Según el INE, de los 5.6 millones de la Población Económicamente Activa, el 41 por ciento son indígenas


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Durante siglos la población indígena ha sido puesta en escaños de importancia muy bajos. Hoy, conforman la mayoría de la población guatemalteca que aún vive en situaciones de precariedad, desventaja social y marginación, factores que limitan su desarrollo y espacio de acción.

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POR PAOLINA ALBANI
palbani@lahora.com.gt

Población indígena sufre rezagos en desarrollo por la discriminación

Para muchos, los indígenas van con llamativos trajes de colores, sombreros de paja, un costal en sus hombros, o una canasta en su cabeza, rodeados de niños y en otras ocasiones se les imagina como los cortadores de milpa.

Sin embargo, hoy la población indígena en Guatemala va más allá de lo que se ve en las calles o lo que imagina la mente de la mayoría de personas.

Para el 2002 el Censo Poblacional realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), contabilizaba 4.4 millones de indígenas en el país. Mientras tanto, la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), estimaba que la población indígena en Guatemala era del 40 por ciento, en el 2006.

De acuerdo con la Defensoría de la Mujer Indígena (DEMI), actualmente la cifra de pueblos indígenas es del 52 por ciento. Entre esta cifra, un 32 por ciento lo conforman las mujeres, como mayoría predominante.

Según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Guatemala: ¿un país de oportunidades para la juventud? se estima que en el país  dos de cada cinco se autoidentifican como pertenecientes a alguno de los pueblos indígenas.

SITUACIÓN DE VIDA

La situación de vida de estos pueblos es más complicada de lo que las cifras muestran. Según Rudy Camposeco, de la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo (Codisra), para hablar propiamente de las poblaciones indígenas se tendría que hablar de esos rostros que se materializan a través de la exclusión. El problema en sí es que estos rasgos se dan con mayor frecuencia entre poblaciones indígenas, indica.

En Guatemala, la situación de los pueblos es complicada, ya que a pesar de que existen instrumentos nacionales e internacionales de derechos humanos e indígenas que buscan proteger a este grupo “se sigue en la misma situación”. De esta manera, hay avances en tema de herramientas, documentos, leyes, acuerdos  que son “abundantes”, pero muchos de ellos que no cumplen ni garantizan un verdadero desarrollo para los pueblos.

Por otro lado, Camposeco señala que el problema no es de este gobierno ni del anterior sino que es propiamente un mal del Estado. Y es que el Estado mismo, y sus leyes, fueron estructurados para beneficiar a unos pocos, dejando de lado la gran diversidad que caracteriza a Guatemala. Cuatro de cada cinco guatemaltecos pobres viven en el área rural y tres de ellos son indígenas.

Según Gloria Laínez, de DEMI, en Guatemala existe una situación de invisibilidad para los pueblos indígenas, sobre todo para las mujeres.

De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), aproximadamente el 40% de los indígenas viven en extrema pobreza y cerca del 80% son pobres, padeciendo los índices de alfabetización y de ingresos más bajos de la sociedad guatemalteca. 

EDUCACIÓN

Algunos de los factores que vulneran el acceso a la educación para estas poblaciones son la extrema pobreza y  la ubicación geográfica. “Esto no ha permitido que muchos tengan acceso a la salud y a la educación”, indicó Laínez.

Aun así destaca que las personas que viven cerca de los municipios tienen mayor probabilidad de superarse, de esa cuenta varios son profesionales. Por otro lado, también ha incrementado el número de mujeres que trabajan y que son profesionales.

Igualmente, otro factor que disminuye las posibilidades de desarrollo es la diversidad de los idiomas, pues muchos indígenas no saben hablar en español, además, de que rara vez se respeta la educación bilingüe, a lo que la defensora dice: “eso nos ha truncado una educación más fácil”.

Se estima que un tres por ciento de personas tienen acceso a la educación superior, para la educación media el porcentaje aumenta de 25 a 30, en el área de básicos asciende a 40 por ciento y finalmente, un 52 por ciento de la población indígena tiene acceso a la educación primaria.

Según la defensora, las niñas indígenas que asisten a la escuela no llegan ni a tercer grado. “Hay niños en las aldeas que llegan solo al sexto primaria y se quedan, es por posicionamiento geográfico”, refiere.

