Estoy en los pasos perdidos de una vida llena de recuerdos, que hoy, pesan más, que lo cotidiano. Cada fecha sellada por la cristiandad, era contrastada por las viandas de antaño, preparadas en fogones de leña, acompañados los platillos con productos de la huerta, cultivados en todos los patios traseros de las casas de antaño, que sembraban con calendario en mano, para cosechar, justo a tiempo de cada celebración de la Santa Madre Iglesia Católica, con todos los Santos Patronos, incluidos en la larga lista, donde no quedaba afuera, la conmemoración de cabos de año del muerto reciente de cada familia, que tampoco se salvaba de la hechura del plato típico, los tamales, que para los guatemaltecos, siempre encuentran acomodo en cuanto cohete suene, salen los guisos de masa, recado y carnita envueltos en hojas de plátano o tusas.
Ahora que las marchas fúnebres terminaron, aún persisten los recuerdos de las viandas de la fecha; pescados a la vizcaína, arroz con verduras, almejas, berberechos, mejillones, calamares en su tinta, bañados con parmesano y adornado con espárragos; artículos comprados en el Comisariato del Ejercito, con tarjeta o con encargo de parientes militares. Tampoco han de faltar las conservas de la estación, mangos, papaya, piña, y las torrejas bañadas con almíbar.
Además del trabajo que implica, la preparación de dichas comidas, la dilapidación que ejerce, para estar a tono con las fechas, también el estreno de las damas de la casa no ha de faltar, como indispensable será el estreno tanto de madrileña, como de traje de baño, para celebrar, siquiera un día al año, el festejo del Sábado de Gloria, en los baños de agua caliente de Amatitlán, y los más afortunados al Puerto de San José, con la canasta a cuestas de las sobras de los guisos. ¿Estamos mejor o peor que antaño?
Y viéndolo despacio, no sé si tiempos pasados fueron mejores, pero, de lo que sí estoy segura es que en el recuerdo quedan impresos hasta los olores de los guisos de la casa de cada uno de nosotros, de la zona 1.