Guatemala atraviesa por una crisis política y económica. Los mejores ejemplos son el actual escándalo financiero en el Congreso de la República y la creciente inflación que afecta directamente a la población.
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Sin embargo, existe un tercer factor que se suma a esta compleja situación: la crisis en las relaciones humanas, que degenera la salud mental.
Este conjunto de valores de interrelación social, de construcción conjunta, de esfuerzo conjunto, de sufrimiento y de felicidad, ha sufrido fuertes daños», indica Marco Antonio Garavito, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental.
Según Garavito, habitualmente se considera a la salud mental» como un aspecto imprescindible para fortalecer la educación, sin embargo, se debe suponer lo esencial de la educación para la creación de la salud mental.
En Guatemala la salud mental tiene una débil comprensión, ya que se concibe como un concepto curativo y clínico, que no tiene nada que ver con la vida cotidiana, por ello no se evidencia que el ambiente educativo es un factor fundamental», asegura.
Una política de Estado
La salud mental está íntimamente vinculada con la relación sana entre las personas que habitan el mismo país. La salud mental es un constructor colectivo, una categoría que tiene que ver con las relaciones humanas que, en Guatemala han sufrido un fuerte deterioro: se han deshumanizado.
De acuerdo con Garavito, el Estado guatemalteco debería preocuparse por esta situación que ha disuelto las relaciones humanas solidarias, ya que actualmente priman los sentimientos de individualidad, antagonismo e intolerancia.
En ese sentido, la educación juega un papel absolutamente clave; la relación educación y salud mental van absolutamente de la mano, pero no necesariamente están consideradas en la misma dirección», reconoce el entrevistado.
Por ello, estima que así como hay una política educativa de Estado, debiera establecerse una política de Estado de salud mental.
A criterio de Garavito, es posible pensar, como aporte desde la educación para la salud mental, el rescate de la política.
«Creo que si no hacemos un esfuerzo por rescatar la política como una necesidad vital del ejercicio de una sociedad e impedir que se corrompa, es difícil que podamos establecer en nuestra gente lazos de construcción colectiva que son eminentemente políticos», manifiesta.
Garavito cree que también es factible rescatar, desde la educación, el sentido humanista, tan necesario para reconstruir las relaciones sociales. «Una educación, sin esa visión humanista que no ponga en el centro a un ser humano concreto, con nombre y apellido, no tiene mucho sentido para esto que llamamos salud mental», puntualizó.