Se reactiva debate sobre seguridad


Gendarmes franceses toman posición para combatir la violencia. FOTO LA HORA: AFP PHILIPPE MERLE

Los disturbios callejeros que tuvieron lugar dí­as atrás en dos puntos de Francia tras la muerte de dos jóvenes por disparos de la Policí­a, pusieron en evidencia un creciente malestar hacia los uniformados y reactivaron el debate sobre seguridad a dos años de una elección presidencial.


En Grenoble (sureste) la violencia comenzó el viernes de noche luego de que un muchacho del populoso barrio de la Villeneuve muriera baleado por la policí­a que lo perseguí­a porque habí­a atracado un casino de la zona.

Acto seguido, jóvenes de ese barrio de edificios donde viven trabajadores e inmigrantes, en su mayorí­a, incendiaron unos 80 vehí­culos y destrozaron varios comercios, en muchos casos de sus vecinos.

En algunos barrios «se tiene el sentimiento de que la policí­a no está para protegerlo sino para reprimir, y cuando hay un muerto, surgen los disturbios. Siempre es prácticamente el mismo proceso», sostuvo Didier Lapeyronnie, sociólogo y profesor en la Sorbona, para quien el problema es que «esto dura desde hace treinta años y sigue deteriorándose».

Los actos de violencia urbana en la Villeneuve -que incluyeron disparos contra la policí­a- duraron tres noches más pese al dispositivo de seguridad ordenado por el ministro francés del Interior, Brice Hortefeux, que el sábado visitó ese barrio durante 15 minutos.

Hortefeux pidió a los responsables de seguridad que «pongan en marcha todas las medidas para restablecer el orden público y la autoridad del Estado», movilizando en total a unos 500 gendarmes y policí­as y un helicóptero.

«Ante todo es un problema polí­tico», afirma Lapeyronnie, que denuncia el alejamiento de la policí­a de los barrios, los guetos que surgen en los suburbios y los «discursos policí­acos» de las autoridades.

Laurent Mucchielli, sociólogo e investigador entiende que «lo que está en tela de juicio no es la legitimidad de una intervención policial sino la manera en que lo hace».

La noche del domingo, en Saint Aignan, pueblo del centro de Francia de 3.500 habitantes, unas 50 personas atacaron una gendarmerí­a a golpes de hacha y barras de hierro para protestar por la muerte de un joven alcanzado por disparos de un gendarme tras disponerse a saltar un control, según la policí­a.

Mucchielli pone el acento en el elemento que desata la violencia.

«Es lo que la gente considera injusto, humillante y desproporcionado, como morir por un control» policial, explica.

Tanto en Grenoble como en Saint Aignan se trata de «situaciones de exclusión -socioeconómica, material, y simbólica, en la medida en que son considerados diferentes, rechazados, vistos como sinvergí¼enzas, ladrones», explicó.

Autoridades locales ponen en la mesa otros dos factores: el recorte de efectivos en la policí­a y la gendarmerí­a que significó la casi eliminación de la «policí­a de cercaní­a» en los barrios difí­ciles.

Conocedor de situaciones explosivas, Claude Dilain, alcalde socialista de Clichy sour Bois, periferia este de Parí­s donde arrancaron los disturbios de las «banlieues» francesas en noviembre de 2005, aboga por distribuir equilibradamente a la población y no crear «territorios de miseria y exclusión» como en la actualidad.

«Si seguimos amontonando a los excluidos, no habrá ninguna posibilidad de que cambie» la situación, afirmó Dilain al diario francés Liberation, según el cual el desempleo en los jóvenes de 20 años en zonas urbanas sensibles en Francia supera el 41%.