A la población guatemalteca poco le importan que haya contradicciones entre las altas esferas gubernamentales, ya fueran entre el Presidente, el Vicepresidente o el Ministro y sus Viceministros de Agricultura. Lo realmente importante y valioso para el pueblo está en que el Estado tiene gorda obligación de velar porque la gente de este país no se muera de hambre y no que los Q60 millones necesarios para comprar comida y otros enseres se queden guardados en las arcas nacionales sin cumplir el objetivo que perseguía su asignación presupuestaria. Ante tales circunstancias, no queda otra que confirmar que estamos viviendo un Estado fallido, con un gobierno que año y medio después de haber asumido su mandato, todavía no sabe dónde queda el Norte ni cualquier otro punto cardinal.
Más que la tremenda incapacidad de poder acabar con tantos delincuentes y contar con una justicia pronta y eficaz, pesa sobre los hombros del presidente Colom y por consiguiente de su vicepresidente, ministros y tantos más colaboradores la responsabilidad del tremendo corcho, porque no lo puedo llamar de otra manera, porque a pesar que con suficiente tiempo de antelación se dijo que habría sequía y disminución en la producción de granos, tanta gente no haya hecho ni pío ante la triste situación de que 4 mil 59 comunidades pudieran estar en altísimo riesgo de padecer de crisis por falta de alimentos, debido a la caída de hasta el 80 por ciento de las cosechas de maíz y frijol. ¿Qué van a esperar entonces para poner manos a la obra para planificar y solucionar tamaño problema?, ¿se van a contentar con declarar alerta naranja para Jalapa y roja para Baja Verapaz?
El desastre se agudiza todavía más cuando se sabe que existe un secretario específico, dizque para «brindar seguridad alimentaria» que seguramente no percibe un pobre salario, ¿entonces qué estuvo haciendo tanto tiempo para devengarlo, sin ponerse las pilas para cumplir con su función coordinadora?, ¿bastará haberle dado un jaloncito de orejas? ¿No debiera hacerse borrón y cuenta nueva para que semejante corcho, insisto en calificarlo así, no vuelva a suceder? Lo peor de todo, es que después de ver y oír a tanto funcionario hablando del mismo tema, le queda a uno la impresión que les vienen flojas las consecuencias que semejante barbaridad se haya cometido. A estas alturas, la mayoría de funcionarios y empleados públicos del ramo, dan la sensación de que no saben lo que la desnutrición causa en los seres humanos, a tal punto que mucho de nuestro elevado atraso educativo y cultural se origina porque los niños, jóvenes y adultos siguen siendo mal formados. ¿Ya que les gustan tanto los colores a nuestros políticos, no es oportuno que nuestros dignatarios en el Congreso fiscalizaran, interpelaran y sacaran tarjeta roja a tantos responsables de esta barbaridad o al menos al mero responsable?