Se acerca el equinoccio.


í‰dgar Castro

El equinoccio de primavera ocurrirá el 20 de marzo a las 18:07 hrs, marcando así­ la fecha en que el dí­a es igual a la noche. A partir de esta fecha se fija la Semana Santa, que es la semana en que cae la primera luna llena después del equinoccio. En este caso, del 1 al 7 de Abril.

El equinoccio marca también el punto de partida para que los dí­as sean más largos que las noches. A partir del equinoccio, la duración de la luz solar se va extendiendo más y más minutos, hasta culminar el 21 de junio, fecha del Solsticio de Verano, que es el dí­a más largo del año.

Pero todo lo anterior es cierto únicamente si usted vive en el hemisferio norte, es decir dentro de la mitad que queda arriba del ecuador. Recordemos que el ecuador es la lí­nea imaginaria que parte a la Tierra en dos mitades, una norte y otra sur. Como Guatemala está a 14.5° al norte del ecuador, estamos dentro de los paí­ses que tendrán más radiación solar en los próximos meses.

Si usted le toma una foto al Sol el próximo 20 de marzo justo antes de ocultarse, estará grabando una imagen de la cintura del planeta, pues sólo ese dí­a y el 22 de septiembre, se oculta en ese punto. Compare esa foto con otra tomada el 21 de junio y el 22 de diciembre y se llevará una gran sorpresa. El sol se ocultará mucho más al norte y mucho más al sur respectivamente. Este fenómeno se conoce como «la danza del sol».

Pero el culpable de todos estos cambios no es el Sol, sino el eje terrestre. Si la Tierra no estuviera inclinada 23.5° con respecto a la eclí­ptica, no habrí­an estaciones, ni variarí­a el clima. No habrí­a nieve, ni verano. Vivirí­amos eternamente con el clima de marzo y todos los meses serí­an iguales. Si la Tierra estuviera inclinada 90° como es el caso de Urano, el hemisferio norte estarí­a seis meses bajo la luz solar y seis meses sumido en la oscuridad. No habrí­a noches ni dí­as como ahora, sino sólo un dí­a de seis meses y una sola noche de igual duración. Quién sabe cómo influirí­a esto en nuestras vidas. Por suerte no quedó tan inclinada cuando se formó el sistema solar, hace unos 4 mil 500 millones de años.

El equinoccio es celebrado por algunos pueblos, pero ha quedado en el olvido para otros. El pueblo maya tení­a conciencia de estas estaciones solares y las marcó en estelas y edificios. Una muestra es el templo de Kukulcán, en Chichén Itzá, donde el 21 de marzo, miles de personas se dan cita para ver «el movimiento de la serpiente», que no es otra cosa que triángulos de luz y sombra que se forman ese dí­a y dan la impresión de movimiento, como si fuera el cuerpo de una serpiente. Ningún arquitecto hasta la fecha ha diseñado un edificio que cambie con el sol, en el equinoccio, por algo será.

Nos guste o no, somos prisioneros en este planeta, que recorre eternamente su respectiva órbita alrededor del Sol, siguiendo como robot, la curvatura que el espacio-tiempo la obliga a seguir, tal y como lo señaló Einstein. No podemos detenerlo, no podemos evitarlo, sólo podemos observarlo. El equinoccio se dará en la fecha y hora exacta indicadas. Ni Bush, con todo su poder, puede detenerlo.