La pobreza y la falta de oportunidades obligan a miles de niños y niñas a vender su mano de obra -muchas veces por menos del salario mínimo- en distintas actividades productivas, en las que se pone en riesgo su salud e integridad. Se calcula que unos 291 mil menores que no pasan de los 14 años trabajan en condiciones deplorables para conseguir algo de dinero que les permita subsistir junto a sus familias.


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Pamela* tiene 12 años, pero lleva una vida de adulta y se comporta como tal. En su casa no es considerada como una niña, sino como una de las principales fuentes de ingresos para el sostenimiento de su familia, en la que hay cinco menores de edad más que dependen, en buena medida, de su trabajo.
A las seis de la mañana, junto con su mamá, compran tomates, los colocan en bolsas de plástico y los venden en los buses. La jornada termina a las cuatro de la tarde, porque a esa hora “ya no hay venta”.
Llega a su casa por las tardes, muy cansada y con deseos de dormir. El trabajo absorbe la mayor parte de su tiempo, así que en su vida no hay espacio para juguetes o amigos. Su corta vida se destina al trabajo pesado.
En medio de la jornada diaria solo tiene permiso para estudiar durante dos horas en el Programa Educativo, Niño, Niña y Adolescente Trabajador (PENNAT) que funciona en el mercado de La Terminal, en la zona 4 de la capital, en donde entre diversas dificultades ha conseguido culminar los estudios de quinto primaria. “Me cuesta mucho ir a estudiar ya que mis padres me dan permiso solamente dos horas y luego tengo que regresar a trabajar”, comenta.
A pesar de sus condiciones de vida, la niña tiene el anhelo de algún día llegar a administrar su propio negocio y poder estudiar para ser una profesional: “Para ser una persona de bien, quiero ganar el grado y seguir estudiando, me gustaría ser maestra para enseñarle a otros niños y niñas a leer y a escribir, como lo hicieron conmigo”.
Se estima que en Guatemala existen 5 millones 521 mil 129 niños entre las edades de 0 a 14 años, como Pamela, y 1 millón 747 mil 471 de entre 14 y 18 años de edad, lo que representa el 49.75 por ciento del total de pobladores en el país.
Y según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos 2011 (ENAI), hay 298 mil 149 niños que participan en el mercado laboral.
PROBLEMA ESTANCADO
Juan Enrique Quiñones, oficial del Área de la Niñez y Adolescencia del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que las estadísticas sobre el trabajo infantil no presentan variaciones significativas desde el 2006 hasta la fecha, lo que hace cuestionar la efectividad de las iniciativas encaminadas a combatir ese problema.
“Es un fenómeno que se mantiene más o menos inalterable, y eso debido a la debilidad que tiene todo el sistema nacional de protección a la niñez, por un lado y la debilidad que tiene el Ministerio de Trabajo para realizar una Inspectoría”, explica.
Quiñones indica que el Ministerio de trabajo debe cumplir con su obligación y que no se violen los Principios de la Convención de Derechos del Niño, y la legislación guatemalteca respecto a la edad laboral.
Según el representante de Unicef, los 298 mil 149 niños trabajadores registrados en las estadísticas son solamente los que se encuentran laborando en el sector formal de la economía; el número sería mucho mayor si se integra a los pequeños trabajadores informales, por lo que las dimensiones del problema son mucho más serias de lo que se piensa.
De acuerdo con Quiñones, los esfuerzos que se han realizado para reducir de alguna manera este fenómeno son limitados, pero en términos generales lo que ha sucedido es que “la debilidad institucional del Ministerio de Trabajo, sobre todo en lo que respecta a la inspectoría y la ausencia de una legislación más clara sobre el tema de trabajo infantil y la falta de una institucionalidad propia de protección para el trabajador infantil son temas que no permiten que Guatemala realmente pueda responder en la erradicación de trabajo infantil”.
Según Rubelsi Alvarado, de la organización Save The Children, lo más lamentable del trabajo infantil es que muchos de los niños laboran en condiciones riesgosas, al estar expuestos a calderas, a picar piedra o a laborar con pólvora, “lo que representa un verdadero martirio para los infantes que se dedican a estas labores”.
Alvarado coincide con el representante de Unicef, al señalar que cada vez existe más sensibilidad en la sociedad sobre los riesgos que implica el trabajo infantil, pero que “es evidente que la niñez guatemalteca sigue laborando”.
A criterio del activista, los esfuerzos para erradicar el trabajo infantil se deben de centrar especialmente en los trabajos que representan riesgos para los niños, ya que si no se toman medidas concretas, no se va poder eliminar el problema de raíz.
Esto, según Alvarado, tiene que ver con la posibilidad de los padres de familia para generar ingresos económicos, y “entonces se le debe de proveer a las familias la posibilidad de adquirir un empleo digno”.
