El uruguayo Carmelo Arden Quin, uno de los fundadores del Movimiento MADí, surgido en Buenos Aires a partir de una reflexión plástica que preconizaba la creación de obras poligonales a través de la geometría y los colores lisos, creó una escuela internacional basada en un arte lúdico.
Carmelo Arden Quin, nacido el 16 de marzo de 1913 en Rivera (Uruguay), falleció ayer de causas naturales en Savigny sur Orge, un suburbio de París.
«Para mí fue un maestro, pero también fue mi maestro en su dimensión de MADí. Lo que él hizo fue algo de Quijote, sabiendo de dónde salió, de Rivera, para llegar a Buenos Aires, y luego llegar aquí (Francia)», declaró su amigo y compatriota, el pintor y escultor Bolívar Gaudin.
«Fue como un Quijote porque no tenía los medios, solamente la capacidad de hacer, pero vivía casi sin domicilio fijo y logró montar una cosa extraordinaria, esta escuela MADí que hoy está en todo el mundo: en América, Europa, Japón…. Ha logrado implantar esta idea nueva del arte moderno abstracto cuyas reglas inventó, adaptándolas al tiempo en que vivimos», afirmó Gaudin, que firma sus obras Bolívar.
«Se nos murió El Quijote», se lamentó.
Al preguntarle sobre la vigencia de MADí, Bolívar señaló que «en Francia el Movimiento MADí funciona. El mes próximo habrá una exposición de todo el Movimiento MADí en Nápoles. En el Instituto Borges de Buenos Aires se inauguró hace pocos días una exposición del Movimiento MADí, y en la Galería Laura Haber de Buenos Aires hacen una muestra MADí paralelamente».
Luego añadió que «el movimiento MADí sigue vivo y muy fuerte». «Justo me dieron una revista que habla de una exposición MADí en Japón. Este año expuse yo, y también expuso el Movimiento MADí, en París y los alrededores», explicó.
En 2009, Carmelo Arden Quin fue nombrado ciudadano ilustre de Montevideo.
El movimiento internacional MADí, que tiene miembros en numerosos países y museos en Sobral (Brasil) y Dallas (Estados Unidos), evolucionó difundiendo varios manifiestos que proclamaban la creación de un arte lúdico, abstracto, geométrico, que rechazaba el marco tradicional y todo aspecto representativo.
Arden Quin vivía en Francia desde 1948. En 2008, la Casa de América Latina de París presentó una gran exposición MADí con participación de Arden Quin, Bolívar Gaudin (Salto, Uruguay, 1932), así como de varios pintores y escultores procedentes de diversos países, miembros de este movimiento.
Carmelo Arden Quin, que en 2009 expuso obras en blanco y negro en la galería Nery Mariño de París, señaló en una entrevista que el movimiento MADí comenzó en 1946 en Argentina basándose en experiencias realizadas en Montevideo por él mismo y por Rod Rothfuss.
A pesar de las polémicas, según él MADí significaba «materialismo dialéctico». Arden Quin, que también era poeta, subrayaba que MADí es «forma, color y geometría pura».
Desde que llegó a Francia, Carmelo Arden Quin difundió los principios estéticos del movimiento MADí, al que consideraba revolucionario y universal, pues aunque rechaza el marco tradicional y los principios figurativos, permite una gran creatividad puesta en evidencia por obras totalmente disímiles de numerosos pintores y escultores.
Los discípulos de este artista modesto que rechazaba la calificación de líder de MADí y se proclamaba un simple miembro de este movimiento internacional, siempre destacaron su originalidad y su creatividad.
Aunque las premisas del Manifiesto MADí de 1946 siguen siendo válidas, muchos pintores y escultores desarrollaron sus obras utilizando materiales modernos como vidrio, plástico, diversas maderas y procedimientos técnicos avanzados.
