¿Se va a seguir haciendo lo más fácil?


No me cabe duda que existen miles de maneras para que el ser humano resuelva sus problemas. Unas complicadas y otras sencillas pero, ¿no es lógico que todas forzosamente debieran conducir a la solución real, a fondo y no sólo por encima de cada uno de ellos? A todos consta que nuestro paí­s tiene carencias y necesidades desde que don Gabino Gainza se encaramó al poder hasta la fecha, sin que hayamos tenido la dicha de ver que la mayorí­a de gobernantes se mojen los pantalones para resolverlos. Sin ir tan lejos, con sólo leer la siempre interesante columna del Licenciado Oscar Clemente Marroquí­n, Presidente del Diario la Hora, del 26 de marzo pasado, le da uno la razón cuando escribe: «Quien diga que en Guatemala todos los tí­tulos de propiedad son absolutamente legí­timos está hablando babosadas porque aquí­ puede ser que hasta sus propias casas hayan sido vendidas por algún largo sin que nadie se de cuenta, tal es el sistema de inseguridad jurí­dica de la propiedad».

Francisco Cáceres Barrios

¿No es cierto? Me encuentro entre los chapines que también nos disgusta el bla, bla, bla de los polí­ticos, peor aún cuando encaramados sobre la tarima de la campaña electoral ponen su mano derecha sobre la Biblia y juran que no van a subir los impuestos, como que los fondos públicos van a ser honesta y racionalmente manejados y que a todo aquel servidor público y que se le encuentre metiendo mano en donde no debe se le va poner de patitas en la calle y consignado a los tribunales. Vaya desparpajo el de nuestros polí­ticos para prometer y tan escurridizos para cumplir. Para demostrarlo, el presidente Colom no tardó ni tres meses de estar en el guacamolón para ponerse a hacer «jule jule» en el afán de promover que lo más pronto posible le entre más pisto par el cada vez más engordado presupuesto de la Nación sin ponerse a pensar, ni un sólo momento, en que los más pelados y los de la clase media seguiremos siendo los más damnificados, porque «los otros» siempre encuentran a quien cargarle la mano.

¿Pero qué hubo de usar «racionalmente» el gasto público?; ¿cuándo el pueblo dejará de ver los cuantiosos gastos de viaje, en aviones privados o de lí­nea, los viáticos, los costosos vehí­culos, los cientos de guardaespaldas, como tanto gasto superfluo como innecesario que se sigue haciendo desde que tengo uso de razón en los tres organismos del Estado y en sus dependencias descentralizadas o autónomas? Claro, suena muy bonito decir este gobierno es del pueblo pero, ¿es verdad que el ochenta por ciento de trece millones de habitantes al menos disfruta de un mes de los cuarenta y ocho que duran los mandatos con los cuantiosos sueldos y demás costos y gastos de la enorme burocracia? Suena mejor todaví­a decir -estamos combatiendo el contrabando- pero ¿cuándo será el dí­a que salgamos a la calle sin toparnos con cientos de sitios en donde se expenden toda clase de productos y servicios sin haber pagado sus correspondientes impuestos?

Indudablemente es más fácil seguir haciendo lo mismo, castigando a la población, que entrarle a fondo a la real y verdadera reforma fiscal, como seguirá siendo más fácil enviar a un lí­der sindical a Suiza que hacer una real y verdadera reforma educativa que tanto necesita nuestro paí­s.