Sencillo homenaje al periodista Aní­bal Archiva


    En medio de la tragedia provocada por la erupción del volcán de Pacaya, que causa ví­ctimas fatales y daños materiales cuantiosos, me detengo a pensar en el arduo y a veces sacrificado trabajo de  reporteros, fotógrafos y camarógrafos de los diarios impresos, radiales y televisivos, que en circunstancias difí­ciles no miden las consecuencias y realizan su actividad con temeridad, a fin de informar a la población  de lo que acontece…

Eduardo Villatoro

   No voy a lanzar fáciles elogios a los canales de televisión que el jueves cubrieron con profesionalismo el fenómeno volcánico y sus consecuencias, porque, después de todo, es una labor que, por su naturaleza, deben realizar sin esperar encomios, toda vez que están cumpliendo con su deber.

   Sin embargo, cuando la muerte arrebata violentamente la vida de un afanoso reportero sin í­nfulas de estrella televisiva, lo menos que puedo hacer es rendir público homenaje a su memoria, a sabiendas de que mis palabras escritas únicamente persiguen servir de consuelo a sus familiares más cercanos.

   Como seguramente usted estará enterado, anteayer, entre las 4 y 5 de la tarde, aproximadamente, cuando se iniciaba la erupción del volcán de Pacaya en toda su furia, Marco Aní­bal Archila y Byron Secaira, reportero y camarógrafo de Noti 7, en su orden, intrépidamente se acercaron a una distancia muy próxima al cráter, en la parte superior del cono adventicio, momento en que una piedra impactó en la cabeza de Aní­bal y otras partes de su cuerpo, lo que le causó la muerte, al parecer en forma instantánea, mientras que su compañero corrió con mejor suerte, porque, aunque herido, logró sobrevivir y fue trasladado a un centro asistencial.

   El reportero Archila contaba con 40 años de edad y 20 de ejercer el periodismo, y al fallecer deja en la orfandad a dos pequeños hijos, una niña, Andrea de 9 años, y Diego, chiquillo de 2 años de edad, que quedarán al cuidado de la madre, señora Carolina Garcí­a, quien lamenta desconsolada la desaparición de su esposo.

Para algunos funcionarios de diferentes épocas y distintos gobiernos, el reportero no es más que un mensajero de noticias que debe estar presto al llamado a conferencias de prensa, a fin de que transmita la información oficial que a aquellos les interesa, o es una persona entrometida e impertinente que sólo se dedica a husmear en terrenos que supuestamente no son de su incumbencia en búsqueda de noticias que el burócrata de altos vuelos califica de sensacionalista; mientras que para el guatemalteco común y corriente, el reportero tiene privilegios especiales porque puede ingresar a lugares que le están vedados al ciudadano sin carné de prensa, además de que tiene el dudoso  honor de codearse con los presidentes de los tres organismo del Estado, con ministros, empresarios y otros personajes de la misma casta.

   Pero muchos ignoran que el reportero, especialmente el de la crónica roja o de sucesos, debe estar exodito en cualquier momento para acudir al lugar de los hechos conflictivos o de calamidades, que a veces pueden derivar en la cita con la muerte y el último encuentro con el micrófono en la mano, como le ocurrió a Aní­bal Archila, a quien rindo mi sencillo, emotivo y sincero homenaje en mi condición de viejo reportero en desuso. Mi pésame a su madre, doña Marí­a Ester Gutiérrez, a su esposa y sus compañeros de Noti 7.

   (El camarógrafo Romualdo Tishudo cita al escultor español: José Piquer: -La muerte está tan segura de vencernos que nos da toda una vida de ventaja).