir una y otra vez los mismos errores, porque no se tiene la capacidad de evolucionar. La evolución en lo social sólo es posible a partir de la autoconciencia. A partir de la reflexión que en polí­tica debe ser debate, primero en el seno de los partidos polí­ticos y, luego, a nivel interpartidista. El debate polí­tico debe pasar por todas sus fases naturales.

Otro hecho que evidencia la improvisación es la manipulación propagandí­stica. Los supuestos lí­deres creen serlo porque son capaces de invertir millones en sus campañas. Son los lí­deres hechos con pisto y no con verdadero liderazgo. De ahí­ que el liderazgo, entonces, se compra, se manipula, se infla con propaganda y, en los casos extremos, con la amenaza, la prepotencia, el compadrazgo, la intimidación o la muerte.

No quisiera estar en lo cierto, pero creo que a estas alturas, la petición que hago con el tí­tulo de este artí­culo, no es más que un grito en el cielo. Sin querer ser pesimista, creo que lo que nos espera, según las encuestas nos lo dicen, serán cuatro años más de funesta improvisación.