Semana Santa en Guatemala, ¿Patrimonio de la Humanidad?


Procesión La Antigua Guatemala. Deccio Lizzardy Serrano Sánchez.

El año pasado, el Gobierno declaró a la Semana Santa en Guatemala como Patrimonio Cultural Intangible de la Nación; dentro de esta época, confluye una serie de acontecimientos y elementos culturales que, ciertamente, hacen de este perí­odo quizá como el más rico en este sentido. Sin embargo, ése fue sólo el primer paso para lograr que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declare este evento como Patrimonio de la Humanidad.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Vaso Sagrado Maya, perí­odo clásico tardí­o del 600 al 900 DC. Justin KerrProcesión en la Nueva Guatemala de la Asunción, 1906. Colección privada.PORTADA-contempla-fin

Como parte del proceso, Felipe Aguilar tuvo la idea de editar un libro, el cual finalmente se llamó «Contemplaciones», el cual sirvió de la base cientí­fica para que la Semana Santa pudiera ser declarada Patrimonio Cultural.

A lo largo de estas letras, se reflexionará sobre por qué la Semana Santa en Guatemala ha logrado ser el «evento» cumbre de nuestra cultura, y se intentará responder si, ciertamente, merece la mención de ser Patrimonio de la Humanidad.

CONSIDERACIONES INICIALES

Para algunas personas podrí­a parecer chocante la idea de llamar «evento» o «celebración» a la Semana Santa. Dentro del ámbito católico, se preferirí­a un poco más de respeto, ya que este perí­odo se centra en la reflexión y, sobre todo, en el recuerdo de la pasión y muerte de Jesús.

Y, en ese sentido, haber declarado a la Semana Santa como «Patrimonio Cultural» invisibiliza el carácter religioso y mí­stico de esta conmemoración. Los aspectos «culturales» más bien deberí­an entenderse como meras circunstancias que giran en torno a la creencia de fe. De hecho, primero habrá sido la fe y los ritos que se hacen para celebrarlo, y después la conjunción de aspectos culturales.

Otro aspecto por tomar en cuenta es que reducir todo este perí­odo ritual a sólo la Semana Santa, podrí­a ser señal de desconocimiento temporal del evento, ya que este fenómeno religioso-cultural da inicio con la Cuaresma, la cual, unida a la Semana Mayor, da casi 50 dí­as de intensa actividad religiosa.

Además, se debe tomar en cuenta que, de medio siglo para acá, la sociedad guatemalteca no debe calificarse como «eminentemente» católica; hoy dí­a, confluyen más religiones, e incluso aumenta la cantidad de agnósticos y ateos, por lo que hay que valorar que la Cuaresma y Semana Santa atrae, religiosamente, a la mayorí­a -aún- de la población, pero para otros puede ser chocante la idea de declarar un evento como «patrimonio nacional» cuando no comparten la misma fe.

Hecho similar podrí­a identificarse con el reciente anuncio del vicepresidente Rafael Espada de querer declarar Patrimonio Intangible de la Nación a la Caravana del Zorro, más identificado por sus intereses personales como amante de la motovelocidad, que como un análisis sesudo de lo realmente guatemalteco.

Ello, por ejemplo, deberí­a ser un elemento por tomar en cuenta; declarar un evento como «patrimonio nacional» significa que todos, o al menos la gran mayorí­a, están dispuestos a contribuir en su protección; usualmente, la UNESCO toma estas posturas para pretender preservar el fenómeno cultural, suponiendo que está desapareciendo. Y, aún así­, tomando en cuenta ello, podrí­a considerarse un criterio errado el haber declarado patrimonio nacional, ya que la Semana Santa es un evento cumbre de nuestra sociedad, y está lejos de desaparecer. O, en otras palabras, se está haciendo más a manera de homenaje.

Pero la reflexión de que si la Cuaresma y Semana Santa es Patrimonio Nacional está fuera de discusión, por ello ya fue declarado. Actualmente, se busca que se declare Patrimonio de la Humanidad; ¿dará para tanto?

¿PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD?

De entrada respondo que sí­. Sí­, porque la conjunción de aspectos religiosos, culturales e, incluso, cosmogónicos, han hecho de la Cuaresma y Semana Santa de Guatemala un fenómeno único. En otros paí­ses, especialmente en España, el evento es similar, pero no ha cobrado el realce que se da en este paí­s centroamericano.

En un análisis cultural, se puede observar y separar las distintas manifestaciones culturales que conforman este fenómeno, y es perceptible la riqueza que posee. Presenciar la Semana Santa en Guatemala debe ser una experiencia única en el mundo y que logra que se modifique la conducta del espectador, por lo que sí­ es válido considerar que este evento ofrecerá revelaciones a cualquier persona de cualquier parte del mundo, incluso si no comparte la misma fe.