EL RETO
Nidia Aguilar, titular de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia de la Procuraduría de Derechos Humanos, señala que a pesar de las firmas de los convenios y tratados que el Estado ha ratificado para proteger los derechos de la niñez, no se ha logrado erradicar el trabajo infantil en sus peores formas. Una cosa son los papeles y otra distinta, la realidad.
La Procuraduría estima que son más de 900 mil niños y adolescentes los que se encuentran inmersos en el trabajo infantil. El problema tiene sus orígenes en la pobreza y es por eso que sin una política social efectiva, la niñez seguirá siendo una llamativa fuente de ingresos en las familias de escasos recursos.
Aguilar considera que al trabajo en adolescentes se le debe de dar otro tratamiento, porque la legislación nacional permite su empleo “siempre que cuenten con las condiciones especiales para laborar como horario y el pago de un salario digno”.
En Latinoamérica este fenómeno ha ido avanzado la erradicación de las peores formas de trabajo infantil, “pero creo que en el país esto es muy lento y que no ha avanzado en este tema”, dice la Defensora.
Guatemala presenta un problema grave que no se observa en otras locaciones. “En otros países similares al nuestro los niños empiezan a trabajar a los 7 años, pero aquí inician a los 5 años y eso es otro agravante, porque el trabajo infantil no les permite estar en la escuela, que sería el lugar natural en donde ellos deben tener su desarrollo integral”, expresa Aguilar.
El viceministro de Trabajo, Carlos Ulban López, señala que dicha cartera ha estado trabajando para la erradicación del trabajo infantil; desde el 2002 se creó la Comisión Nacional Para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAPETI) y la construcción de Consejos Departamentales para la erradicación del trabajo infantil, juramentado a la fecha 11 consejos, de manera que se pueda abarcar las áreas en donde más se vislumbra este fenómeno.
El Viceministro reconoce los avances alcanzados en este tema han sido paulatinos, porque se trata de un asunto difícil: “Al final, cuando hacemos una evaluación real y concreta de lo que se le denomina trabajo infantil, lo cual es una actividad económica, que realizan los niños en relación de dependencia”.
Señala que las políticas que el Ministerio está desarrollando es un trabajo interinstitucional de programas específicos de difusión de derechos de los niños, realizando actividades regionales donde los gobernadores y alcaldes estén involucrados con los Consejos para esa erradicación del trabajo infantil.
*Nombre modificado para proteger la identidad de la menor.
La mayoría son indígenas
Se estima que en Guatemala hay 298 mil 149 niños que participan en el mercado laboral, de los cuales, el 74.23 por ciento son niños y el 25.77 por ciento son niñas; el 66.14 por ciento son indígenas y el 33.86 pertenecen a otras etnias.
Del total de niños trabajadores, el 11.12 por ciento están entre las edades de 7 a 9 años y el 88.88 por ciento entre de 10 a 14 años.
Entre las actividades que realizan los niños y niñas menores de 14 años se encuentra principalmente la agricultura, la cual emplea a más de 193 mil niños, seguido de la industria con 46 mil y el comercio con 37 mil, mientras los servicios cuentan con 11 mil.
Además según la ENAI esto representa un 5.5% de la población ocupada. Un 66% se emplea en labores agrícolas, y de estos el 84% son hombres y el 72% indígenas. Los niños que trabajan tienen una escolaridad de 3.6 años, menor que los 6 años de escolaridad promedio de la Población Económicamente Activa y su salario promedio es de Q462.80 al mes, esto representa un 24 por ciento del salario nacional mínimo promedio, y es más bajo en las ramas de comercio con un 14 por ciento y en la industria un 18 por ciento.
*Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos 2011 (ENAI)
“Tengo que ayudar a mi mamá”
Melissa, a sus 9 años, trabaja al lado de su mamá y otras jóvenes en una venta de tortillas, en donde han llegado a “tortear” hasta dos quintales de maíz, dependiendo de cómo se encuentre la venta.
Melissa cuenta que se levanta a las cinco de la mañana, se arregla y acompaña a su mamá en el mercado de La Terminal, en donde se encuentra el local en donde trabaja.
Al igual que Pamela, estudia en PENNAT; le gusta mucho el área de lenguaje, ya que su maestra comparte con ella cuentos e historias. “Me gusta cómo me enseñan a comunicarme y a trasladarme de un lugar a otro” con la imaginación, explica la niña-
Al salir de estudiar llega a su casa y quisiera salir a jugar y divertirse como cualquier otro niño, pero expresa con tristeza: “Tengo que ayudar a mi mamá, para tener con que comer”.
Melissa confiesa que cuando sea grande quiere ser contadora, y espera seguir ayudando a su mamá, aunque a veces le quede poco tiempo para jugar.
Pamela
Niña trabajadora