Las muy debilitadas y más divididas corrientes de izquierda de Guatemala, con algunas diferencias, en general, para la segunda vuelta electoral (el 4 de noviembre), en vista de no confiar en ninguno de los dos partidos contendientes, Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y Partido Patriota (PP), así como en sus respectivos candidatos presidenciales, ílvaro Colom Caballeros y Otto Pérez Molina, habían planteado la emisión de votos nulos.
El objetivo de esa decisión era la de demostrar que la inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos aptos para votar ya no creen en el sistema de partidos políticos por la falta de principios éticos en el mismo y por el apoderamiento de parte de la minoritaria clase dominante de los mecanismos que correctamente utilizados garantizarían la efectiva posibilidad para que el pueblo esté en condiciones de construir la democracia representativa y participativa, no excluyente, sino por el contrario, la receptora de las clases sociales empobrecidas y subdesarrolladas por la represión y explotación de las que son víctimas desde hace más de medio siglo, conglomerados sociales que de no ser marginados y preteridos, por sí solos emprenderían la senda de su propio desarrollo humano y social.
Quines así hemos pensado, estábamos seguros que la incredulidad multitudinaria en el grotesco y deshumanizado sistema económico-político imperante, evidenciaría con el escaso resultado de la votación, que la cuantía de los votos en blanco, de los votos nulos y la de ciudadanas y ciudadanos abstencionistas superarían al caudal de votos que pudieran recibir a su favor Colom o Pérez Molina. En cuyo caso, el candidato que resultara electo con insignificante número de sufragios, podría ser un Presidente «legal» porque las normas de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, así lo permiten, pero no podría ser un mandatario «legítimo», como en la época de la Primavera Democrática lo fueron los presidentes Juan José Arévalo, electo con el 85% de los sufragios y Jacobo Arbenz, con más del 75%.
La posibilidad de seguir tolerando Presidentes de la República, sin llenar la calidad de legitimidad, siempre la hemos considerado una burla a la democracia y por ello hemos abogado porque se produzca un cambio revolucionario, que entre sus objetivos principales abrogue el viciado sistema de partidos y electoral vigente.
Veamos, ahora, la situación del triunfo del Ing. Colom, y con base en el resultado fáctico de la votación, determinar su grado de legitimidad.
El Tribunal Supremo Electoral informó que Colom recibió 1,407,762 votos. O sea el 52.77 y Pérez Molina, 1, 259.892. es decir, el 47.23. O sea que el resultado total fue de 2,667,654 votos.
Otro dato reportado por el TSE es el que los 2,667,654 votos constituyen sólo el 47% del número de ciudadanas y ciudadanos inscritos en el padrón. Siendo esto así el anunciado triunfo de Colom, con el 52.77) su porcentaje real decrece al menos, a la mitad, a un poco más del 25%.
Sin embargo, si os cálculos los hacemos tomando en cuenta otros datos, el triunfo del nuevo Presidente de la República, desmerece aún más. Efectivamente, si sumamos el número de votos nulos emitidos, 98,641; el de votos en blanco, 50,082; y el de ciudadanos y ciudadanas que se abstuvieron de votar, 1,253,797, tenemos un gran total de votos adversos a la elección, tanto de Colom, como de Pérez Molina, de 1,402,520, el número total de votos favorables recibidos por el Presidente de la República (2008-2011), apenas superan en 5,242, el inmenso peso negativo de los votos nulos, en blanco y abstenciones.
En conclusión, con tales cifras es de esperar que pasen los nublados del día y que el período Colom-Espada sea el último de escasa legitimidad y la consigna es: ¡ a preparar el cambio radical hacia la verdadera democracia en la que convivamos mayas, xincas, garífunas y ladinos en libertad y con justicia social!