La capital iraquí fue nuevamente sacudida por la violencia ayer, cuando unas cien personas que se encontraban en el ministerio de Educación Superior fueron secuestradas por hombre armados vestidos con uniformes de la policía.
El hecho ocurrió en momentos en que el presidente estadounidense George W. Bush reiteraba sus posiciones sobre Irak a pesar de la creciente presión para un cambio político en este país, presa de la violencia y la inestabilidad casi cuatro años después de la invasión norteamericana.
Luego de la violencia de los atentados que desde el domingo costaron la vida a por lo menos 80 personas, las ejecuciones sumarias con el descubrimiento el lunes de 46 cadáveres acribillados a balazos y con huellas de tortura, el secuestro que tuvo lugar en Bagdad fue de una amplitud excepcional.
«Hombres armados que se presentaron como comandos de la policía irrumpieron en un edificio del ministerio y secuestraron a casi 100 empleados y visitantes, después de un enfrentamiento con los guardianes», anunció a la televisión pública Iraqia el ministro de la Enseñanza Superior, Abed Diab al Ujaili.
«Reclamo de los ministerios del Interior y de la Defensa que garanticen la seguridad de las universidades y del ministerio de Educación Superior y que hagan todo lo posible para ubicar a las personas secuestradas», agregó.
Tres de esos cien iraquíes raptados fueron liberados cerca de un hospital del centro de la capital, declaró un médico.
«Tenían los ojos vendados y parecían muy impresionados. No tenían dinero, pero estaban ilesos», añadió.
Los secuestradores, llevando uniformes de los comandos de la policía, llegaron a bordo de al menos 20 vehículos al edificio del departamento de investigación científica, en el barrio Karrada.
Este secuestro se produjo mientras varias decenas de miles de policías iraquíes y soldados estadounidenses están desplegados para tratar de mantener la seguridad en Bagdad, donde se han producido actos de violencia confesional que han dejado miles de muertos desde comienzos de año.
Los secuestros colectivos, a menudo de carácter confesional, son habituales en Irak, y la comunidad sunita denuncia desde hace tiempo la responsabilidad de los escuadrones de la muerte chiítas que actúan al amparo de las fuerzas de seguridad.
El ministro de la Enseñanza Superior, miembro del Frente de la Concordia, el principal bloque parlamentario sunita, pidió la suspensión de las clases, en todo caso en Bagdad.
La violencia también afectó a la región de Baaquba, al norte de Bagdad, donde once personas, cuatro de las cuales policías, fueron muertas en ataques efectuados por hombres armados.
En la región de Kut, a 130 km al sureste de Bagdad, dos soldados iraquíes murieron en emboscadas.
El lunes en la noche en Bagdad, los soldados estadounidenses enfrentaron una vez más a las milicias chiitas del Ejército del Mehdi, dirigidas por el jefe radical Moqtada Sadr, enemigo acérrimo de la ocupación estadounidense.
En la incursión efectuada en el barrio chiíta de Chula, los militares norteamericanos fueron atacados por los milicianos y debieron pedir apoyo aéreo de helicópteros que dispararon contra varias posiciones rebeldes.
Seis civiles fueron muertos y otras 13 personas quedaron heridas, según una fuente de la seguridad.
Moqtada Sadr, señalado como objetivo por el ejército estadounidense y que en 2004 lanzó en varias ocasiones a sus milicias contra los soldados de la coalición, se ha convertido en un actor inevitable de la vida política iraquí.
En Estados Unidos, Bush decepcionó a los que esperaban una nueva política en Irak, después de haber recibido a un grupo de trabajo encargado de hacer nuevas propuestas para salir de la crisis iraquí que hizo que el Partido Republicano perdiera el control del Congreso.
«Mi posición no ha cambiado», aseguró Bush, quien sigue oponiéndose a la apertura de negociaciones directas con Irán y Siria en relación a Irak, como también contra un programa obligatorio de retirada de las tropas norteamericanas.