El secretario de Justicia estadounidense, Alberto Gonzales, debe responder hoy ante una comisión del Senado por su papel en la remoción de ocho fiscales federales, una decisión legal pero que fue vista como una purga política orquestada por la Casa Blanca.
«No tengo nada que ocultar, y tengo que asegurarle al Congreso y a los estadounidenses que no ha ocurrido nada inconveniente», dirá Gonzales en su presentación, según el texto difundido previamente y que será leído antes de responder a las preguntas de los senadores.
En Estados Unidos, los 93 fiscales federales, encargados de vigilar la aplicación de la política gubernamental en su distrito, son nombrados por el presidente, quien puede removerlos cuando lo desee. Sin embargo, esa práctica, corriente cuando se produce un cambio de administración, no es usual en el curso de un mandato.
Varios legisladores denuncian que la remoción muestra una manipulación política de la justicia, y exigen saber por qué los fiscales fueron relevados y en qué grado el ministro y la Casa Blanca estuvieron implicados en la decisión.
Gonzales ha dicho regularmente que la decisión de removerlos no tuvo una motivación política y que él no ha participado personalmente en el proceso, una versión controvertida por los documentos publicados en las últimas semanas y por los testimonios de algunos de sus ex colaboradores.
Mientras tanto, los pedidos de dimisión del secretario de Justicia se han multiplicado en un mes, e incluyen a líderes republicanos, pero el presidente George W. Bush le ha dado su confianza una y otra vez.
De todos modos, más allá del papel de Gonzales, los senadores se interesarían además en la posible implicación de Karl Rove, la eminencia gris del presidente Bush. Ocurre que el caso estaría revelando indirectamente otro: la desaparición de miles de correos electrónicos, entre ellos, algunos que podrían contener información oficial.