Sin embargo, considerarse patrimonio de la humanidad, certificado por la UNESCO, sirve, más bien, para etiquetarse como tal y «venderse» alrededor del mundo, lo cual traerí­a como implicaciones mayor número de visitantes extranjeros en esta época; pero como si se tratase de un San Fermí­n en España, esta certificación no implicarí­a nada a la práctica, a la preservación y a la trascendencia, además de que el evento de fe queda subyugado a criterios que surgen del interés económico.

Alrededor del mundo, la UNESCO ha logrado ejercer cierta presión para obligar a los Gobiernos y a las personas que protejan el «patrimonio de la humanidad», con la sola idea de que si no se preserva, que le despoja de esa etiqueta. Pero, pese a ello, no se ha logrado proteger a ciertas expresiones culturales, como los Budas Gigantes de Bamiyán, que, pese a la advertencia, fueron destruidos. Sobre todo, porque se exponen criterios desde el plano económico-turí­stico, cuando el conflicto tiene otra esencia, como el de los talibanes con los Budas. Y, en el caso de la Semana Santa en Guatemala, se pretende obviar la verdadera esencia que la sostiene, que es la religiosidad.

ELEMENTOS CULTURALES

Pero, pasando a otros planos más felices, la Cuaresma y Semana Santa en Guatemala, ciertamente, poseen elementos culturales que la posicionan como un evento único en el mundo. Para la cultura guatemalteca, también se convierte en el perí­odo de mayor expresión en todos los ámbitos, desde el arte hasta las costumbres.

El ya mencionado libro «Contemplaciones» se basa en el análisis sociológico, antropológico y artí­stico de la Semana Santa. Inician con una descripción histórica sobre cómo se fue constituyendo estas manifestaciones de fe en el paí­s. Luego, se basan en las descripciones del arte de la Semana Santa, que va desde la escultura, la pintura, la música, la arquitectura y, un poco menos, la literatura.

Además, valora otras expresiones culturales, de carácter efí­mero, como la construcción de las alfombras y huertos, la comida, para terminar en un análisis antropológico.

ANíLISIS DE UN CORTEJO

La Cuaresma y Semana Santa se basan en las salidas procesionales de las imágenes, que pasan el resto del año dentro de sus urnas, incluso, algunas fuera de la vista del creyente. Sin embargo, existen otros rituales de fe, como los Ví­a Crucis, los rezados o las velaciones, que no son tomadas tan en cuenta en el análisis que realizan en «Contemplaciones».

Pero, el fenómeno procesional sí­. Un cortejo procesional puede ser visto como una mera «distracción», la cual incluso es gratuita, y ofrece gran variedad de elementos para observar. Pero, la gran mayorí­a acude a las procesiones por fe.

Las imágenes han merecido la mayor parte de los estudios, ya que la belleza, la historia, así­ como la escuela de arte, puede ser identificada en sus rostros.

También, debe contemplarse los adornos con los que ornamenta el anda procesional. Gran parte de estos forman una especie de simbologí­a para el pueblo católico. Pero, hay que recordar que las procesiones, en su inicio, tuvieron como función principal el «catequizar» a un pueblo, por lo que sacando a las imágenes de los templos se podí­a tener más acercamiento con la gente, en lugar de que ésta llegara a las iglesias.

Por esto, los sí­mbolos de las procesiones tendrán un significado sólo perceptible por los católicos (y tal vez ni siquiera para la mayorí­a de ellos).

Sin embargo, los sí­mbolos como la cruz, los ángeles, las iconografí­as de los santos y otros que a veces pasan inadvertidos, forman parte del inconsciente colectivo, no sólo del pueblo católico, sino de la mayorí­a de guatemaltecos.

Normalmente, las procesiones traen algunas leyendas con las que se pretende explicar la alegorí­a del anda, pero en la mayorí­a de los casos los sí­mbolos católicos son los que darán a entender un mensaje ininteligible a través de las palabras.

Aparte de los preparativos del anda está también la preparación del pueblo, en especial de las familias que viven en calles donde el cortejo pasará. Existe cierto encanto, incluso incomprensible para algunos, el hecho de tener que hacer una alfombra, cuya preparación puede durar horas, para que todo quede destruido en pocos segundos. Este fenómeno efí­mero puede generar grandes huellas en el alma.

Por el momento, tanto la simbologí­a del anda como lo efí­mero de los preparativos tendrán sus repercusiones, pero aún hace falta pasar por otros procesos.

ESPERA

La espera es una de las partes más esenciales del ser. En la espera el espí­ritu se prepara para lo que viene; incluso, con una buena preparación se puede hasta «purificar» el alma, para que esté lista al fenómeno que viene a continuación.

En las procesiones, la preparación de una alfombra, que puede empezar hasta una noche antes, es parte de esa espera, con la cual el alma poco a poco empieza a asimilar el proceso.

Para quienes no hacen alfombra, por lo menos en las procesiones más concurridas, es necesario que aparten su «pedacito de banqueta», para poder ver en primera fila el cortejo procesional, incluso si es necesario esperar hasta más de una hora, este sacrificio vale la pena.

