íšltimamente he estado atento a las entrevistas que en diferentes medios se han publicado en relación a los proyectos e ideas políticas de los distintos candidatos que aspiran a cargos públicos, especialmente a la Presidencia de la República. Después de leerlas o escucharlas, fácilmente se llega a la conclusión que, en la mayoría de casos, lo que impera es la improvisación en todo lo que ellos dan en llamar, Plan de gobierno. Pero, ¿Por qué la improvisación? Porque la mayoría de candidatos asume que sus ideas particulares sobre determinados temas son las ideas de sus respectivos partidos, cosa que en la mayoría de casos es falsa, porque lo que impera en sus argumentos son opiniones coyunturales que presentan diferentes matices según sea el contexto en que las han vertido. Es decir que no hay unidad en las ideas y, por supuesto, tampoco consistencia ideológica. La causa principal de este fenómeno que evidencia la poca responsabilidad política de la mayoría de los candidatos reside en la debilidad de los partidos políticos que los respaldan. Los idearios (proyectos o planes si es que verdaderamente los hay) no han sido el producto consensuado de los líderes regionales ni de sus bases. Las relaciones que se establecen entre los supuestos líderes y dichas bases no van más allá de las componendas, producto del tráfico de influencias e intereses electoreros en vista de la satisfacción de necesidades que tampoco rebasan el ámbito de lo personal o familiar. No hay pues un interés nacional en los quehaceres partidistas, sólo intereses electoreros y aspiraciones mezquinas de eventual empoderamiento para aprovechar dicha circunstancia a favor del enriquecimiento ilícito.
Pero la improvisación también tiene que ver con la formación académica de los supuestos líderes. Con muy pocas excepciones, los candidatos a los más altos cargos públicos no evidencian por ningún lado ningún dominio, ni siquiera el mínimo, de los temas clásicos que propone la Historia de las Ideas políticas. En algunas entrevistas han evidenciado su precariedad en relación a su cultura universal, no podríamos esperar más. Pero resulta más penoso el hecho de que carezcan de un aparato intelectual sólido que les permita tener una cosmovisión coherente en el ámbito de la Política. No importaría si su formación en ese sentido fuera autodidacta, pues claro está que este es un procedimiento legítimo que puede muy convenientemente ayudar a la autoformación de quien se aplica al ámbito de lo público, pero como que lo de la formación o autoformación no les interesa. De esa cuenta, lo que impera es puramente lo empírico, aquello que exige soluciones inmediatas, pero inconsistentes, salir de los apuros inmediatos sin tener nunca en cuenta la visión de conjunto. Repetir una y otra vez los mismos errores, porque no se tiene la capacidad de evolucionar. La evolución en lo social sólo es posible a partir de la autoconciencia. A partir de la reflexión que en política debe ser debate, primero en el seno de los partidos políticos y, luego, a nivel interpartidista. El debate político debe pasar por todas sus fases naturales.
Otro hecho que evidencia la improvisación es la manipulación propagandística. Los supuestos líderes creen serlo porque son capaces de invertir millones en sus campañas. Son los líderes hechos con pisto y no con verdadero liderazgo. De ahí que el liderazgo, entonces, se compra, se manipula, se infla con propaganda y, en los casos extremos, con la amenaza, la prepotencia, el compadrazgo, la intimidación o la muerte.
No quisiera estar en lo cierto, pero creo que a estas alturas, la petición que hago con el título de este artículo, no es más que un grito en el cielo. Sin querer ser pesimista, creo que lo que nos espera, según las encuestas nos lo dicen, serán cuatro años más de funesta improvisación.