Al igual que la sociedad, la familia es dinámica y cambiante. La clásica imagen del patriarca junto a la sumisa mujer rodeada de hijos, es cosa del pasado. Nuevos esquemas definen el núcleo social de los guatemaltecos, que cada vez se ve más afectado por el contexto que se define con los altibajos de la economía, la migración, la inseguridad y los valores.
florortiz@lahora.com.gt
No por gusto, sino por necesidad, Miguel Diéguez tuvo que dejar hace cinco años a su esposa y a sus dos hijos, de 5 y 7 años, para emprender el camino hacia los Estados Unidos tras el «sueño americano», como muchos guatemaltecos lo han hecho ya.
De esa forma, la búsqueda de un empleo digno le costó caro a Miguel. Ahora, sus hijos le recuerdan vagamente. No le olvidan, de no ser porque hablan por teléfono cada mes y en su casa siempre tienen presente que dinero que envía sirve para sufragar la mayoría de gastos en el ya incompleto hogar.
Esta familia, como miles, perdió a uno de sus miembros debido a la migración laboral, que es la principal causa que obliga a los guatemaltecos a dejar el país.
«Miles de familias guatemaltecas se desintegran porque en Guatemala no hay una política económica adecuada a las necesidades de la mayoría», opina Mauro Verzeletti, de la Pastoral de Movilidad Humana.
«Contrario a lo que la mayoría cree, la migración es un problema social y no una solución económica, porque está ocasionando daños severos a la integración de las familias, que se ven obligadas a separarse», explica.
Aunque no se tiene un dato exacto sobre cuántos guatemaltecos viajan cada año a los Estados Unidos en busca de oportunidades, se sabe que hay más de 1.5 millones en ese país en calidad de indocumentados.
La mayoría sacrifica ver a sus hijos crecer y permanecer junto a su familia, para garantizar que los alimentos no falten en la mesa y que las cuentas se puedan pagar.
De acuerdo con activistas en migración, la mayoría de los que parten hacia el Norte son hombres jóvenes, con responsabilidades familiares, por lo que las implicaciones sociales son claras en ese fenómeno. Las familias se desintegran.
«Es difícil porque a veces hay que decidir estar con la familia o vivir pobres», dice la esposa de Diéguez. «Esperamos que las cosas mejoren, a si mi marido regresa y mira a los niños como crecen, como debe ser».
MADRE SOLTERA
La falta de educación reproductiva es una de las principales causas que originan los embarazos prematuros o «no deseados» y que a su vez, son determinantes para que una incipiente familia no se consolide.
De acuerdo con estudios independientes, la reproducción femenina inicia, en algunos casos, a los 10 o 12 años, lo que implica que las jóvenes no estén preparadas para conformar un hogar bien cimentado.
Karla Aguilar, ama de casa, explica cómo conformó su familia siendo madre soltera. «Yo resulté embarazada a los 16 años, cuando mis papás se enteraron de mi situación, me sacaron de casa».
«Mis papás se separaron porque uno le echaba la culpa al otro de los problemas, al fin que todo terminó en separación», dice Karla, con una evidente emoción. «Busqué al papá de mi hijo y no se hizo responsable de nuestro hijo, entonces tuve que ver cómo salía adelante con mi hijo».
«Siento tristeza de saber que por mi culpa se separaron mi padres pero en realidad ninguno de ellos me enseñó el valor de una familia unida», añade.
Sin embargo, Karla consiguió -con esfuerzo- educar a su hijo, pese a que el joven no tuvo el apoyo de su padre, ni a sus abuelos.
Una familia golpeada por la falta de educación y la irresponsabilidad paterna marca para toda la vida a un niño, explica la psicóloga Dalila Flores, especialista en la atención a menores de edad.
La falta de una imagen paterna no pasa desapercibida para un niño, y las conductas hostiles de familiares cercanos -como los abuelos- afectan seriamente las emociones de un niño, explica la experta.
«Lo ideal es que un niño conviva a diario en un núcleo de familia en el que no falten el padre ni la madre (…) es también importante que se acerque a la familia extendida y encuentre en ésta un soporte emocional», señala Flores.
ROBO
Salir a trabajar todos los días. Regresar… quien sabe. El trabajo de piloto de autobús ha cobrado un nuevo matiz en Guatemala, en donde el asesinato de transportistas se incrementó en los últimos años, por causas que ni las mismas autoridades tienen claras, o que al menos, no las explican.
Los ataques a los colectivos, tanto urbanos como extraurbanos, además de cobrar la vida de pilotos y ayudantes, deja una estela de sufrimiento, dolor y vacío en las familias guatemaltecas, que pierden a un ser querido sin lugar a que se pueda recuperar
«Me robaron a mi esposo y a él, le quitaron la oportunidad de estar con nosotros», dijo entre lágrimas, la esposa de un piloto asesinado. «No sé qué voy a hacer», decía.