El anda procesional viene precedida de una larga fila de cucuruchos, así­ como mensajes simbólicos que introducen al espectador para lo que verán más adelante.

Es usual que antes de que inicie esta fila, que comúnmente alcanza más de los 300 metros, pase un encargado para pedir que los observadores despejen el camino y que se pongan de pie.

Aunque parezca un poco exagerada esta actitud también sirve para preparar, ya no sólo el alma, sino el cuerpo para el cortejo venidero.

Poco después, unos músicos vestidos de romanos pueden pasar tocando una fanfarria con instrumentos de viento metal, anunciando que, formalmente, se está iniciando la procesión.

La fanfarria de metales es un sonido, aunque agradable, muy incisivo, que penetra el alma. Luego, el hecho de pararse prepara el cuerpo. Ahora, con el incienso, el ambiente se torna hasta un poco borroso, como si se estuviera en un sueño.

En cierto momento, y si el espectador tiene la disposición, estas tres actividades hacen que se conecte la realidad perceptible con el alma.

También es común que se aromatice la calle con incienso. Este elemento ha estado vinculado con la tradición religiosa de casi todas las culturas. Se dice que el incienso puede llegar a purificar a la gente.

De hecho, todos los sentidos han participado para introducirse al proceso. La comida dulce que se ingirió antes de la procesión; el contacto visual con las alfombras y con un grupo de gente que viste diferente; el sonido de los metales, y el olor del incienso, hace que nuestro cuerpo se prepare para lo que viene.

IMíGENES

No todas las procesiones son, desde el punto de vista del número de los espectadores, exitosas. Las imágenes que no son consideradas «bellas» no atraen a un gran grupo de personas.

Pero, los Cristos Nazarenos de la Parroquia Vieja, de San José, de La Merced o de Candelaria, de la ciudad capital; el Cristo de la Caí­da de la aldea de San Bartolomé Becerra, de Antigua Guatemala; o los Cristos Yacentes del Viernes Santo de la capital, atraen a un buen número de personas.

En común, tienen una buena estética en sus lí­neas de expresión, una mano fina que los esculpió, y bellos rostros. Pero, más que eso, el éxito de estas imágenes es que encarnan el sentimiento de los espectadores.

Las procesiones del Domingo de Resurrección no atraen a tanta gente, ya que esta experiencia de «resucitar» no es vivida en carne por la gente.

En cambio, el sufrimiento, la lucha, el dolor y la tristeza que encarnan los cristos nazarenos, con su cruz a cuestas, sí­ son fácilmente comprensibles, incluso por los niños.

Hasta la llamada procesión de la Borriquita del templo de Capuchinas tiene éxito, ya que la alabanza es más comprensible.

En este momento, cuando pasa la imagen frente a los ojos del espectador, es cuando se produce la llamada «catarsis», que es la purificación del espí­ritu por medio de la belleza.

Como se mencionó al inicio, para Platón la belleza traí­a noticias de un mundo mejor, y precisamente así­ puede ser asimilado este proceso en este punto.

La espera y la purificación, son procesos que sirvieron para llegar a este punto. El identificarse con la imagen procesional, especialmente en el dolor, reconecta el espí­ritu con la realidad.

Para ello, debió ser necesario comunicarse primero con el inconsciente, el cual es llamado en la espera previa a la procesión.

Para algunas personas, este «mundo mejor» del que hablaba Platón, puede ser considerado como la «otra vida», que es anunciada por los cristianos, en sus distintos matices. Pero, para no entrar en discusiones religiosas, este mundo mejor puede ser entendido como el mundo interior, con el sí­ mismo, el cual puede reconectarse en el fenómeno procesional.

MíšSICA

Si se está observando la procesión a la mitad de la cuadra donde va pasando, seguramente, luego de observar la imagen, se podrí­a ver sorprendido por el inicio de la música fúnebre.

Guatemala tiene una rica tradición de música fúnebre. Incluso, es casi imposible tener recopilada toda; en Semana Santa, fácilmente sonarán más de 500 piezas fúnebres nacionales, quedando muchas más casi en el olvido.

Imagine el momento de la catarsis al observar el rostro del Nazareno, y que en ese instante inicie la marcha fúnebre; ese serí­a la culminación del proceso. De ahí­, poco a poco los músicos continuarán su marcha, haciendo alejarse el sonido poco a poco, sin cambios bruscos.

LIBRO


En 2008, se declara a la Semana Santa en Guatemala como Patrimonio Intangible de la Nación. Desde un enfoque multidisciplinario, Contemplaciones expone los principales componentes de nuestra Semana Santa, de una forma que sirvió de fundamento para la mencionada declaratoria. Acompañada de un texto, escrito de 13 importantes profesionales, un cuerpo fotográfico que reúne el trabajo de más de 200 fotógrafos profesionales y aficionados, colmados todos del espí­ritu «penitente y festivo» de la Semana Santa chapina.