Se llevan al embajador «metiche»


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Como parte de la polí­tica rutinaria del Gobierno norteamericano hemos visto venir e irse a más de 15 embajadores durante los últimos setenta años. La totalidad de ellos se han dedicado a velar por los intereses y conveniencias de su paí­s, han impuesto, han obligado a hacer y a deshacer a su conveniencia.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

 


Cuántos guatemaltecos estarí­an vivos si no hubieran existido las diferencias polí­ticas que ellos han tenido con otras potencias. Cuántas madres, esposas e hijos gozarí­an de la presencia de sus seres queridos si los intereses y los requerimientos de Estados Unidos no los hubieran colocado en ese inútil y estéril enfrentamiento.

Hoy nos obligan a sufrir la demanda de drogas que su población requiere; pretender decir que les importa lo que les pase a los guatemaltecos es un autoengaño.

El señor Stephen McFarland vino a nuestro paí­s en una segunda oportunidad a obligar a que se haga lo que sus intereses demandan. Para llamar la atención hizo presencia en la Huelga de Dolores, no desaprovechó oportunidad de hacerse notar en los asesinatos que consideró conveniente, pero acaso le brindó a los deudos una visa de refugiado por razones humanitarias, para que no fueran amenazados o puestos sus vidas en peligro?, ¿Se presentó en ciertas audiencias para velar por la justicia o para presionar porque las resoluciones y las sentencias sirvieran a sus intereses?, ¿Respetó nuestras leyes y no mintió para tratar de extraditar a algún guatemalteco? Claro que no.

Si ayudó con recursos de los impuestos de los Estados Unidos, en algún sentido, lo hizo buscando el beneficio de sus intereses. Si verdaderamente hubiera tratado de ser amigo de los guatemaltecos su principal lucha hubiera sido obtener el Estatutos de Protección Temporal, TPS,  que hubiera amparado a 1.5 millones de hombres y mujeres guatemaltecos que honradamente trabajan en Estados Unidos. También hubiera planteado que no se expulsara a 30 mil guatemaltecos año con año, destruyendo vidas, separando hogares y perjudicando moral y materialmente a las familias de estas personas.

Decir que McFarland respetó su estatus diplomático es una burla, lo que por supuesto no dejó de hacer fue relacionarse con la cúpula económica, buscar que lo adularan y lo endiosaran para satisfacer su ego.

Sus desplazamientos los hizo con más seguridad que el Presidente o el Vicepresidente de la República, utilizando una comitiva presidida y seguida de camionetas Suburban, llenas de guardaespaldas, sin respetar la velocidad establecida para transitar, utilizando luces intermitentes, sin ningún derecho y atravesándose las calles y avenidas donde lo consideraban conveniente.

Es por todo lo señalado que sin duda alguna su actuar ha sido populista, prepotente y negativo, qué bueno que su gobierno se lo lleve y que no vuelva a poner un pie en Guatemala, nuestro paí­s no necesita personas de su proceder y calidad.

Qué distinto hubiera sido si en lugar de buscar la amistad de los económicamente poderosos hubiera buscado el agradecimiento de nuestros migrantes, y que ahora que se lo llevan fueran cientos de miles de chapines los que agradecidamente dijeran: fue por el embajador McFarland que no me expulsaron o mejor aún, fue por el actuar y las gestiones de él que el millón y medio de guatemaltecos obtuvieron el Estatutos de Protección Temporal, TPS, que les permitiera honrada y tranquilamente trabajar en Estados Unidos, para tener un mejor ingreso y enviar suficientes recursos a sus padres, esposa e hijos en sus pueblos de origen donde estas familias sobreviven en Guatemala.