Amenazas, intereses políticos y militares, persecución y largos procesos legales es lo que viven las partes involucradas en procesos judiciales en contra de personas acusadas del delito de desapariciones forzadas.
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En los últimos meses, tres casos han sido los más sonados, el caso de Chuatalum, Chimaltenango, en donde ya condenaron a una persona; un caso que está pendiente de aperturar juicio, el de la aldea El Jute, Chiquimula y el caso de la desaparición del líder sindical Fernando García que se lleva en la ciudad capital, en donde ya hay dos personas procesadas legalmente.
Según Mario Polanco, representante del Grupo de Apoyo Mutuo, asociación que ha dado acompañamiento a casos similares, llegar a una condena en casos de desapariciones forzadas es casi que imposible, porque los acusados mueven influencias, «pero siempre habrá un clamor de justicia», aseveró Polanco.
«Los casos como éstos que son de lesa humanidad, por lo tanto no pueden quedar en la impunidad», expresó el entrevistado, además agregó que los procesos son difíciles y se tardan años para resolverse, «lo cual, lo único que demuestra es la impunidad que impera en el sector justicia del país».
El delito de desapariciones forzadas fue tipificado hasta el año 1996 y junto con el delito de genocidio no cuentan con amnistía.
Para Raquel Celaya, representante de ASIES, el análisis de toda la información que esconde los archivos de la extinta Policía Nacional es primordial para lograr condenar muchos casos de lesa humanidad que se cometieron durante el conflicto armado interno.
643 masacres se registraron en el conflicto armado.
90% se le atribuyen al Ejército.