Antes, cada vez que veíamos u oíamos decretarse una alarma roja, naranja o amarilla o un «estado de calamidad» se nos erizaba el pelo, pero pasado el tiempo, nos fuimos acostumbrando a que este tipo de medidas solo servían, como se dice en buen chapín, para «taparle el ojo al macho». El mejor ejemplo lo tenemos con el estado de calamidad impuesto por los casos de dengue que se mantenían y se siguen apreciando por los altos índices de desnutrición y pobreza derivados de las constantes sequías, al punto, que por octava vez se está prorrogando, dizque para adoptar «con urgencia» las acciones de prevención. ¡Pamplinas! El gobierno de Colom sigue haciendo exactamente lo mismo que sus antecesores, muy buenos para salir veloces con la sirena abierta a todo volumen para aparentar preocupación por la situación, pero, cuando llega al sitio del incendio se percata que se le olvidaron las mangueras, que no llevaba el camión cisterna con agua suficiente o la necesaria cantidad de bomberos para apagarlo.
Los ocho días plazo que le dieron los representantes de la Gremial de Transporte de Rutas Cortas Extraurbanas (GRETRUCEX) al improvisado Ministro de Gobernación para que por fin se le vea un aire con remolino para que impulse medidas efectivas de seguridad en sus unidades, no es más que otra consecuencia más de que no se atiende su problema como debiera ser, sino como oír llover, hablando hasta por los codos de la implementación de supuestos planes de vigilancia, de patrullajes en los recorridos y de brindar la tan ansiada seguridad que la población, especialmente los usuarios del transporte requieren, sin que aparezcan por ninguna parte. ¡Ojo! No hablamos de asaltos a viviendas, robos de carros o celulares, ni de secuestros, tan solo prevenir sinnúmero de delitos que ocurren en el transporte colectivo a diario y por todo el país.
En otras palabras, el gobierno de Colom solo actúa como bombero y… de los malos. Tampoco tiene la capacidad para prevenir conflictos, de ver hacia el futuro inmediato, a corto y mediano plazo, mucho menos, impulsar siquiera el desarrollo social, económico y político del país y, si alguien habla bien de la supuesta preocupación que tiene por la gente pobre o de sus políticas asistenciales, disculpen, pero eso no es más que seguir dándole atol con el dedo a la gente necesitada, porque regalarles pisto o darles comida barata tan solo es un paliativo temporal, pero jamás un programa de largo alcance en busca del desarrollo integral de los guatemaltecos. Es tiempo entonces que el Gobierno le llame al pan, pan y al vino, vino. Para atender debidamente los múltiples problemas que nos afligen, los términos: calamidad, alarma o emergencia no debieran ser incluidos más dentro de la acostumbrada demagogia politiquera, sino exclusivamente en programas efectivos en busca de soluciones serias, técnicas y hasta científicas de largo alcance.