Utilizo este encabezamiento tan usual dicho, para el presente artículo, referido a la contienda por la segunda vuelta electoral, prevista para el domingo 4 de este mes. La sostienen los binomios: ílvaro Colom y Rafael Espada (UNE), Otto Pérez y Ricardo Castillo, del Partido Patriota.
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Sin interés por alguien de los dos finalistas en la primera ronda del 9 de septiembre, tuve seguridad que ambas fórmulas al final del conteo ocuparían esas posiciones ventajosas. De nuevo el ambiente se torna demasiado tenso y polémico para la ciudadanía, a la expectativa y un brete.
Esta segunda fase del proceso enmarcado en legislación pertinente siempre cobra un rol plagado de discusiones encontradas, causante de situaciones de alta tensión. Fuertes intereses en pugna lo agravan y hacen propicio para tirarse los platos a la cabeza en cualquier momento no imaginado.
Nada tiene de particular tal mecanismo que define quién de los dos resulta ungido por el electorado, en términos de una auténtica democracia. Sin embargo, luego salta la liebre y las bajas pasiones saltan al ruedo con acciones oscuras, fruto de mezquindad, diatriba y envidias recalcitrantes.
Dejan en el olvido compromisos adquiridos, consecuencia de pactos de caballeros; sobre todo su alta responsabilidad en aras de los destinos del país. El patriotismo y conciencia cívica, el mejor garante del espíritu nacionalista queda relegado a planos secundarios, como se puede constatar.
Se demuestra cómo con tal de ganar la contienda se pasan por encima del otro binomio en disputa, a fuerza de dimes y diretes: a fuerza de restarle méritos al oponente. Hacen pedazos su dignidad, mediante la utilización de armas desleales, de cara a hacerse de adeptos y afines en su favor.
La historia tiene ingrata repetición sobre la faz y linderos de la patria «que deja de ser una casa grande donde vivimos todos», según el poeta Julio Fausto Aguilera. Desde hace años atrás veo la realización fuera de principios éticos, acaecidos cada época electoral que eleva los ánimos por rumbos equivocados.
Algo peor esta vez, por cuanto la campaña electoral prematura tuvo ese matiz, además es obvio, responde a la misma connotación irregular la última fase. Por lo tanto la población soporta en contra de su voluntad la serie de coyunturas carentes del auténtico sentido y espíritu que depara el civismo.
En resumen es del dominio público que los dos binomios contendientes recurren a lo que tienen a mano, lo que creen es utilitario y facilitador del ansiado triunfo. De esa cuenta vuelven los medios a cumplir con el encargo publicitario, de igual manera la gente hasta el fastidio escuchan la bulla.
Uno para sus adentros piensa si de repente las cosas cambien en ese orden de ideas; pero ajenos a la aceptación de: «mal de todos, consuelo de tontos», se percibe que el problema alcanza y satura a muchos países del mundo. Los seres humanos pierden abiertamente los valores también humanos, indispensables.
Ambos binomios que aspiran al solio les animan deseos incontenibles de jugarse el todo por el todo, sin que quepa duda, por sabido se calla. Si ello tiene realización, como es deseable, santo y bueno. Pero lo condicionamos sea dentro de cánones de respeto, dignidad, decoro y muchos etcéteras.