El uruguayo Carmelo Arden Quin, fundador de MADí, uno de los movimientos artísticos más importantes de América Latina, falleció ayer a los 97 años en su casa en las afueras de París, indicó su esposa, Sofía Arden Quin.
El artista plástico, nacido en 1913 en Rivera Uruguay, cerca de la frontera con Brasil, murió «tranquilo, en paz, en nuestra casa» en Savigny sur Orgue, afirmó.
Arden Quin, considerado el fundador del Movimiento MADí, en 1946 en Buenos Aires, murió a las once de la mañana.
«Yo había bajado un momento, y cuando volví a subir, había cerrado los ojos. Fue como si él pensara que yo no lo iba a dejar morirse, que no le iba a dar permiso. Murió sin mi permiso», dijo la esposa, muy conmovida.
«Estaba maravillosamente lúcido, hasta el último minuto», agregó Sofia Arden Quin, indicando que aún no ha decidido cuándo ni dónde será el sepelio.
En una entrevista con la AFP a mediados de abril en su casa, Camelo, que se radicó en París en 1948, contó sus proyectos de seguir trabajando hasta más allá de su centenario.
«Tengo 97 años y estoy muy bien», dijo riéndose. «Y cuento con seguir trabajando después de que cumpla 100 años», prometió el artista en su acogedora casa, donde cuelgan por todas partes obras suyas, en madera de todos los colores y con formas irregulares.
«Yo soy un pintor MADí. MADí es una postura filosófica, ética, no política. Una de sus premisas es que el universo es geométrico, y que la obra no tiene un límite establecido», explicó. «MADí fue, y es, un movimiento de vanguardia, independiente, que nunca ha contado con apoyos oficiales».
«MADí nació con un manifiesto de Arden Quin postulando, entre otras cosas, que la geometría sostiene el Universo y que el formato como la forma total debe ser una creación única. MADí abolió el cuadro, lo hizo parte esencial de la forma de la obra», explicó.
Interrogado sobre cómo es un día típico del padre de MADí, contó que dormía toda la mañana, «como un adolescente». Pero que después se ponía a trabajar hasta la medianoche.
«Lo maravilloso es que sigo descubriendo cosas todos los días. Busco la nota exacta. Porque en pintura, como en la música, tiene que haber un tono justo, porque si no, hay una falsa nota. Tiene que haber una armonía de colores y de tonos. Si no, el cuadro no anda».
«MADí tiene un carácter lúdico, y tiene valor no sólo estético sino también ético», señaló, agregando que ese movimiento «quería ser una conducta nueva en el arte, y en el comportamiento del artista».
«Se le quería dar más un sentido filosófico que de activismo militante», afirmó, indicando que la primera denominación de MADí fue materialismo dialéctico.
Fue luego, durante la persecución política en Argentina, cuando sus participantes jugaron con el nombre, diciendo que significaba movimiento abstracto dinámico internacional para desviar la atención.
«Pero MADí no lo fundé yo solo», recalcó Arden Quin, cuyo maestro fue el uruguayo Joaquín Torres García (1874-1949), padre del universalismo constructivo, con quien trabajó en su taller de Montevideo antes de partir a Buenos Aires.
«MADí dio un paso más allá del constructivismo. En la pintura siempre se trabajó con el punto, la línea y el plano. Pero nunca se les ocurrió hacer dos planos superpuestos, juntar dos planos para hacer una forma. Y eso es el aporte de MADí, Si no hay forma, no hay MADí», explicó.
«MADí influyó en el arte cinético, pero este último, que ha hecho y hace cosas extraordinarias, no tiene una teoría – histórica, filosófica – que sustente su práctica, sino que nació con un sentido comercial en la galería de Denise Renée en París».
Ahora, hay museos dedicados al Movimiento MADí: uno en Hungría, que se llama «Movil Museo MADí», y otro en Brasil, en Sobral, estado de Ceará, y hay proyectos para fundar otro en Sao Paulo.