En la capital existen 1 mil 417 escuelas públicas, en las que predominan los centros de educación preprimaria y primaria.

SITUACIÓN LABORAL Y SALARIO

A decir de Rubén Narciso, Gerente General del INE, de los 5.6 millones de la Población Económica Activa (PEA), el 41 por ciento son indígenas. La mitad de ellos labora en el campo, mientras que la otra mitad se desenvuelve en diversas actividades en el área urbana metropolitana y de las cabeceras departamentales, en donde el comercio está más desarrollado.

Así, la PEA de los grupos lingüísticos K´iche´, Q´eqchi´, Kaqchikel y Mam se dedica a prestar servicios en seguridad y protección, construcción, ventas y servicios de poca especialización, como peones agropecuarios. A su vez, el empleo con el que sobreviven casi siempre es pagado con un bajo salario.

“Lamentablemente, muchos de los pueblos indígenas, por la extrema pobreza y la misma necesidad, salen –en busca de trabajo– y se aprovechan de su ignorancia y de los valores que tienen culturalmente”, refiere Laínez. De esta manera, se evidencia las diferencias salariales entre un trabajador no indígena con un salario promedio que es de Q1,966.93, con el que se paga al trabajador indígena al mes, que asciende a Q1,255.38.

Por otro lado, la defensora de la mujer indica que no se visualizan los ingresos generados por el trabajo informal.  En cuanto al desempleo, un alto porcentaje se encuentra desempleado y quienes poseen un trabajo no son beneficiados con las prestaciones de ley.

EXCLUSIÓN Y  DESIGUALDAD

La diversidad en Guatemala se acentúa más por las desigualdades de tipo histórico que dividen al país según el desarrollo económico y social. Huehuetenango, Quiché, San Marcos, Alta Verapaz son algunos de los departamentos en donde el índice de Desarrollo Humano (IDH), es de los más bajos.

Según el informe del PNUD, el sector indígena ostentaba un porcentaje de 0.48 en desarrollo humano, arriba de la población perteneciente al área rural. Con lo que queda claro que los más excluidos son la población indígena  y quienes viven en el área rural.

Así mismo, la población Q´eqchi´,  es la menos desarrollada con un índice de 0.44. En salud, vuelven a ser los últimos con un 0.76 por ciento, en educación, nuevamente bajan sus porcentajes a 0.27 y solo en el nivel de ingresos, con 0.42, se demuestra que la población Mam cuenta con las peores condiciones de sobrevivencia.

De acuerdo con la CIDH, a pesar del sometimiento de los pueblos indígenas desde el período colonial y la discriminación étnica por parte de las estructuras de poder, éstos han mantenido su identidad cultural, reflejada en sus tradiciones, valores comunitarios, idiomas, derecho y espiritualidad.

SALUD
En cuanto al seguro social, la población indígena tiene escasa cobertura, ya que se dedica mayoritariamente a actividades informales por cuenta propia.

Según el INE, de cada cien personas que laboran en el sector informal, 76 son  indígenas y 24 son no indígenas, así que en suma solamente treinta personas indígenas tienen acceso al  IGSS.

De acuerdo con Gloria Laínez, en los hospitales públicos el panorama también es difícil, pues los que logran acceder a un centro de salud no siempre son atendidos debido a que no hablan español y tampoco hay quien les traduzca.

Por otro lado, en respuesta al poco acceso a centros de salud por parte de las poblaciones indígenas, DEMI ha creado las Demiclínicas para dar atención específicamente a la mujer, que buscarán esparcir en diferentes lugares del país. Aun así, este proyecto podría tardar en aterrizar en su totalidad.

TESTIMONIO

Óscar López, de 57 años,  solo estudió tres meses en la escuela. “En esos tres meses yo aprendí a leer un poco y, ahora, escribir… no puedo muy bien. Fue un poco difícil aunque yo quería estudiar, pero en el área rural es difícil, nuestros papás no tenían cómo darnos el estudio”, cuenta a La Hora.

