Señor Fukuyama, le saluda la historia…


«La hegemoní­a se construye en la vida cotidiana con palabras clave», señalaba S. Tischler en un reciente foro sobre globalización neoliberal y desarrollo social. De tal cuenta que la libertad ha sustituido a antagonismo; ahora se usa representación, consenso, tolerancia, individuo, conceptos todos que diluyen la idea de lo antagónico en las relaciones sociales. En ese mismo orden de ideas, la noción liberal y luego neoliberal acuñó en la cotidianidad la ligazón entre ineficiencia y Estado, y la eficiencia fue cada vez más relacionada a la empresa privada y al mercado. Más aún, lo neoliberal se diseminó por toda la vida y el tiempo cotidiano como un sistema total y hegemónico, y no sólo en la dimensión económica.


Fue en 1989 que se formuló el Consenso de Washington, receta que dictó una serie de reformas polí­ticas y económicas a partir de la visión y el deseo de Washington, para ser implementadas en los paí­ses de Latinoamérica. Más tarde dicha fórmula se extenderí­a a otros ámbitos del mundo y se concretarí­a así­ el desarrollo del modelo neoliberal. El recetario diseñado incluí­a: disciplina fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público; una reforma impositiva; liberalización de las tasas de interés; una tasa de cambio competitiva; la liberalización del comercio internacional; la liberalización de la llegada de inversiones extranjeras directas a los paí­ses; privatización; desregulación; y los derechos de la propiedad. Esta lista más tarde serí­a ampliada y ajustada.

Fue también en ese contexto que Francis Fukuyama provocara el ensayo sobre El Fin de la Historia en la que predecí­a la conclusión de la antagoní­a ideológica para dar pie a la imposición económica del modelo liberal ajustado, o más bien llamado neoliberal.

Lo que trato de ilustrar es la connotación que tiene lo neoliberal, cuando irrumpió como fórmula ajustada y renovada del liberalismo, ante un inminente inicio del agotamiento del modelo capitalista, que ya desde la segunda mitad del siglo XX empezaba a dar muestras de agotamiento. Hoy dí­a el decaimiento de la economí­a norteamericana, el alza de los precios del petróleo y la baja del dólar son más que evidentes signos de los tiempos. El neoliberalismo se tornó entonces como la forma violenta y desesperada de hacer «exitoso» el modelo en realidades olvidadas.

Fukuyama y los socialdemócratas

Hoy después de casi 20 años de aquel recetario mágico, dicen los mismos académicos norteamericanos, es la era After Washington Consensus, y Francis Fukuyama de visita en Guatemala para saludar a la administración socialdemócrata de Colom, plantea las siguientes reflexiones a manera de «lecciones aprendidas»: «La bondad de un Estado no depende tanto de lo mucho o poco que abarque, es decir si es grande o pequeño sino de su fortaleza y su capacidad para cumplir con sus propias funciones». Dijo, además, que en estos lugares del planeta como Guatemala, ya estarí­amos en otro estadio del desarrollo si el Estado hubiera cumplido con sus funciones. Incluso se permitió decir que el desarrollo de un modelo de riqueza que provea las condiciones para salvar la inequidad sólo será posible si hay un compromiso del sector privado. Para el señor Fukuyama el Estado debe ser de brazos cortos, pero fuertes.

Esas reflexiones fukunianas post Consensus alentando la idea que siempre sí­ con el Estado pero que no sea tan grande, solo me dejan aquel sabor de burla que producen los vendedores de camionetas que promueven elí­xires curalotodo. Lo que digo es que cuando finalmente supimos que las respuestas no eran las correctas ya nos habí­an cambiado las preguntas.

í‰lites de Guatemala llegaron

tarde a la lógica liberal

La fórmula de democracia liberal y economí­a de mercado liberalizado no dio resultado en ámbitos como el de Guatemala porque las élites de este paí­s llegaron con retraso a la lógica liberal. Para reducir o privatizar un Estado, antes habí­a que haberlo creado y en Guatemala el desarrollo del marco institucional quedó supeditado y enredado a dichas élites, en una dinámica clientelista que lo tiene sumido y anclado.

Pese a que el mundo parece navegar en el mar de la incertidumbre, hay esperanzas y aquellos que fueron considerados como economí­as inviables u olvidadas, resurgen desde la historia finalizada y le dicen al señor Fukuyama: «Aquí­ estamos… somos sujetos del cambio que produce el antagonismo, y no objetos del reformismo».