Scrabble, mucho más que un buen vocabulario


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Horacio Moavro es la imagen de la concentración. Con la mirada fija en el tablero, parece «estadizo», como el término que se ha formado en el tablero y que según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) quiere decir «está mucho tiempo sin moverse, orearse o renovarse».

POR JOSÉ LUIS CASTILLO

Moavro tal vez no conozca el significado de esa palabra, pero no importa. Lo que cuenta es saber que existe y cómo aprovecharla. Y él lo hace bien, como lo demuestra el hecho de que se haya clasificado al mundial de Scrabble en español a disputarse a partir del 30 de octubre en Barcelona.

Hace rato que el Scrabble dejó de ser un juego de entrecasa y alcanzó enormes niveles de popularidad, al punto de que se hacen competencias internacionales, incluidos mundiales en distintos idiomas.

Moavro es el típico competidor. Contador público de Buenos Aires, deja periódicamente los balances de las ejecuciones presupuestales y los cálculos financieros y se enfoca en el registro de las palabras construidas por su oponente.

Recientemente participó en un torneo regional en Houston, Texas, donde logró su pase al mundial de la Federación Internacional del Scrabble en Español (FISE).

En muchos sentidos el Scrabble se parece al ajedrez, las cartas o el dominó. Tener un buen vocabulario es solo parte de los requisitos para ser un buen competidor. Hay que tener buena memoria y ser astuto.

«Es muy importante saber qué letras salieron, cuáles no, qué puede tener el rival, dónde están los cuadros con premios, cuáles son las probabilidades de que éstas salgan o no salgan», afirma Moavro, cuya profesión, dice, le ayuda a calcular varios aspectos del juego de forma más científica.

«También debes conocerte todas las palabras de dos letras, que son 86 (entre ellas mi, me y mu), y alrededor de 390 de tres letras porque son las que permiten ‘enganchar’ palabras. Además, dominar los verbos, porque aprendiendo uno puedes generar de golpe unas 30 palabras adicionales como todas sus conjugaciones», agrega Moavro, quien ha participado desde hace dos décadas en varios torneos internacionales.

Una de sus contrincantes fue Enma Morris, una ex modelo cubana radicada en México hace muchos años. Igual que él, parecía inerte, no parpadeaba. Miraba atentamente el atril donde tenía las fichas. Aprovechando la zeta de «estadizo» armó la palabra «zulacas», del verbo zulacar (untar o cubrir con zulaque, un betún en pasta hecho con estopa, cal, aceite y escorias o vidrio molido).

Nuevamente, Morris, que apenas tiene siete años inmersos en este juego, quizá desconocía el significado de zulaque. Pero no importaba. El reglamento del Scrabble, cuya versión original fue registrada en 1948 en Connecticut, Estados Unidos, no obliga al jugador a conocer el significado de la palabra que coloca en el tablero de 15 casillas de largo por 15 casillas de ancho.

Pero si un jugador tiene dudas al respecto, puede impugnar el movimiento y entonces un juez consulta con el «lexicón», el listado de más de 660 mil palabras válidas volcadas en un software lingüístico que se apoya en la RAE. Si existe se califica como válida y el juego continúa. Caso contrario, si no es reconocida, entonces el que impugnó pierde su turno.

Scrabble es un verbo intransitivo en inglés que significa hurgar. Alude al hecho de que los jugadores deben introducir la mano en una bolsa para escoger cierto número de fichas, que tienen diferentes valores.

Este juego, que se practica en 121 países en 29 idiomas diferentes, siempre se realiza bajo un silencio sepulcral, en un ambiente digno de una partida de ajedrez, y se ve interrumpido por el sonido que surge del revoloteo de las 100 fichas (o letras) colocadas en una bolsa, de donde se extraen como si se tratara de un ritual.

Se alza la pequeña alforja alejada del rostro a una distancia de 15 centímetros aproximadamente, y se saca de ella la cantidad de letras que corresponda, dos de ellas están en blanco y se usan como comodines. Una vez extraídas, se coloca la bolsa a un lado del tablero procurando que la boca del morral no muestre las fichas.

Según Norma Garza, periodista mexicana y docente universitaria, «no es la palabra más larga o más difícil» la que te va a hacer ganar la partida, sino más bien «la mejor aprovechada».

El reglamento de Scrabble no permite, entre otros, colocar un pronombre detrás del verbo, como en «comerlo» o «asustarla», y tampoco los regionalismos o extranjerismos que no están aceptados en la RAE.

Según Merry Wheaton, originalmente de Ohio y presidente del Club de Scrabble en Español de Texas, también es ideal mantener una cultura general y haber leído a los clásicos de la literatura como Félix Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca o Francisco de Quevedo.

«Hay palabras antiguas o en desuso que existen aún y aparecen en el diccionario de la RAE. Se pueden usar en infinitivo pero no en su versión pluralizada, como por ejemplo ‘figo’ y no ‘figos’ (que tiene varios significados, entre ellos segundo fruto, o el más tardío, de la higuera)», sostiene Wheaton, cuyo idioma materno es inglés.

Traductora profesional y profesora de español en el Austin Community College, Wheaton fue una de los 19 participantes que llegó a Houston en busca de una plaza en el Mundial de España, el máximo torneo de la FISE.

Además, hay torneos nacionales en todo el continente y en otros países del mundo en donde se forman clubes de Scrabble en español. Su demanda por jugarlo es tal que aparte de la versión física, hay una en línea así como aplicaciones para su uso en las redes sociales y descargas móviles.

El mundial organizado por la FISE, el ente rector del Scrabble en español en el mundo, se llevará a cabo en Barcelona del 30 de octubre al 4 de noviembre.