Señor del descendimiento de la catedral antigüeña


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A la memoria de don Julio Rodríguez, eterno sacristán de la iglesia Catedral.

Cada vez aumenta mi admiración a los vecinos de la ciudad de Santiago de Guatemala, que con valentía y coraje, se opusieron a las despiadadas órdenes de traslado, emanadas del furibundo capitán don Martín de Mayorga, que jamás pensó que iba a encontrar una dura resistencia.

POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.
Excronista de Antigua Guatemala

Y a pesar de nombrar con todos los poderes a Fernando del Sobral para ejecutarlas, la resistencia fue dura y evitaron el traslado total de los habitantes y la demolición de la ciudad, como era su deseo y lo repitió tantas veces, como lo dejó bien  claro en el bando del 28 de junio de 1777.

“Y mando a todos los vecinos estantes, y avitantes de la antigua Guatemala que dentro del preciso, perentorio término de un año salgan de aquel proscrito suelo y se establezcan en esta Ciudad, o sus Arrabales, en la inteligencia cierta, que en no verificándose su establecimiento en esta Nueva Capital dentro del término citado, se tomarán las providencias correspondientes, y executables a su salida y total destrucción, y exterminio de aquel pueblo.”

Ni abandono, ni destrucción,  ni exterminio fueron posibles por la gallarda bravura de sus habitantes y ni Guillermo Macé, fiel ejecutor de don Matías de Gálvez, logró vencer a los vecinos altivos que resistieron a pesar de cortarles agua y suministros. Macé los amenazó con  términos precisos de abandonar la ciudad en el “incontinente” tiempo de quince días, Aumentó que si en quince días no lo abandonaban, los enviaría presos a la Ermita. Después los amenazó “…con orden superior, debía mandar y mando: que en término perentorio de veinte y dos días…salgan de este terrible suelo…” Ninguna amenaza debilitó la firme decisión de los vecinos terronistas.

El desmantelamiento de instituciones reales, civiles, educativas y religiosas, fue inminente. Y el envío de escombros y materiales utilizables, quedó minuciosamente registrado en el Libro de los Gastos de la Traslación de materiales y escombros de la Antigua Guatemala, comprendida entre los años de 1776 a 1782, a cargo de don Manuel de Galisteo.
  Fueron años turbulentos para los vecinos terronistas. En ese ínterin,  aprovecharon guardar en sus casas de habitación o en sitios seguros,  enseres e imágenes  que años después volvieron a las iglesias por libre voluntad y otras por compra-venta, tal el caso del Señor Sepultado y la Sma. Virgen de Soledad de la Escuela de Cristo. Otras –en cambio- las mantuvieron como su propiedad familiar. Virgen de Concepción, Virgen de la Candelaria, La Santísima Trinidad, Cuadro del Espíritu Santo y varios Niños Dioses de diferente tamaño.

  Ese gesto de valentía, permitió que las iglesias antigüeñas, tengan en sus altares, imágenes bellísimas de sólida devoción y otras que embellecen las solemnes procesiones de su devota y majestuosa Semana Santa.
  En varias iglesias quedaron abandonadas valiosas imágenes que quizá, por falta de tiempo no pudieron llevar. He contado que el año de 1948, con don Rafael Tejeda Jacinto, encontramos  abandonadas en sus hornacinas a varias imágenes en las ruinas de San Gáspar Vivar. Don Rafael pidió permiso para llevar dos imágenes a la iglesia de San Juan Gascón y las demás pasaron al Museo Colonial.

   La iglesia Catedral Metropolitana fue literalmente desmantelada. Se nutrió de imágenes y enseres de la iglesia del Señor San José, de la Capilla universitaria,  de varias iglesias filiales: Santa Inés, Santa Lucía, San Lázaro, Escuela de Cristo y por personas particulares. El origen de las imágenes y enseres, está anotado como el de las personas que las donaron, cuyo testimonio está  en los  dos  inventarios que publiqué.
  Al no permitir restaurar nada, la ciudad de Santiago de Guatemala era a finales de 1700, una ciudad de ruinas, casas desabitadas y de calles con escombros, además de literalmente abandonada.

  El culto religioso era inexistente porque lo esencial –imágenes y enseres-  ya había sido trasladado a la Ermita.

  Las Cofradías eran nominales sin principal. La única ceremonia especial, allá por 1804, era –en la iglesia principal: La Merced- sede de la Parroquia de San Sebastián, a la Santísima Virgen de Dolores con una donación de dos cientos pesos y los réditos de diez  para adornar su altar con flores y velas, celebrar una misa solemne acompañada de música y exponer la imagen a la veneración de los fieles. En las demás  iglesias filiales, la misa de palmas y el sermón del descendimiento.

