Las empresas agroalimentarias mexicanas, que apuestan al surgimiento de una clase media ávida de descubrir los sabores de otros países, tratan de imponer en China tortillas, tacos, enchiladas y el célebre tequila.
La vanguardia de la gastronomía mexicana llegó en 2005 a Pekín, donde reinaban los restaurantes tex-mex.
Pablo Pasapera y Carlos Vera, procedentes de México DF, crearon en febrero de 2006 la primera fábrica de tortilla de maíz en las afueras de la capital china para abastecer a supermercados y restaurantes.
La producción fue lanzada tras un largo proceso de adaptación para lograr que la máquina (molino de ixtamal) funcionara con maíz chino.
«Tiene una capacidad de dos toneladas, ahora andamos muy debajo de esta cantidad», explica Pasapera.
Por ahora, 70% de la clientela es extranjera, pero según Pasapera, los chinos, familiarizados con la cocina picante, aprecian «el chile preparado como en México».
«Las salsas mexicanas les gustan mucho», explica por su parte Vera, destacando que «hasta lamas de Tíbet han venido a comer aquí».
Ambos compatriotas están todos los fines de semana en un restaurante tejano dirigido por un estadounidense, en uno de los barrios de embajadas, donde cuelgan una bandera de su país en la fachada.
Esperan tener éxito con su menú, que propone «tacos al pastor», «quesadillas» y «alambre», aunque confiesan la dificultad de «inventar un mercado».
Desde principios de año siguió su ejemplo la cadena «El Fogoncito», una institución de tacos en México que, en colaboración con inversores exteriores, abrió su primer restaurante en China.
Sus responsables prevén inaugurar otros dos en menos de dos años y llegar a 30 dentro de cinco años en todo el país.
«En China, la clase media se está fortaleciendo. La primera cosa en que gasta la gente es dándose lujo a sí misma, y uno de esos lujos es comer fuera de casa», comenta el director general de la franquicia El Fogoncito, Carlos Roberts.
«Creemos que China ofrece hoy un mercado virgen, a diferencia de Estados Unidos donde la oferta ya es bastante madura y numerosa», juzga Roberts.
Antes de desembarcar en China, El Fogoncito hizo una serie de pruebas en México mismo, con chinos que habían llegado recientemente al país.
«No hubiéramos invertido ni un solo centavo en este proyecto sin estar seguros de que podía ser del gusto del paladar chino», afirma el responsable de la cadena.
El grupo Maseca (GRUMA), uno de los principales productores de tortillas en México, también puso en marcha en septiembre pasado su primera fábrica en Shanghai, con una inversión inicial de 100 millones de dólares.
«La decisión de ingresar en el mercado chino, al que ya veníamos exportando productos, es muy clara porque no podemos darnos el lujo de quedarnos fuera», explicó en la inauguración de esta fábrica el director y presidente de la firma mexicana, Roberto González Barrera.
Las marcas mexicanas también han lanzado estos últimos años una ofensiva comercial en favor del tequila, bebida símbolo del país azteca.
En septiembre de 2005, Bancomext (Banco de Comercio Exterior Mexicano), la institución encargada de promover las exportaciones de productos mexicanos, organizó una visita de fabricantes de tequila a Cantón (sur), Shanghai (este) y Pekín, con el apoyo de la Cámara Nacional de la Industria del Tequila.
«Ahorita ya tenemos identificadas siete empresas mexicanas con una representación o contrato de distribución con empresas chinas. Poco a poco veremos una mayor presencia de marcas de tequila», avanza el responsable de la oficina de Bancomext en China, Carlos Santos.
Según cifras de Bancomext, entre enero y octubre de 2006, México tuvo un déficit comercial de 18.480 millones de dólares con China.