El odio hacia los ricos es una de las peores lacras que se tienen, pues mientras todas las baterías se emplazan hacia éstos, los financistas de las campañas electorales saquean al país, que han pasado del módico 10 % a cantidades que hacen que lo que se invierte en obras y en beneficios sociales, ya no sea ni la mitad de lo que debieran de ser, si tan sólo se conformaran con esa cantidad.
El odio al rico es tan poderoso que no nos deja ver la luz y nos hace actuar como que estuviéramos en una habitación a oscuras, tratando de encontrar una salida, pero debido a la oscuridad le apuntamos hacia la puerta equivocada.
Y no es que seamos tontos que no tenemos la capacidad de discernir de quién es el verdadero ladrón; lo que pasa es que nos arrinconan con la propaganda y con el discurso populista, hasta crearnos mentalmente el modelo perfecto, producto de la distorsión.
Para hacer más dramática la situación y para que el odio hacia el rico crezca aun más, el Gobierno escoge unos cuantos ricos ávidos de poder y de dinero fácil, para que esquilmen al Estado, al igual que los narcos usan a sus testaferros para esconder sus sinvergí¼enzadas.
Cualquiera creerá que los pobres que nos gobiernan están pecando de tontos de permitirles a otros de volverse multimillonarios, mientras que ellos siguen en la misma situación de pobreza y de miseria como cuando entraron a gobernar.
Qué equivocación; el sistema ya tiene establecida una tabla de porcentajes y puntos de cuánto le toca a cada quien, incluyendo a diputados que de la oposición, de la noche a la mañana pasan a ser aliados incondicionales del Gobierno, un ejemplo brillante que no dejaría lugar a dudas, es lo del partido GANA, que votan para darle dinero al Gobierno, como que ellos fueran el partido oficial.
Los malos ricos escogidos para que les hicieran todos los conectes de lavados además del porcentaje que les toca, se pavonean como con 20 guardaespaldas y además de un par de cientos de milloncitos que se escamotean para ellos, se sienten reyes al verse rodeados del poder.