No fue sólo la muerte de un piloto, además, fue la pérdida de un esposo y un padre, que dejó un vacío en su hogar. Dos niños y una niña son los que la viuda del piloto deberá criar sola, sin la ayuda de su esposo.
Para Mario Polanco, director del Grupo de Apoyo Mutuo, es la falta de una política de seguridad y la aplicación de directrices serias, el origen de la violencia social que ha acabado con la vida de decenas de pilotos de buses.
A su vez, este tipo de violencia tiene consecuencias en las familias de las víctimas, que se reducen con los hechos delictivos. En algunos casos, la violencia cobra la vida de todos los integrantes de un hogar.
«Es el momento de exigir a las autoridades que detengan el dolor de las familias guatemaltecas», puntualiza Polanco, luego de la presentación de un informe sobre la inseguridad en el país.
Así como sufren las esposas de pilotos, han sufrido miles de mujeres e hijos de todas las esferas sociales, por la pérdida de su esposo y padre, respectivamente.
DEGENERACIí“N
Existe además, una extensa cantidad de factores que inciden en la desintegración familiar. El alcoholismo, la drogadicción, y las enfermedades son causantes de que un hogar se encuentre incompleto.
En la mayoría de ocasiones, son los padres quienes faltan a los hijos, sin embargo también existen casos en que la madre es la ausente de lo que debería ser el núcleo de la sociedad.
Para el analista Huber ívila, de la Universidad de San Carlos, aunque los modelos familiares permanecen con leves cambios en los rasgos urbanos y rurales, los roles de los integrantes de las familias han cambiado, lo que además representa modificaciones a la configuración del hogar.
«Ahora, muchas mujeres son las jefes del hogar, aunque tengan que estudiar, trabajar y cuidar a los hijos. Es algo que no se miraba antes en la conformación de una familia», señala.
Por otro lado, aunque convivan el padre, la madre y los hijos en la misma casa, no hay garantía de que el hogar se encuentre integrado, seña ívila, mientras explica que «la comunicación y el entendimiento son determinantes en la integración».
De esa forma, concluye que además de condiciones como educación, empleo digno y seguridad, para formar una familia es necesaria la integración de los individuos en un conjunto, en donde el respeto y el diálogo prevalezcan ante todo.
Huber ívila, analista del área sociopolítica de la Universidad de San Carlos, considera que, pese a los factores sociales y económicos de la nueva época, los rasgos de la familia tradicional guatemalteca no han cambiado mucho.
«Las familias del área rural no tienen comparación con las de las áreas urbanas, son muy distintas; por lo general en el área rural se tienen tres o más hijos, mientras que en la Capital y las ciudades las familias tienen dos o tres. Sin embargo, en las dos áreas, las madres continúan siendo las que cuidan y velan por sus hijos».
Las familias del área rural son muy conservadoras, el área de la capital han tomado prototipos de otros países; y las familias de los cascos urbanos son una mezcla de las dos anteriores.
No obstante, sí hay cambios en los roles que juegan los integrantes de las familias. Los padres, que no consiguen empleo, se quedan en la casa, y las madres, buscan trabajos temporales e informales.
«En estas sociedades, con los nuevos esquemas económicos, el trabajo de las mujeres es muy diferente porque ahora trabajan, estudian y aparte, cuidan a los hijos», explica.
«En el país es relevante el gran número de padres y madres solteras. Ahora las familias no las conforman los padres, madres e hijos, sino que en una gran cantidad de casos sólo las conforman la madre o solamente el padre; las familias no son las mismas», segura ívila.
Con el nuevo rol que juegan las mujeres en la sociedad, se modifica el patrón de jefatura de hogar. Un tercio de los hogares tienen jefatura femenina por ausencia de la figura masculina, debido a la causal de abandono. Y en zonas determinadas, por viudez, consecuencia de la guerra, la violencia política y el desarraigo.
Se modifican los patrones de socialización primaria: ausencia del padre biológico y figura de la madre transferida al conjunto de mujeres que conforman las redes de apoyo solidario.
Los tipos emergentes de familia tienden a proyectarse como unidades de conflicto: se naturaliza un patrón de relaciones intrafamiliares basado en la desigualdad y en la violencia entre los géneros y entre las generaciones.
Los cambios culturales se ven reflejados en la forma de vida de las y los guatemaltecos, ya que la mayoría de personas no dependen de otras personas para demostrar que son capaces de sobrellevar un hogar solos o solas.