La mayoría de habitantes de este territorio llamado Guatemala iniciamos el 2011 haciendo cuentas de los gastos realizados durante las fiestas de fin de año. Hasta los hogares más humildes se dieron permiso de gastar fuera del presupuesto y compartir una comida, un trago de licor, quemar cohetillos, hacer una llamada a California para escuchar la voz del familiar ausente o recibir el nuevo año en el puerto de San José.
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También enero presenta, para muchos, incertidumbre laboral y una serie de gastos para los hijos e hijas en edad escolar. Pero mientras la mayoría enfrentamos los primeros días del año pensando en trabajar para sobrevivir, hay un grupo de personas que, siendo pocas, estarán presentes en nuestro tiempo y espacio en los próximos once meses, haciendo campaña electoral. Candidatos, comandos de campaña, encargados de gestión y finanzas de los partidos políticos están listos para el año 2011. ¿Cuánto dinero será derrochado en los próximos meses para comprar los votos de los ciudadanos y ciudadanas? ¿De dónde sale este dinero?
Mientras más anuncios en televisión y radio, cuantas más vallas en carreteras y calles del país, debemos estar seguros que más comprometidos estarán los candidatos y el partido político con los financistas de campaña. El problema de fondo es que no es el ciudadano común el que paga esos anuncios colaborando con el partido y el candidato; son grupos de gente con poder económico los que aportan dinero a la campaña y que luego, ganadas las elecciones, cobran los aportes hechos a los candidatos ganadores. Hay dinero de grandes empresas transnacionales, hay dinero de grandes empresarios, hay dinero del crimen organizado y el narcotráfico pagando las campañas electorales. Los candidatos se venden al mejor postor, ¿quién da más en la subasta electoral?
Los candidatos a alcaldías, diputaciones y presidencia jugarán su papel de mercaderes de esperanza y se venderán como mercancía «buena, bonita y barata». Pero cada voto que obtengan de los guatemaltecos y guatemaltecas será un voto a favor de los intereses de los financistas. Es decir, si usted vota en noviembre por los partidos que más gasten en la campaña, estará ayudando a los capitales a garantizar sus intereses. Con su voto le dará apoyo a las empresas mineras y petroleras para seguir llevándose la riqueza natural del país; con su voto garantizará impunidad al narcotráfico y a los poderes paralelos. Ese es el margen que tenemos en este falso juego de la democracia, dónde quien manda es el que más dinero invierta.
Hay que desconfiar desde ya de la honradez y honestidad de los candidatos que iniciaron campaña electoral anticipada y que, aún cuando el Tribunal Supremo Electoral les amoneste e imponga multas, siguen publicitando su rostro y su nombre. Personas y partidos políticos que desde ya infringen la ley y les importa poco la normativa establecida. Mal precedente de ilegalidad para quienes aspiran a cargos públicos.
Se dice mucho que en el debate de los candidatos hay poco contenido político. Eso es lo de menos, incluso si hubieran buenas propuestas y planes de trabajo bien elaborados el tema es quién paga el montaje del aparato propagandístico. Para disminuir la influencia del narco y los grandes capitales sobre los funcionarios públicos la Ley Electoral y de Partidos Políticos debe ser modificada para limitar el dinero gastado en elecciones y hacer transparente las fuentes de este dinero. Mientras tanto asistiremos a unas elecciones 2011, en donde el voto ingenuo de la población garantizará el poder de unos pocos en detrimento de la mayoría, incluidos los votantes y su descendencia.