La forma como Raúl Castro ha ejercido el poder que le delegó hace seis meses su hermano Fidel, sin discursos maratónicos y una presencia pública discreta, está bajo el escrutinio de los cubanos, quienes no esperan grandes cambios, aunque sí alivio a las dificultades de su vida diaria.
«Todo está preparado para que no cambie nada», asegura Francisco Salgado, un escéptico universitario, vestido con una camiseta estampada con el rostro de John Lennon y quien espera con paciencia una «guagua» (autobús) cerca a la plaza Albear en La Habana Vieja.
Durante estos seis meses Raúl ha leído pocos discursos, pero también ha improvisado, entre bromas y anécdotas, mostrando en público una imagen distinta de la del hombre duro que se le atribuye, en su condición de jefe de las Fuerzas Armadas desde el inicio de la revolución.
Desde hace más de 50 años, cuando acompañó a Fidel en el frustrado asalto al cuartel Moncada, Raúl siempre estuvo a la sombra de su octogenario hermano, cinco años mayor.
Tras la proclama del 31 de julio, cuando Fidel le cedió temporalmente los principales cargos de mando del país, los 11 millones de cubanos han tenido que aprender a descifrar la enigmática personalidad de Raúl, acostumbrándose a un nuevo liderazgo.
«Siempre ha sido el segundo al mando aunque la verdad es que no se le conocía mucho, por su trabajo en el Ejército, se le veía en alguna marcha, pero se sabía más de sus cosas del tiempo de la revolución» como combatiente, en los años 50, dice Reinaldo Hidalgo, un técnico de construcción de 30 años.
Otros siete cuadros comparten con él responsabilidades concretas, entre ellos el vicepresidente Carlos Lage y el canciller Felipe Pérez Roque, pero ha sido Raúl, quien sin el carisma de su hermano, lleva las riendas del poder.
«Fidel es insustituible y quien trate de imitarlo fracasara», señaló en su discurso en diciembre ante un congreso de estudiantes universitarios, en el que se develó un Raúl jovial.
«El es muy franco para hablar, eso es bueno», reconoce Salgado. «En Cuba los cambios grandes se producen por debajo, nadie los nota. Es la forma como la gente tienen de adaptarse a las nuevas situaciones, como ocurrió durante el ’período especial», tras la desintegración de la Unión Soviética, añadió.
Para muchos si Fidel tomó la decisión de que Raúl se hiciera cargo es porque así debe ser. «Si Fidel ha decidido que Raúl es capaz, significa que Raúl sí puede ser el jefe», apunta Lourdes Morales, ama de casa de 63 años.
Otros más críticos, creen que el cambio ha sido imperceptible. «Raúl ni se ve, ni pinta, ni tiñe, ni da color, está solapado, mandando por debajo del tapete… ¿que es eso?», dice una enfermera retirada de 67 años.
«El es militar, y si Fidel se muere va a quedar esto en manos del Ejército» añade la mujer.
Más pragmáticos, hay quienes sólo esperan que Raúl introduzca pequeños cambios para aliviar la carga de las dificultades cotidianas.
Un economista que trabaja en forma clandestina como taxista y que prefiere el anónimo lo resume así: «Puede ser que haya mejoría, más licencias para taxis o pequeños negocios. Raúl se preocupa más del bienestar de los cubanos, ve las cosas de adentro para fuera, mientras Fidel quería resolver la pobreza en el mundo».
Para muchos Raúl, quien está casado con Vilma Espín, ex guerrillera y dirigente histórica de la Federación Cubana de Mujeres (FCM), no tiene apuro en ser el número uno de Cuba.