Cuando era pequeño solía escribir en una pizarra negra pequeña, en la que copiaba la lección con yeso. “Viendo la situación que a mi papá no le alcanzaba, me sacó de la escuela y me puso a trabajar en el campo”, dice el entrevistado.

López comenzó a trabajar a los 8 años, específicamente entre los cafetales de una finca. A los 12 años ya era considerado un trabajador más en donde ganaba al día 30 centavos.

Al venir por primera vez a la capital desde San Marcos, cuando tenía 19 años, se dedicó a trabajar como ayudante de albañil. “Nos pagaban poco pero teníamos que trabajar duro porque nos ponían dos albañiles para llevarles material y lo querían rápido. Después el encargado me dejó de guardián de 24 por 24”, cuenta.

Más adelante fue despedido. Ya a los 35 años, se dedicó a trabajar en la confección de trajes típicos, pero su situación era aún más difícil pues casi nunca lograba vender el producto con ganancia. “Viendo la necesidad de cubrir en el hogar para llevar los alimentos a nuestros hijos tenía que dejarlo en poquito”, comentó.

Así su familia comía una o dos veces al día, dado que no alcanzaba para poder comer los tres tiempos. Durante diez años laboró en la confección de los trajes. “Cuando vi que ya no me salía –trabajo– y vi a un don haciendo lazos, yo fui a decirle que si me daba empleo”. Así comenzó nuevamente López a trabajar haciendo lazos en donde ganaba 20 quetzales al día. Su horario era de 6 de la mañana a 5 de la tarde.

De nuevo, el entrevistado se quedó sin empleo, ya que su patrón se había mudado de lugar. “Como yo había visto cómo estaba el torno, yo comencé a hacer mi torno e hice allí un préstamo para cinco conos de pita y como ya sabía todo me vine a la Terminal”. A la fecha don Óscar, como le dicen sus conocidos, aun trabaja en la creación de lazos. En la venta de lazo hay mucha competencia, asegura, por lo que los precios siempre varían.

“Los compradores nos bajan el precio y está dura la situación. Esto nos encierra. Ahora el cono de pita es más pequeño, pero vale más caro. Nos han puesto contra la pared”, expresó.

A su vez, desde su experiencia laboral dice que un trabajo digno es un trabajo reconocido en donde pagan lo que es justo. “La gente no reconoce el trabajo que hemos hecho dignamente”, indica. Además, opina que cualquier trabajo, si le pagan, es digno, aunque se trate de sacar basura.

Actualmente dos de sus hijos son beneficiados con becas en una escuela cercana a su casa, pero el resto no corrió con la misma suerte. Antes de eso, don Óscar no podía pagar la escuela para sus hijos a pesar de que ellos querían estudiar. Los mayores estudiaron hasta tercero o cuarto primaria. “No tenía el dinero para pagarles, cómo comprarles los cuadernos y fue difícil para mí”. En ese entonces, la escuela cobraba una cuota por aparte de 100 quetzales.

DESIGUALDAD

Como Óscar López existen muchos guatemaltecos que se dedican a laborar en el sector informal, pero también los hay que sin oportunidades se han convertido en indigentes o que han optado por el crimen como forma de vida, todo con el fin de sobrevivir.

Por ello, Camposeco, indica que la solución sería que las instituciones apuesten y dirijan sus esfuerzos para acabar con la desigualdad y los elementos que consigo acarrea, como la pobreza, el analfabetismo, la exclusión y poca participación ciudadana.

EN CIFRAS
POBLACIÓN ORIGINARIA

Según El Perfil Estadístico de Género y Pueblos Maya, Garífuna, Xinca y Ladino, del INE (Con datos del 2002).

AREA URBANA

755 mil 663
Personas alfabetizadas.

364 mil 754
Personas analfabetas.

ÁREA RURAL

1 millón 174, 605
Personas alfabetizadas.

1 millón 101, 384
Personas analfabetas.

UBICACIÓN

54%
Vive en el área rural
46 % 
Vive en el área urbana

De ese porcentaje, 68% son indígenas y el 44% ladinos.

TERRITORIO
Las poblaciones indígenas tienen presencia en los 22 departamentos del país, aun así su área de predominancia es Quiché, San Marcos, Huehuetenango, Alta Verapaz, Sololá, y Chimaltenango.