  Es importante resaltar que, en el inventario levantado el 18 de Febrero de 1816, con ocasión de la visita canónica a la iglesia Catedral antigüeña,  del Arzobispo de Guatemala, su Ilma.  Dr. y Mtro. don Ramón Casaus y Torres, encontramos las imágenes de una Virgen de Soledad de vestir y sobre todo, la imagen del Señor del Descendimiento –como entonces se le llamaba al Señor Sepultado-  de tamaño de dos varas, con su colchón y almohadas de Damasco. También de una cruz del Descendimiento de cinco varas de alto y algo novedoso “…unas andas en que se pone la Humana del Señor.”

  La Cofradía de la Soledad nació, justo, para acompañar a la Virgen en ese triste momento. Arroparla para que no se sintiera sola. La Virgen de la Soledad tuvo primacía sobre la imagen del Señor Sepultado.
  En mi libro “Semana Santa en la ciudad de Santiago” digo: “El 19 de enero de 1598, el Papa Clemente VIII, proclamó una Bula Pontificia ‘concedida a las Cofradías de Predicadores que están en las Indias…’ y agregaba que ‘…los fieles cristianos que las habitan movidos de la devoción a la Santísima Virgen María Madre de Dios an fundado las Cofradías con nombre y vocación de la Soledad de la Siempre Virgen María, cuyos cofrades entre otras obras de piedad en que se ejercitan acostumbran el Viernes Santo llevar la Ymagen de Nuestro Salvador después de averla descendido y bajado de la Cruz en solemne Procesión…’ y otorgaba indulgencias plenarias a quienes participen en dichas ceremonias.” Este es el origen de la solemne procesión del Señor Sepultado de Santo Domingo que llega a nuestros días.
 
       El respaldo documental de este dato, lo encontramos en el  Inventario de la visita Canónica que  el 18 de febrero de 1816 hizo a la iglesia Catedral el arzobispo de Guatemala, su Illma. Dr. Mtro. don Francisco Casaus de Torres, aparece el Altar de N.S. de la Soledad “Ytem. un retablo compuesto de varias piezas, y en el medio colocada una Ymagen de Ntra. Señora de la Soledad de una vara y tres cuartas de alto con su peana forradas de espejo azogado, daga y resplandor dorado. El vestido: una tunicela de cambray y manto de terciopelo negro viejo y al cuello tiene un rosario, que dio la señora Oydora Doña Teresa Aguado. Ytem. sobre la mesa del altar una Urna forrada de espejos donde está colocada la imagen del Señor del Descendimiento de tamaño de dos varios, con su alba, colchón y almohadas de Damasco. Un Cristo pequeño de metal en el medio del altar. Ytem. Una Cruz del Descendimiento de cinco varas de alto. Ytem. Unas andas en que se pone la Humana del Señor.”

  Con estos datos parece que estamos ante la primera ceremonia de Pasión y la primera procesión que se realizó en la arruinada ciudad de Antigua Guatemala, después del terremoto y con la que se inició las que hoy son solemnes y majestuosas.
  El inventario respalda los dos actos centrales de la pasión: el imponente de la Crucifixión y el piadoso del Descendimiento.  Luego la colocación de la imagen del Señor del Descendimiento –Sepultado- en  su urna de cristal  y la procesión “-en las andas-” sin indicar itinerario y la de Ntra. Sra. de la Soledad, que ocupaba un  lugar especial en la iglesia.
   Porque además de las dos imágenes principales, tenían la cruz, la urna con su colchón y almohadas y las andas para transportarlo. Por lo que repetimos, que podemos  estar ante la primera procesión de la Semana Santa Antigüeña.

  Al surgir la misma ceremonia en la iglesia de la Escuela de Cristo, el culto se opacó y así discurrió mucho tiempo.

  El altar Mayor de la iglesia de la Catedral fue aprovechado para levantar el gran Monumento al Santísimo Sacramento el día Jueves Santo, devoción que se fue apagando a raíz del fallecimiento de su mantenedor el Sacristán Julio Rodríguez.

  Las dos imágenes permanecieron sin culto durante largo tiempo, en un altar colocado al sur de la nave oriental. Fue hasta que el presbítero Filadelfo Vega se interesó por renovar su culto. Fundó la primera Hermandad y  logró que su Eminencia Mario Cardenal Casariego, lo Consagrara en una ceremonia especial y el Viernes Santo 28 de Marzo de 1986, recorrió de nuevo  procesionalmente las calles antigüeñas en corto itinerario. .

  Actualmente al mediodía del Viernes Santo, se realiza públicamente el acto de la Crucifixión y a media tarde –después del Descendimiento-  recorre en solemne procesión, las calles antigüeñas, con  aumento cada año de  fieles y acompañantes.