La negociación sobre la reducción de emisiones procedentes de la deforestación, en la que Brasil desempeña un papel clave, avanzó en la vía hacia Copenhague pero su éxito se verá mermado si no se logran acuerdos en las otras cuestiones sobre la mesa, advierten los expertos.
«La reducción de la deforestación es la forma más rápida y más barata de eliminar una parte importante de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, por este motivo existen muchas posibilidades de que se logre un acuerdo al respecto», explicó a la AFP Paulo Adario, director de campaña Amazonas de Greenpeace Brasil.
La selva tropical primaria es un «sumidero de carbono». Sus árboles absorven y almacenan grandes cantidades del CO2 emitido desde hace décadas, pero cuando son talados éste se libera y vuelve a la atmósfera.
La deforestación es actualmente origen del 20% de las emisiones mundiales de estos gases causantes del calentamiento global.
Con un mínimo estimado de 100 toneladas de carbono por hectárea de selva destruida, la deforestación es responsable del 75% de las emisiones de Brasil y lo sitúa como el cuarto emisor mundial a pesar de disponer de un modelo económico poco contaminante a nivel industrial.
Por este motivo, la Reducción de Emisiones derivadas de la Deforestación y la Degradación de la selva (REDD) se ha convertido en una de las cuestiones clave en la negociación de un nuevo acuerdo internacional de lucha contra el cambio climático.
«Para frenar la deforestación en todo el mundo, la REDD precisa 30.000 millones de dólares por año, una suma relativamente pequeña si se compara con los 150.000 millones necesarios para financiar la adaptación y la mitigación de los países en desarrollo, y ese dinero existe», explica Adario, expresando su optimismo sobre el éxito de esta parte de la negociación.
Brasil, Indonesia y los países africanos de la cuenca del Congo, las principales regiones concernidas por la deforestación o degradación de sus selvas tropicales, han debatido en Barcelona sus divergencias sobre la financiación y el monitoreo de estas acciones.
Según Alden Meyer, de la ONG Union of Concerned Scientists, «se han hecho progresos en algunos de los puntos clave de la negociación de la REDD».
Pero «si en Copenhague se llega a un acuerdo sobre REDD y no sobre los otras cuestiones será un problema», explicó Adario a la AFP.
«Un acuerdo de la REDD sobre las selvas puede acabar convirtiéndose en un ejercicio de propaganda verde si no se logra un tratado jurídicamente vinculante de lucha contra el cambio climático en Copenhague», lamenta por su parte, Nathaniel Dyer de la ONG británica Rainforest Foundation.
Los delegados de más de 180 países que esta semana negociaron en Barcelona en la última ronda de debates técnicos ante de la cita de Copenhague, reconocen ya abiertamente que la reunión en la capital danesa, del 7 al 18 de diciembre, no podrá dar a luz un tratado jurídicamente vinculante.
Todo apunta a la consecución el próximo mes de una declaración de intenciones políticas y la decisión de un nuevo plazo para intentar cerrar el nuevo acuerdo climático internacional durante 2010.
El principal escollo es la imposibilidad de Estados Unidos a comprometerse a nivel internacional con cifras precisas de reducción de sus emisiones hasta que el Senado haya aprobado una ley nacional que muy probablemente no esté lista este año.
«Los países industrializados tienen una responsabilidad histórica por el cambio climático provocado por el hombre y un acuerdo sobre REDD no será efectivo sin compromisos de esos países a reducir sus emisiones en al menos 40%», afirma Alejandro Alemán del Centro Humboldt de Nicaragua.
La última ronda de la negociación sobre cambio climático antes de la conferencia de Copenhague se termina hoy en Barcelona (España), con la convicción de que el nuevo tratado internacional no se cerrará en diciembre en la capital danesa sino seis o incluso 12 meses más tarde.