Yo recuerdo aquellos días en los que uno de los más sólidos argumentos para demostrar el fracaso burdo de la revolución cubana era el socorrido argumento de la masiva fuga de cubanos de la isla para buscar refugio en los Estados Unidos. El punto culminante fue posiblemente la oleada que salió del puerto Mariel en 1980 en abarrotadas embarcaciones improvisadas, lo que causó la muerte de muchas personas. Es tan grave lo que pasa en Cuba, decían, que la gente prefiere morir en el trayecto antes que seguir viviendo en esas condiciones tan deplorables.
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Hoy no es de Mariel de donde salen oleadas de personas y, peor aún, de niños que corren graves peligros, aun de muerte, para dejar atrás condiciones deplorables que les impiden una vida digna. Es de Ciudad Tecún Umán, en la frontera entre Guatemala y México, donde se inicia esa riesgosa jornada de muchos días para llegar a Estados Unidos en busca del futuro y de las oportunidades que nuestro país no puede ni quiere ofrecerles. Qué diferencia real y concreta puede haber entre los cubanos que huyeron de la opresión económica en su país y nuestros niños. Aquí no tenemos embargo ni cerco económico, ciertamente, pero tampoco disponemos de conciencia para entender que ningún país puede sostener su economía en el dinero que con sangre, sudor y lágrimas mandan en concepto de remesas familiares sus propios ciudadanos que huyeron de las espantosas condiciones sociales existentes.
Tengo en Estados Unidos un par de amigos cubanos que fueron producto de ese fenómeno conocido como el de Los Marielitos. Se trata de dos hermanos que habían terminado sus estudios en Cuba y vivían en la provincia en medio de las limitaciones que son comunes a los habitantes de la isla. Ambos coinciden en que a ellos la política no les afectaba y que se fueron de Cuba en busca de oportunidades económicas. Hoy los dos tienen casa propia en Estados Unidos y viven con las comodidades propias de una familia de clase media en ese país, trabajando duro pero con la satisfacción de que han podido llevarse a sus padres y otros hermanos, al punto de que ya casi no tienen familia en Cuba.
Fue una migración causada por idénticas razones a las que mueven a tanto guatemalteco. La diferencia mayor es que los cubanos, por razones políticas, son acogidos como residentes porque sirven de propaganda contra los Castro, mientras el chapín tiene que vivir escondido, trabajar ilegalmente y con riesgo de ser deportado porque un arrogante mandatario nuestro dispuso que los chapines somos tan de a huevo que no necesitábamos ningún TPS.
El punto, finalmente, es que somos un pueblo que eructa pollo porque no vacilamos en enfatizar que la migración de los cubanos era la muestra del fracaso de su Estado y de su modelo de sociedad, sin darnos cuenta que nosotros tenemos una sociedad que también expulsa a su gente. Ya sé que me dirán que al menos aquí somos libres, pero libres para qué si la mayor libertad es la que nos permite soñar con un futuro mejor, no digamos con un futuro digno.