Bien le decían a la mujer del César que no sólo había que ser sino además se tenía que aparentar y eso viene como anillo al dedo ahora con el pobre desempeño del Tribunal Supremo Electoral en el manejo de la información del proceso electoral del pasado domingo, cuando fue incapaz de manejar el flujo de datos que se produjo en las mesas receptoras de votos y ni siquiera los conteos de la capital, usualmente los primeros en llegar, estuvieron en poder del TSE y de la opinión pública en forma completa hasta ayer después del mediodía.
No se puede señalar de anomalías en los datos al Tribunal ni hay bases para que alguien sustente una acusación de ese tipo. Ciertamente las encuestas fallaron estrepitosamente en cuanto a los porcentajes de intención de voto que atribuyeron a los electores, demostrando por enésima vez que Guatemala es un país donde ese instrumento de medición del comportamiento de la opinión pública no es confiable, por más que los patrocinadores digan que tuvieron un “alto porcentaje de aciertoâ€. Ya hemos dicho que el resultado de las encuestas es vital en el proceso, no sólo porque a los principales foros y debates solo invitan a los punteros, sino porque se limita la capacidad de obtener recursos a otros candidatos que, en nuestra pistocracia, nunca logran levantar vuelo por ese factor.
Pero volviendo a lo del Tribunal Supremo Electoral, lo más censurable de todo es la falta de entereza para explicar lo ocurrido y asumir responsabilidades, puesto que definitivamente tienen que darle infinitas gracias al Creador de que hubiera desaparecido buena parte de la polarización que marcó este proceso electoral, porque si eso hubiera persistido y se da esa misteriosa tardanza, a estas alturas los malos pensamientos estarían rondando todas las cabezas.
Para fortuna de ellos la gente no ha llegado a pensar mal sino que simplemente considera incapaz el manejo que se hizo del proceso. Hay rumores de fallas en el sistema, de incompatibilidad entre los programas de algunas juntas distritales con las departamentales y de éstas con el del mismo Tribunal, lo cual sería inaudito y totalmente inaceptable porque se hicieron pruebas y simulacros. El caso es que a estas alturas el TSE no ha dado la cara con entereza para explicar qué pasó y eso sí que es sumamente grave para su misma credibilidad y para la confianza en un sistema de elecciones que se ha ido salvando como gato panza arriba de las críticas fundadas que la ciudadanía hace a nuestro modelo político. Explicar la tardanza en forma lógica y creíble es una obligación.
Minutero:
Las horas fueron pasando
y no había resultados;
algunos se están preguntando
si no fuimos pendejeados