Cuando hace varias semanas publicamos en La Hora que vendría el señor Vernon Muñoz, relator de Naciones Unidas para derechos de la educación, supusimos que el Gobierno lo había invitado en una jugada audaz para que un observador independiente viniera a respaldar la supuesta buena gestión del Ministerio de Educación que se proclama como la joya de la corona en este gobierno en el que cuesta encontrar alguien que pase de zope a gavilán. Acosada la Ministra por los maestros que denuncian una pésima gestión, la presencia del relator hubiera sido oportuna para confirmar lo que la publicidad dice y lo que los medios controlados por el gran capital repiten, en el sentido de que la señora Aceña es una eficiente funcionaria.
Sin embargo, la verdad resulta ser totalmente distinta porque el Gobierno no quiere que el relator de la ONU venga este año y le ha pedido que posponga su visita para el año entrante, cuando haya un nuevo gobierno. Eso demuestra claramente que hemos presenciado una eficiente labor de maquillaje en el campo de la educación y que con las ideas de impacto publicitario como las que anualmente desarrollaba en el CIEN con ingeniosas campañas, la titular de la cartera se pudo ubicar como el tuerto en el país de los ciegos.
Para fortuna de la Ministra, tiene como contraparte a un dirigente que es repudiado no sólo por los medios que lo han desnudado como un maestro que no cumple con sus deberes, sino por la población que no cree que esté librando una batalla a favor de la educación. Pero muchos de los argumentos son tan incuestionables que el mismo Presidente de la República tuvo que ceder a la hora de reunirse con los dirigentes, llegando a acuerdos que ahora están siendo deshonrados por el Ministerio, por lo que se amenaza con una nueva confrontación.
Sólo en Guatemala puede ocurrir que un acuerdo alcanzado entre el Presidente de la República y la dirigencia magisterial es repudiado por la Ministra que en abierto desafío descalifica los términos de los compromisos suscritos. Cierto es que el Presidente pierde poder conforme se aproxima el final de su mandato, pero en este caso se rebasa cualquier antecedente histórico, llegando a ser tal el poder de la funcionaria por su respaldo en los medios ya referidos, que se da el lujo de comprometer al Gobierno al punto de que se opone a la visita del relator.
El Presidente tiene que entender que está siendo embaucado en una maniobra que le hará mucho daño porque tarde o temprano se conocerá el manejo tendencioso de la cartera de Educación y el esfuerzo por encubrir graves anomalías mediante la oposición a que venga el relator de la ONU. Anomalías que tienen que ver mucho con ese sello de prepotencia que ha caracterizado una gestión a la que se le está cayendo todo el maquillaje con tanto esmero aplicado.