Con un desmesurado, luminoso y colorido despliegue, China hizo hoy un recorrido histórico de sus arraigadas tradiciones y de sus invenciones antes de dar un salto a la modernidad en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Pekín-2008.


El espectáculo producido por el aclamado director de cine local Zhang Yimou no defraudó a los 91 mil espectadores presentes en el estadio olímpico conocido como el «Nido», que participaron activamente con linternas y banderines y aplaudieron a rabiar cada una de las escenas.
La mayor ovación fue sin embargo para la gigantesca bola del mundo que representaba el lema de estos Juegos, «Un mundo, un sueño».
La esfera de 16 toneladas surgió del suelo del estadio olímpico con 58 actores-equilibristas vestidos con trajes de luces corriendo por los nueve anillos que la componían, la mitad de ellos cabeza abajo.
Se elevó entonces 24 metros por encima de miles de niños que llevaban sobre sus cabezas grandes fotos con los rostros sonrientes de otros pequeños de todo el mundo que sonreían a los miles de millones de telespectadores que siguieron el show por televisión.
La ceremonia comenzó con una cuenta atrás efectuada con un juego de luces y fuegos artificiales, que dieron paso a los tradicionales discursos de bienvenida y a la entrada de la bandera nacional. El público se puso entonces en pie para entonar a coro el himno chino, a imagen del presidente Hu Jintao.
Y llegó el espectáculo, dividido en dos partes, «Civilización brillante», que recorrió la milenaria historia de China, y «Era gloriosa», que evocó su deseo de modernidad y de convertirse en una potencia mundial.
Catorce mil actores participaron en esta producción que celebró las cuatro invenciones chinas: la pólvora, el papel, la imprenta de tipos móviles y la brújula, y evocó algunos de sus principales atracciones turísticas como la plaza Tiananmen, la Gran Muralla y los soldados de terracota de Xian.
Decenas de jefes de Estado y de Gobierno asistían a la ceremonia de apertura de estos Juegos, los más politizados y polémicos de la historia, entre ellos los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush, de Francia, Nicolas Sarkozy, y de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.
Antes de la ceremonia, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, envió un mensaje pidiendo que se respetara «la tregua olímpica» en todos los conflictos que hay actualmente en el mundo.
«El concepto de tregua olímpica es más pertinente que nunca», afirmó pocas horas después de que el Consejo de Seguridad de la ONU expresó su preocupación por la agravación de la situación en la república separatista georgiana de Osetia del Sur.
Mientras esperaban, los espectadores que llenaban a rebosar el estadio bajo un agobiante calor una hora antes de que comenzara recibieron un entrenamiento especial para participar en el acto «interactivo».
Unos animadores le explicaron cómo y cuándo debían agitar las banderas chinas y olímpicas o utilizar las linternas de distintos colores y el tamborcillo que recibieron al llegar para dar aún mayor colorido a la ceremonia.
La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín-2008 congregó el viernes en el moderno estadio conocido como «Nido de Pájaro» a más de 90 mil personas y a unos 4 mil millones de telespectadores en todo el mundo para asistir a una magnífica inauguración de cifras exorbitantes.
China tiró la casa por la ventana en una ceremonia cuyos números hicieron honor a lo que se podía esperar del país más poblado del mundo, con sus 1.300 millones de habitantes, y que espera dar al mundo su mejor imagen tras las polémicas de los meses previos a los Juegos.
Empezando por la cuenta atrás, que corrió a cargo de 2.008 actores tocando el fou, un antiguo instrumento de percusión chino, en un impresionante alarde de sincronización que dio paso a un despliegue cada vez mayor de figurantes, luces, fuegos artificiales y música.
La celebración comenzó con un espectáculo dirigido por el cineasta chino Zhang Yimou, mezcla de la tradición milenaria de China con su mirada hacia el futuro, en el que participaron unos 14 mil actores que lucieron 15.153 trajes distintos.
Un total de 70 mil personas participaron en la ceremonia de más de tres horas, en la que estuvieron presentes 9 mil soldados y colaboraron casi 2.500 voluntarios.